El tinglado se viene abajo
Al plan de Sánchez, que en realidad diseñó Pablo Iglesias, y que consiste en mantenerse por siempre en el poder, le ocurre como a todos los planes, que se van a la mierda en cuanto se dispara el primer cañonazo. La idea tampoco es muy complicada, consiste en conseguir el apoyo de todos los partidos a la izquierda del PP. Así, Pedro seguirá en La Moncloa mientras el PP no tenga mayoría absoluta, cosa que sólo ha logrado en un par de ocasiones, cuando Abascal todavía cobraba por dirigir una fundación para el mecenazgo y el patrocinio social y no sentía la necesidad de salvar a España montando un partido político para apoyar a Trump.
Con Vox incluido en la ecuación y aplicada la función trampa de aceptar a Junts y al PNV como animales de compañía progresistas, todo se basaba en construir una sólida fortaleza de piedras metamórficas arrejuntadas con el fango de la fachosfera y rodearla con ese muro de hormigón armado que Sánchez nos anunció en su discurso de investidura como la única infraestructura que estaba dispuesto a construir en España en esta legislatura.
El castillo parecía sólido y concebido para durar siglos. ¿Qué podía fallar en un plan concebido por Iglesias y plagiado por Sánchez? Pues resulta que empiezan a surgir las primeras grietas y más que un baluarte indestructible parece un tinglado de feria de pueblo, precariamente sustentado en Sumar y en los siete votos del prófugo, y mantenido al coste de los diezmos que los sospechosos habituales pasan puntualmente al cobro.
Por si fuera poco, Sánchez no es Alejandro ni Temujin. Ellos iban al frente de sus tropas, siempre los primeros a la hora del ataque. Pero Pedro prefiere mandar a otros a morir en su nombre mientras él se queda en el palacio o se va de viaje al extranjero. Más que encabezar los ejércitos en los momentos difíciles, es el primero en salir corriendo, aunque tenga que dejar al Rey a su suerte, como bien saben en Paiporta. Y claro, antes o después las tropas se desmoralizan. Esta semana hasta el fiel Galindo, ya saben, "un servidor, un esclavo, un amigo, un siervo", se ha atrevido a decir no a Francina y ha llegado incluso a advertir a la mesa del Congreso que es ilegal vetar las enmiendas del Senado.
A mí este no de Galindo, el letrado mayor de las Cortes, nombrado para el cargo por el único mérito de su obediencia ciega al líder supremo, se me antoja una señal de que las falanges jurídicas del tinglado sanchista empiezan a romper filas. Cunde el miedo y tal vez empiezan a pensar en Carme Forcadell como en ese vecino al que rapan las barbas. Hasta Pumpido, tan dispuesto a arrastrar su toga por el barro ha tenido que renunciar a su intento de impedir a la Audiencia de Sevilla consultar con la justicia europea el indulto encubierto a Chaves, Griñán y compañía. Y no es que Pumpido no estuviera decidido a consumar la tropelía, sino que se ha quedado solo. Los magistrados progresistas y los letrados de su cuerda le han dicho que por ahí no pasan y que, si quiere quemarse a lo bonzo, que lo haga él solito y en un descampado.
Y esto sí que es un problema serio para el plan de Pedro. Porque si las cacicadas de Pumpido pueden ser revisadas por Europa, ya puede despedirse Puigdemont de volver a España este verano como le había prometido Cerdán. Y Sánchez de esos siete votos cruciales por los que está dispuesto a que sus esbirros hagan cualquier cosa. Van cayendo las fichas del dominó y hasta humildes funcionarios, como los directores de los conservatorios de Badajoz, cantan la Traviata.
Además, en la batalla jurídica, las huestes enemigas están crecidas. Peinado por ejemplo sigue impasible ante el tiroteo ministerial y no se achanta ni ante las embestidas de Alegría ni ante los topetazos del ministro de Justicia. Y ahí sigue pidiendo a la UCO esos informes que nos van revelando que lo de Begoña con Air Europa no eran torpezas de una rubia despistada, sino que la cosa pasa de castaño oscuro. Hasta su empleada de confianza admite ya que la esposa del presidente le pedía ayuda para sus negocios particulares.
Tampoco se amilana la jueza de Badajoz que investiga al fantasma de la ópera, otro Sánchez Pérez-Castejón que nos toma por idiotas, debe ser una tradición familiar. Ni por supuesto el juez del Supremo Ángel Hurtado, cuya investigación puede acabar con el fiscal general entre rejas, poca broma con esto, porque ya sabemos todos de quién depende la fiscalía. También avanza, entre sobrinas y niditos de amor, la investigación del juez Leopoldo Puente contra Ábalos. Por cierto, que sobre los últimos wasaps que hemos leído de Jessica no ha dicho nada Óscar Puente, el ministro que nos aseguraba que era una empleada ejemplar, pese a que ella se empeñara en decir que no daba un palo al agua. Tampoco ceden a las presiones Ismael Moreno ni Santiago Pedraz, que hurgan en lo de Koldo y Aldama, el conseguidor sin fronteras con el que Sánchez se fotografiaba por casualidad.
Y en lo político, pues vuelve Irene Montero con sed de venganza y el cuchillo entre los dientes. Cuidado, Yolanda, "cuerpo a tierra que vienen los nuestros", que decía el ministro de UCD Pío Cabanillas. No hay que recordar cómo acabo ese partido, pero lo de Sumar parece ir por la misma senda, hacia el cementerio de los elefantes. El tinglado se viene abajo y no serán los ministros candidatos a las presidencias de las comunidades de Andalucía, Aragón, Canarias o Madrid, ni tampoco la presidenta del Congreso que quiere volver a conquistar las Baleares, los que saquen del apuro a Sánchez. Las encuestas indican que el fracaso de las municipales y autonómicas de mayo de 2023 se puede repetir en un par de años, incluso con mayor estrépito. Y no será entonces culpa de los "liderazgos regionales", sino del líder supremo que eligió personalmente a sus generales, seguramente los peores candidatos posibles, que ya es decir dado el panorama actual del Partido Socialista.
Mientras tanto, Pedro está en Vietnam, y como Forrest Gump, corre sin saber a dónde va, aunque no sabe quién es Charly. Acabará llegando a Pekín, se hará pasar por el líder de la Unión Europea e intentará engañar a Xi Jinping como a un chino. Pero ese es otro tinglado, el que está montando Zapatero, del que no podemos dudar de su capacidad para pergeñar planes sólidos y sin fisuras. Seguro que tampoco se viene abajo.