El magisterio de Leticia Moreno

imagen
El magisterio de Leticia Moreno
Ágreda L.M.
Ágreda L.M.
Lectura estimada: 2 min.
Última actualización: 

De un concierto de la violinista Leticia Moreno se sale conmocionado y felizmente exhausto. La música que sale de las cuerdas de su violín es feroz y dolorosa, redimida por la belleza y obsesiva por cumplir lo que dicta la partitura. El Ciclo de Recitales y Música de Cámara que estamos disfrutando en la Sala de Cámara del CCMD está teniendo un nivel altísimo, que se lo pregunten a público que cada concierto reconoce con sus aplausos el rato que allí pasa.

Sonata n.4 para violín y clave obligado en Do menor, BWV 1017 (versión para violín y bandoneón) de Johann Sebastian Bach resultó un bombeo rítmico poco oído por esta Sala de Cámara. La intensidad de Leticia Moreno al violín y Claudio Constantini al bandoneón resultó intensa, llena de coraje y entrega por parte de estos maravillosos músicos.

Sí, fue una gran tarde. Un silencio denso recorría la sala mientras el público extasiado se relamía de gusto. Es un poco la tónica a los que nos tiene acostumbrados Leticia Moreno cuando pisa Valladolid. Luego llegó Heitor Villalobos con Bachianas brasileiras n.º 5 y empezó de nuevo el disfrute. Leticia Moreno, violín, Claudio Constantini, bandoneón, Edicson Ruiz, contrabajo y Matan Porat, piano, nos deleitaron con su técnica, la suavidad en los acentos brasileiros y sus pulsaciones de grados diversos.

Sonata Chiquitana n.º 4, Anónimo fue la antesala de Chacona (Partita n. º 2 para violín solo en Re menor, BWV 1004 de Johann Sebastian Bach. Leticia Moreno, esplendida toda la noche, dibujó un hilo de araña con cada espectador para que de igual a igual pudiera dialogar con la música. Para que la música de Bach se situara en el centro y se entablara una conversación, una conversación entusiasta que lleva siempre implícita la música de Bach. 

Los cuatro músicos cumplen sus papeles con solvencia, pero es preciso señalar la genialidad de Leticia Moreno. Toca con una naturalidad pasmosa, con firmeza y hace saltar al oyente de la tristeza a la alegría en menos de lo que canta un gallo.

Terminó el concierto con Las cuatro estaciones porteñas de Astor Piazzola y una sensación de placer se adueñó del patio de butacas. Escuchando a Leticia Moreno y sus acompañantes se pusieron en marcha todos los mecanismos que tiene el cerebro para evitar los malos recuerdos y entramos en una especie de inconsciencia donde todo a esa hora resultaba nuevo, frenético, hipnótico.

Uno es adicto a Leticia Moreno, escuchándola y viéndola, uno pierde su identidad y su lenguaje y se envuelve en su música contando los días, las horas y los minutos que faltan para poder volver a disfrutar de su magisterio.

0 Comentarios

* Los comentarios sin iniciar sesión estarán a la espera de aprobación
Mobile App
X

Descarga la app de Grupo Tribuna

y estarás más cerca de toda nuestra actualidad.

Mobile App