Del toque militar al sentimiento cofrade: el cambio que marcó un antes y un después en la Semana Santa de Valladolid
Jubilado
Existen decenas de clínicas que asesoran a las futuras madres para preparar el parto y las consecuencias de la nueva vida que van a vivir.
Academias de enseñanzas te preparan para el MIR, las oposiciones a Correos, a entrar en los Cuerpos de Seguridad. Antes de coger un vehículo es obligatorio pasar un examen teórico y unas prácticas por la ciudad.
No puede comprender como ninguna de ellas ha valorado el potencial que tienen con los miles y miles de hombres que cada año, llegada su hora, deben dejar su trabajo. Algunos han llegado a un acuerdo con su empresa y se adelantan el descanso eterno y otros la mayoría han ansiado su momento de gloria y finalmente un día abandonan el puesto de trabajo en el banco, en el hospital, en el colegio, en la factoría o en la furgoneta de transporte.
Suelen despedirse de los compañeros con vino en grupo, una comida en un restaurante cercano o una cena de esas que se celebran de pie con un picoteo para poder estar todos con todos. Reciben una placa o una foto del grupo de compañeros con una dedicatoria.
Al acabar ese día de celebración regresan a casa con los ojos húmedos y normalmente con una copa de más que total la ocasión merece la pena.
Nadie les dice la verdad. Nadie se atreve a contar nada. Todo el mundo oculta todo. Los veteranos que ya han vivido esa situación silencian lo que vendrá.
Ninguna academia les ha enviado una propuesta de preparación. Los sindicatos silencian lo que se les avecina. Los vecinos murmuran en grupo. La familia tiene preparada la hoja de ruta que desconoce y los amigos ocultan por respeto la desgracia que le está esperando y que desconoce.
Desde el mismo día que se levanta con un poco de resaca después de la celebración ya nunca será dueño de su tiempo. La verdadera vida se acabó. El descanso no existe. La libertad se esfumó. Hasta que un domingo en la comida familiar se levante y con los ojos llorosos pero esta vez de dolor verdadero diga: "BASTA. NO PUEDO MÁS".
Hasta que llegue ese día le esperan madrugones para llevar a los nietos, mediodías con carros llenos de encargos del mercado, tardes de compras en centros comerciales buscando otra camisa de cuadros, noches ayudando a doblar sábanas... y así pasará un día y otro.
Es la venganza que le tenía preparada la sociedad, por hacer durante tantos años lo que le daba la gana, almorzar en el bar con los compañeros torreznos, pasar más tiempo del que debió hablando de futbol, alargar más de lo debido las reuniones para llegar a casa ya cenado y no tener que recoger nada.
La familia sabe que ya no hay oficina ni despacho ni reunión que valga. Usted tiene como las funerarias o los hoteles veinticuatro horas al día para estar a su servicio y lo hará.
Por mucho que le quieran, aunque le adoren, o dieran su vida por usted, se la irán quitando a poco. Compras, encargos, recogidas, chapuzas... el caso es no vivir, no descansar, no poder echar una siesta.
Por favor, si alguna ocasión en una tienda, detrás de usted hay un hombre con un carro de compra, cédanle el paso, recuerden que tiene más prisa que usted, es un recién jubilado.