Lo mejor de ir cumpliendo años, además de considerar la alternativa, es que uno se da cuenta de que, como me decía mi abuelo, el tiempo va poniendo a cada uno en su sitio. Yo llevo años indignándome cada vez, no han sido pocas, que la progresía celtibérica atribuía todos los males del mundo, sobre todo la pobreza y el hambre, al 'neoliberalismo' y a la globalización. Nunca he entendido por qué lo de 'neo', pero sospecho que se trata de un ardid semántico para poder criticar sin pudor unas ideas políticas que históricamente han defendido la libertad individual, la igualdad ante la ley, la limitación de los poderes del Estado, la iniciativa privada y el libre mercado. Que son, creo yo, cosas muy de agradecer para todos, excepto para quienes aspiran a mantener determinados privilegios.

El caso es que ahora llega un tipo llamado Trump que se propone, a base de aranceles, acabar con el libre mercado y con la globalización. Y esos autodenominados progresistas, eso también es un ardid semántico, se dan cuenta de que va a arruinarnos a todos y acabar con el mayor periodo de prosperidad mundial de los últimos siglos. Un progreso real, no como el suyo, contra el que paradójicamente no han cesado de arremeter para tratar de vendernos las inmensas ventajas del socialismo en sus múltiples vertientes, desde el nacional de Hitler, pasando por el caribeño de Fidel o Chávez, el norcoreano, el soviético y ahora el chino, que acabará también fracasando. Porque por mucho que jueguen a ser capitalistas, en un país en el que no hay libertad, nada puede acabar bien.

Y si de poner las cosas en su sitio se trata, resulta muy interesante e instructiva la condena a Marine Le Pen por malversación. ¡Pero si no se ha llevado ni un céntimo!, ¡si no ha habido enriquecimiento personal! Es sin duda una conjura de los jueces franceses de la fachosfera. Ah, no, que Marine dice que es de derechas. Pero salvo por este pequeño detalle, es todo tan parecido a lo ocurrido en España con los EREs de Andalucía y con Puigdemont que da hasta un poco de risa. "No se llevaron ni un duro, pero pagan justos por pecadores", decía Sánchez de Chaves y Griñán. Y eso que lo de Andalucía fueron 680 millones y lo de Marine sólo cinco.

Una pena que Marine no haya nacido en España y sea militante socialista o líder de un partido con siete escaños en el Congreso. En España, gracias a Sánchez por supuesto, protagonizamos un inmenso avance en los derechos humanos cuando modificamos el Código Penal para eliminar la malversación si no hay enriquecimiento personal. Y además lo hicimos, como nos contaron entonces los ministros del coro, para adecuar nuestras leyes a las normativas europeas. Las hemos adecuado tan bien que ahora anda Pumpido sin dormir no vayan a llevarle sus sentencias de los EREs al TJUE y le explique el tribunal europeo lo que piensa de andar mangoneando con el dinero de los impuestos. Nos toman por idiotas.

Pero bueno, si Marine no hubiese nacido en el país de la guillotina y la enciclopedia, el que vio nacer a Montesquieu y la separación de poderes, estaría ya indultada o camino de estarlo. Menos revolución francesa, Marine. Lo que mola es "L’Etat c’est moi", que decía Luis XIV y practica ahora Pedro I. Lo que necesita Marine en Francia son unos años de sanchismo para darle un pulido francés a las instituciones y dejarlas brillantes y limpias de toda la mierda que cae desde el otro lado del muro. Y un Constitucional "comme il faut". Y ya nada podrá interponerse entre ella y su ambición. Podría incluso colocar a su marido en La Sorbona y poner a su hermana a dirigir la Ópera Garnier, ya saben la del fantasma.

Lo que necesita Le Pen en Francia es una democracia de verdad, como la nuestra. Una en la que, si a un tribunal se le ocurre siquiera pensar en la presunción de inocencia, la vicepresidenta primera del Gobierno le canta las cuarenta. Hasta ahí podíamos llegar, qué presunción de inocencia ni que leches. Para tener una democracia sólida lo que hay que hacer es mucha "pedagogía". Y a eso se dedica María Jesús Montero en sus mítines de fin de semana. También hace "pedagogía" la ministra de Educación y portavoz del Gobierno, que de pedagogía debería saber mucho por razón de su cargo, pero no se la ve muy puesta en lo del derecho y los tribunales.

Esta semana, para intentar echar un cable a la vicepresidenta, explicaba en rueda de prensa tras el Consejo de ministros, que lo de María Jesús "se debía entender por el desconcierto generalizado de los ciudadanos al conocer dos sentencias radicalmente distintas en tan poco tiempo" y que "nada tiene que ver la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña con la de la Audiencia Provincial de Barcelona". A ver, Pilar, que los ciudadanos puedan sentir un "desconcierto generalizado", igual podría ser, qué no lo sé.

Pero una vicepresidenta y una ministra y portavoz del Gobierno tan comprometidas con la "pedagogía" bien podrían aprovechar la ocasión para explicar que esto es lo que sucede cada día con los recursos. Que para eso están, para que a veces un tribunal superior modifique una sentencia de un tribunal inferior. ¿Dónde está el desconcierto? Igual lo que tiene desconcertada a Pilar es este nuevo afán de Sánchez por arremeter contra la universidad privada. Cría ojos y te sacarán las lágrimas. De la risa. Sobre todo, la que da escuchar a Sánchez hablar de chiringuitos y de repartir títulos que los estudiantes no merecen.

Tiene razón, un doctorado en Economía se lo dan ahora a cualquiera. A Sánchez no le gustan las universidades privadas, pero no es por sus ocasionales defectos, de los que él es un gran ejemplo. Ni por una conciencia marxista, me refiero a Groucho, que le haga pensar que él nunca formaría parte de un club que le admitiera como socio. No le gustan porque no las puede controlar. Y esto no es aceptable en su forma de entender la democracia.

Ahora, de lo que se trata es de arremeter contra ellas y de paso utilizarlas como arma contra Ayuso y el resto de las comunidades gobernadas por el PP, ya que lo de la sanidad no parece funcionar. Y, por supuesto, de seguir tratándonos como idiotas. Por eso mientras Alegría dice que esto no va de enfrentar a la pública con la privada, Montero grita desencajada que "la universidad privada es la principal amenaza que tiene la clase trabajadora".