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El presidente fijo discontinuo

Diego Jalón, como cada viernes, nos deja su reflexión política en el ámbito nacional

El presidente fijo discontinuo
Diego Jalón Barroso
Diego Jalón Barroso
Lectura estimada: 4 min.

Comienza el curso escolar y los padres y madres tendrán que superar el trauma de tener que separarse unas horas al día de esos niños de los que llevan disfrutando a tiempo completo todo el verano. Pero si esto será penoso, más duro va a ser para la Complutense afrontar la pérdida de Begoña y su cátedra.

Siempre podrá reivindicar la universidad, un poco como esos cientos de bares y restaurantes que presumen de haber acogido a Hemingway, que "Begoña enseñó aquí". Pero dejará un hueco difícil de llenar. ¿Quién a partir de ahora formará a los alumnos madrileños como futuros "profesionales expertos capaces de dar el impulso que necesita el mercado español para hacer compatible el impacto social con la rentabilidad", esa rara virtud de la que presumían Begoña y Barrabés?

Es cierto que no parece fácil de entender qué quiere decir, o si realmente es necesaria tal proeza, porque, en el fondo, la rentabilidad de una empresa depende siempre del impacto social que es capaz de producir. El impacto social y la rentabilidad no son en absoluto incompatibles, sino que van necesariamente de la mano. Yo creo que la Complutense sobrevivirá, aunque ya no haya entre sus docentes nadie capaz de suscitar "la generación de impacto social y la reflexión y necesario debate sobre su conceptualización" para "implicar de forma integral a todas las organizaciones y medir los resultados de forma concreta". Lo cual resulta siempre mucho más conveniente que medirlos de forma inconcreta, digo yo.

Pero, aunque la Complutense sea capaz de sobrevivir sin Begoña, la que no puede sobrevivir sin su marido es España. Menos mal que decidió volver al tajo tras tomarse esos días de asuntos personales, qué sería de nosotros si no. Respiramos todos aliviados aquel desasosegante mes de abril cuando nos anunció que continuaría "con más fuerza si cabe", que no es poca cosa para semejante titán. Tan decidido está el presidente a seguir al frente de nuestra monarquía, antes parlamentaria y a partir de ahora presidencial, que desde China nos ha anunciado que está dispuesto a "avanzar con determinación" y que lo hará "con o sin el concurso de un poder legislativo".

Y esto no lo hará para seguir volando en Falcon y viviendo en La Moncloa como dicen los propagadores de bulos. Lo hará para profundizar en las políticas progresistas de su Gobierno y en la agenda del Partido Socialista. Para sacar adelante estas políticas, para conducir a España al progreso, no hay esfuerzo que haya escatimado ni sacrificio al que no haya estado dispuesto. Indultos, modificaciones del Código Penal, amnistía, cupo o concierto para Cataluña... Incluso el de inmolar en la pira de las urnas todo el poder territorial que el PSOE amasó un día, desde Andalucía a Valencia, pasando por Extremadura.

Y así se da la curiosa situación de que para conservar su poder ha sacrificado el de todos sus barones, salvo el de ese Page fastidioso y felón. El presidente que ahora quiere impulsar un Estado federal cercena toda posibilidad de que su partido gobierne en alguno de esos futuros estados federales, salvo en Cataluña bajo el control de ERC. Al hombre que apuesta por la descentralización sólo le preocupa el gobierno central. Y más paradójico aún es que todas estas decisiones, estos cambios de opinión, los justifica ante los suyos por el bien superior de impedir que gobierne la derecha y para salvar a los servicios públicos de las insaciables garras del capitalismo feroz al que representa el PP. Pero resulta que lo que ha conseguido es que la derecha gobierne en 11 comunidades, en Ceuta y Melilla, y en coalición en Canarias.

Y para salvar a los servicios públicos del fascismo, Sánchez ha puesto en manos del PP, entre otras cosas, la sanidad y la educación de más de treinta millones de españoles. Toda una genialidad estratégica. Lo que parece evidente es que o bien a Sánchez no le preocupan tanto la derecha y la extrema derecha como dice, o lo que le importa una mierda es el bienestar de todos esos españoles cuyos servicios públicos ha dejado en manos de los de Feijóo.

Además, con estas concesiones a quienes todos sabemos a cambio de mantener su gobierno de coalición progresista con Sumar, Podemos, en Comú, Compromís y toda esa retahíla de partidillos de segunda B, lo de Sánchez ha acabado siendo una presidencia fija discontinua, en la que gobernará a partir de ahora los días que le vayan contratando sus socios. Que hoy tocan presupuestos, quédate en casa. Que mañana hay que mandarle algo a Pumpido, ven a currar. Y en verano, eso sí, vacaciones pagadas en La Mareta y en Doñana, que los trabajadores fijos discontinuos también tienen sus derechos.

Lo que también es discontinuo en este presidente es su criterio. Sin presupuestos no se podía gobernar, pero eso era antes, cuando Rajoy. Ahora, lo mejor es no tenerlos y seguir con los de 2023 que eran cojonudos. A los inmigrantes ilegales había que acogerlos con los Open Arms, qué dominio del inglés. Pero ahora resulta que "es imprescindible el retorno de quienes han llegado a España irregularmente, principalmente porque este retorno traslada un mensaje desincentivador, nítido, claro y contundente a las mafias y a quienes se ponen en sus manos". Suena un poco a lo que el PP lleva años diciendo, pero qué le vamos a hacer.

Ya sabemos, nos lo dijo Sánchez, que "si algo distingue a al pensamiento progresista más amplio, es nuestra mejor disposición, una disposición siempre permanente, a adaptar nuestros principios a las necesidades de cada momento". Tal vez por eso no contó con Europa a la hora de reconocer el Estado Palestino, pero ahora no puede reconocer la victoria de Edmundo González hasta que se pronuncie la UE. Y si antes la legitimidad de su presidencia, pese a haber perdido las elecciones, emanaba del Congreso, en el que como decía Bolaños "reside la soberanía popular", ahora está decidido a seguir presidiendo sin su concurso. Eso sí, lo tendrá que hacer de forma discontinua.