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La costumbre es uno de nuestros mayores valores adaptativos, sin ella no nos podríamos sobreponer a la adversidad. Llegó el director Christoph Koncz, que esta noche le toca dirigir a la OSCyL y cambió la disposición de los músicos "a la alemana", lo que originó los porqués del público porque aquello no sonaba como otras tardes, aquella no era "nuestra orquesta", aquello no era a lo que estamos acostumbrados.
Escribía Giuseppe Tomasi di Lampedusa El Gatopardo y decía "Se vogliamo che tutto rimanga com´è, bisogna che tutto cambi". Y esto es lo que ha pretendido Koncz, pero todavía no sabemos con qué resultados. Estamos en un mundo en que todos los directores quieren ser auténticos, es decir, diferentes a los demás, y es precisamente esta comparación los que les hace a todos iguales. La obligación de ser auténticos conduce al infierno de los iguales.
Llegaron los primeros compases de Dúo-concertino para clarinete, fagot, orquesta de cuerdas y arpa, TrV 293 de Richard Strauss y el sonido que se producía en la Sala de Sinfónica Jesús López Cobos del CCMD se convertía en movimiento. De repente esa música era capaz de "desplazarte", era capaz de, con su naturaleza extraña y lejana, poblar la cabeza del oyente y de conseguir que esa música posibilitara renunciar a su individualidad y convertirse en un acontecimiento colectivo.
Todos los directores intentan dirigir las obras sin la materia sonora, idealizando el sonido, pero eso, uh, pocas veces se materializa. Y eso que Andrea Götsch, clarinete, y Sophie Dervaux, fagot, se empeñaron desde la primera nota en que Strauss ofreciera todo su universo que es inmenso. Todo lo que se toca con pasión se escucha con interés. Y eso fue lo que sucedió que la generosidad de la OSCyL se puso en marcha y arropó a las dos jóvenes intérpretes y al director y gracias a eso se pudo disfrutar de Strauss en su complejidad y belleza.
Beethoven, ha dejado dicho Bernard Haitink, es el portador del Gran Consuelo. Cuando escuchas la Sinfonía nº 7 te das cuenta, eres consciente del gran poder que tiene esta sinfonía. Lo que más me gusta y me atrae de Beethoven es su selecta compañía. Escuchando su música nunca te sientes solo. Su sinfonía es un grito de liberación. Su música pone en marcha tres inteligencias: la que escribe, la que interpreta y la que escucha. Su sinfonía es la generosidad en estado puro. En su sinfonía se encuentra todo. No es necesario que tú busques nada; ella va a tu encuentro.
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