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¡Espabila, Europa!

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¡Espabila, Europa!
Pedro Santa Brígida
Pedro Santa Brígida
Lectura estimada: 3 min.

El guantazo público de Donald Trump al viejo continente ha sacado de su habitual letargo en política internacional a los líderes europeos. De repente, nuestros ¿estadistas? se han encontrado con el culo al aire, ahora tienen que hacer cuentas para aumentar el gasto militar, unos más que otros, y debatir cómo enfrentarse a los peligrosos excesos neoimperialistas de Vladímir Putin. Sin anestesia, el resultado de las elecciones en Estados Unidos ha abierto una enorme vía de agua a este lado del Atlántico.

Desde el final de la guerra fría, la caída del muro de Berlín y el desmoronamiento de la URSS, los europeos vivimos en una especie de placentero nirvana político y social, enredados en nuestros tediosos reglamentos y normas en pos de un mundo ideal. Es probable que el estado del bienestar se haya convertido en el árbol que no nos deja ver el bosque, ese planeta repleto de trucos y trampas donde algún que otro iluminado nos enfanga de cuando en cuando en estúpidas guerras a causa siempre de oscuros intereses políticos y comerciales. Tanta tecnología e inteligencia artificial para lo de siempre.

EEUU y Rusia se sientan a negociar en Arabia Saudí sobre el fin de la guerra en Ucrania, sin la presencia de Ucrania ni de la Unión Europea. Una afrenta en toda regla ideada (se supone) por Trump, que con una llamativa intención ha rehabilitado la imagen internacional de Putin en el mundo desarrollado. Cual elefante en una cacharrería, el presidente americano ha echado un órdago a los europeos, conocedor de las frágiles relaciones de los Veintisiete y de la extraña relación con el Reino Unido.

Con Alemania en plena campaña electoral, un Emmanuel Macron en horas bajas de imagen pública se ha apresurado a reunir a los países europeos más relevantes para hacerse una foto y poco más. Europa tiene ante sí el reto de hacerse oír, de plantar cara a los constantes desaires que recibe últimamente desde la Casa Blanca y hace años del Kremlin. Ha llegado el momento de ganarse el respeto de los dos machos alfa que intentan imponer su voluntad en el tablero internacional por la fuerza.

Después de dos guerras mundiales en nuestro territorio, en las últimas décadas los europeos mirábamos hacia la OTAN con cierta tranquilidad a la hora de elucubrar sobre cualquier conflicto bélico que nos afectara. Trump ha decidido que su país aporta demasiado - soldados, dinero y tecnología - y que ha llegado la hora de que los demás multipliquemos por dos o por tres nuestra inversión en defensa militar. Empiezo a intuir quién va a pagar la fiesta...

Conseguir que todos los países de la Unión Europea alcancen acuerdos unánimes en asuntos internacionales ha sido siempre un sudoku casi imposible. Lo será más a partir de ahora porque algunos estados miembros, sorprendidos más de la cuenta por el showman americano, están del lado del sátrapa ruso. Y a todo esto, la élite política china tiene que estar frotándose las manos.

El viejo continente todavía anda grogui por el cuadrilátero internacional, buscando bocanadas de aire que le permitan recuperar la compostura y seguir con dignidad en la contienda.

Acomodados entre sus ejércitos de millonarios, Trump actúa como un loco cacique populista y Putin no es más que un dictador. Pendientes de las urnas en Alemania, más vale que nuestros líderes encuentren el camino del entendimiento y sepan poner encima de la mesa lo que hay que poner ante estos dos elementos... Eso mismo.

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