Tendrá lugar los días 8 y 9 de marzo en la Feria de Muestras de Valladolid
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El teatro no debe tener mensajes. Para eso está la política. A la media hora de estar sentado en la butaca del Teatro Calderón había recibido más mensajes que en una pausa para anuncios de cualquier programa de Telecinco. El teatro hace preguntas. No da respuestas. En Tiresias las preguntas, por ejemplo, quién disfruta más del sexo, las mujeres o los hombres, entre otras, rayan el insulto a la inteligencia. Del teatro se sale con muchas dudas. Sin embargo, viendo Tiresias la primera pregunta que te hace es cuánto va a durar esto y la segunda es si lo voy a poder aguantar más de media hora.
Tiresias, para ponernos en antecedentes y resumir, había sido hombre y mujer. Según cuenta, el mito, se convirtió en mujer después de matar una serpiente hembra en pleno coito. Años después, en un suceso idéntico, mató al macho, lo que lo devolvió a su condición de hombre.
El espectáculo dura 2 horas que con el paso de los minutos se convierte en una auténtica pesadilla, un martirio. La manera que tienen José Manuel Mora y la directora de escena Carlota Ferrer de sumergirse en el mito para revelar los misterios de Tiresias no me convence ni lo más mínimo. Acaba por convertirse en un cajón de sastre donde no se salva nadie del naufragio.
Los autores griegos sabían que la forma culminante del teatro para que se convierta en auténtico arte es la ilusión perfecta de la realidad. Aquí, en Tiresias esto brilla por su ausencia. Aquí solo hay gritos y humo, mucho humo. No hay miradas, ni silencios. No hay nada que me atrape. Y no me atrapa sencillamente porque la mayoría de las palabras van huecas de significado. Un relato bien construido suscita asombro y mueve a la reflexión. Esto, no.
Y me duele el mal trato que se da a los clásicos. No de recibo que se desprestigie de esta manera a esta magnífica obra. Del elenco, la única que me conmueve es Paula Mendoza (como siempre) porque resulta creíble, por eso. De Ana Fernández y Carlota Ferrer solo agradecer sus esfuerzos por sacar adelante la obra y poco más.
Todas las tragedias responden a presagios aparecidos en sueños. La sociedad de ese tiempo creía en la idea de las visiones como los americanos creen en un señor que miente a todas las horas. En Tiresias, el espectador no tiene oportunidad de enfrentarse a nada. Uno va al teatro para compartir experiencias en tiempo real, pero con esta obra es pedir peras a un olmo. A ratos, me pareció, tuve la sensación de que elenco no acaba de ajustarse, de soltarse. En definitiva, para que sus actuaciones fueran un poco más esponjosas y no diera la sensación de que estamos celebrando el fin del curso en el colegio.
Miraba las caras del público y tenía la sensación de que se estaban aburriendo soberanamente. Como yo.
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