Las tardecitas de Valladolid tienen ese qué sé yo, ¿viste?

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Las tardecitas de Valladolid tienen ese qué sé yo, ¿viste?
Fotos cedidas por la Universidad de Valladolid
Javier Calles-Hourclé
Javier Calles-Hourclé
Lectura estimada: 4 min.
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Valladolid y tango, tango y Valladolid. Una cita que me ilusiona y no quiero perderme, pero voy un poco justo. La esfera del bobo me relojea con cara de reproche. "No tendrías que haber atendido esa última llamada, pibe", parece decirme mientras le doy la razón y aprieto el paso.

El alumnado de la Universidad Permanente Millán Santos, actor principal y razón de ser de las actividades culturales que la universidad promueve, colma la sala del paraninfo en el palacio de congresos Conde Ansúrez y, tras las palabras de rigor de Ana María Iglesias Botrán, directora de la UP, aguarda expectante. Busco una de las butacas libres del fondo y abro el cuaderno para tomar notas mientras llegan primero el quejido asmático del bandoneón de Iván, luego los cristalinos acordes del piano de Fernando y, finalmente, la voz de arrabal de Jimena, seductora y provocadora como el tajo por el que asoma su muslo izquierdo de porcelana.

Una milonguita de cadencia vertiginosa acelera el ritmo de la tarde. Las piernas de una pareja que ha subido al escenario se enredan sin pudor. En ese momento descubro que en el apuro me dejé los lentes y, en consecuencia, veo un poco borrosos a los bailarines; lo justo para que los firuletes que dibujan en el aire me parezcan todavía más misteriosos, imposibles.

Rebeca, la española del elenco, y Claudio, a media luz, se buscan y se entreveran por el caminito que trazan con pasión bajo sus zapatos. En el aire flotan esencias de naranjo en flor perfumando la sala. Difunden 'desde el alma' de 'Malena', que ya no le importa ni se pregunta si 'se dice de mí'; y entre sollozos se juramenta, en un quejido hecho canto, que 'el día que me quieras', podrá volver a sentir el aliento de su amante el bandoneón.


Foto cedida por la UVa.

Las piernas de Giselle vuelan por el escenario y, junto a las de Pablo, arrancan viruta a las tablas de Ansúrez. Aplausos, cortes, ochos, acordes de piano, quebradas, lujuria hecha baile. Todo me resulta mágico, imaginario, una especie de 'balada para un loco' interpretada por una cumparsita de ilusionistas que me transportan a 'mi Buenos Aires querido' desde el terciopelo de mi butaca.

Todavía extasiado, me despido de Ana y felicito a los artistas. Bajo las escaleras cavilando sobre lo que acaba de pasar. Tengo una idea que no se me va del bocho, y me siento en un bar -¿dónde más?- a darle vueltas al asunto. Me pregunto cuántas maletas habrán dejado un hueco para facturar en bodega un puñado de talentos, culturas y artes que sembrar en tierra castellana. Me pica la curiosidad, doy con algunos, pregunto, escucho, escribo.

Viviana es una salteña tucumanizada y Juan, su esposo, un vallisoletano tordesillalizado. La suya es una historia de película que recorre Stuttgart, Barcelona, Tucumán, Valladolid, y con esa bitácora la cultura se hizo espacio en forma de cine. Los cortometrajes, películas y documentales de Omnicorp Estudio, su productora, cuentan historias de aquí y de allá; como su reciente 'La controversia de Valladolid', donde ponen en el lugar de la historia que merece el antecedente histórico más importante en materia de derechos humanos.

Claudia llegó a Valladolid en el 2008. Es porteña y amante de la música a tiempo completo. Cantante lírica graduada en el Conservatorio Nacional de la Argentina, Doctora en Musicología por la Uva y profesora de la Universidad de León. Cuando está fuera del aula recorre Europa llevando la cultura argentina con sus grupos musicales: Mujeres argentinas y Transfronteras.

Marisa es santafesina con veinticuatro años de pucelana. Su vocación teatral la acompaña desde la adolescencia y ha viajado con ella desde la bota de la Argentina hasta la ciudad del Pisuerga. Tras participar veinte años en un grupo de teatro montó su propia compañía teatral, Diamante producciones, con la que ha recorrido España actuando y dirigiendo títulos eternos de Federico García Lorca, Molière y otros de actualidad.


Foto cedida por la UVa.

Enzo es rionegrino y otro tucumanizado. Todavía no cumple un año en Valladolid, pero su saber y pasión por la 'luthería' ya están funcionando en el pequeño taller La rosa. Con diez años de experiencia en el arte de crear guitarras clásicas artesanales decidió que España, la cuna de la guitarra, era el lugar idóneo para seguir creciendo en su arte. El arte de crear la belleza que sólo es capaz de formarse con madera, pericia, amor y tiempo.

Por los recovecos de la ciudad se cuelan otros personajes como La Mabbel, artista digital misterioso -¿misteriosa?- que expone su arte gráfico durante el mes de marzo en el Centro Cívico El Campillo; Diego, un argentopucelano a distancia, y no por eso menos pucelano, que riega con lágrimas de alegría cada uno de los artículos en los que se pasea por la cultura y las letras castellanas. Los riega con su filosofía y un profundo amor por esta tierra; y -perdón la desvergüenza- quien escribe. Un científico aficionado a las letras que, de vez en cuando, deja caer algún cuento que ocurre por la geografía vallisoletana. Pero esa es otra historia.

Intuyo que hay más, muchos más. Tal vez con la misma necesidad de hacer de Valladolid un poco más nuestra casa, tal vez igual de incapaces de dejar atrás nuestros amores, tal vez alentados por una ciudad colmada de historia, cultura y arte.

X: @javcalles

Canal: @ReflexionesDeCafeOk

Fotos cedidas por la Universidad de Valladolid.

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