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La Pasión según Teatro Corsario
Se abre el monumental telón del Teatro Calderón, aparece el "primer cuadro" de PASIÓN de Teatro Corsario y un escalofrío te recorre el espinazo. Sin historia no hay memoria y sin memoria no existe el presente. Que 30 años no son nada… La belleza escrupulosa, exacta, familiar y sobrecogedora de PASIÓN permite que su sola presencia nos empequeñezca. Todo en esta noche mágica es energía y grandiosidad.
El modo en que está representado PASIÓN (la forma) y la manera en que se ha sido concebida (el sentido) por Fernando Urdiales y Jesús Peña posee una sensibilidad y una rotundidad poco vista en estos tiempos. Magnetizan la mirada del público que encuentra satisfacción ante tanta magnificencia que le permite durante los noventa minutos que dura la función, pensar, sentir y mirar como jamás antes se lo había imaginado.
Todo en PASIÓN rezuma una radiación de pura humanidad. El arresto, la comparecencia, Pilato y la crucifixión de Cristo, adopta en el espectador no solo una ubicación mental sino también, y eso es lo sorprendente, física. Sí se puede decir que uno obtiene placer en su contemplación, aunque sea en contra de su propia voluntad.
La escenografía, la música, excelente toda la noche de Juan Carlos Martín, el vestuario de Olga Mansilla, la iluminación de Miguel Ángel Camacho y Xiqui Rodríguez llevan el sello de la delicadeza y el suspense dramático. Todo en PASIÓN requiere de la inteligencia y la voluntad de implicación del espectador.
PASIÓN es toda una experiencia física para actores, actrices, músicos y espectadores. Momentos de angustia, violencia y sangre que contrastan con una belleza casi mística. El ritmo y la conmoción cala en el público que no se mueve, no tose, no respira.
El público al enfrentarse al profundo sufrimiento que sufre Jesús, purifica su mente. El teatro que hace Corsario, resulta purificador. Compartir esta experiencia durante noventa minutos se convierte en algo espiritual.
Todo el reparto funciona como un reloj suizo. Sergio Cardoso (Cristo) imanta al público desde que aparece en escena, Rosa Manzano (María Madre, Sayona, Verónica) delicada, natural y vehemente me sorprendió gratamente; Pablo Rodríguez (Juan, Sayón) y Rubén Pérez (Pedro, Sayón) naturales y conmovedores a partes iguales; Teresa Lázaro (María Salomé, Sayona) auténtica, realista y cautivadora; Carlos Pinedo (Pilatos, Sayón) es una furia desatada en el escenario. Patricia Estremera (María Magdalena, Sayona) Alfonso Mendiguchía (Judas, Anás, Gestas) Raúl Escudero (Felipe, Sayón, Arimatea) Diego López (Dimas, Tramoya) son realismo puro.
El Teatro Calderón lleno hasta la bandera para disfrutar del auténtico teatro. La atención cautivadora resultó absoluta, se podía palpar en el patio de butacas, prueba definitiva de que el espectáculo funciona de perlas.