La sombra del viento

Nueva entrega de la sección 'Palabras contra el olvido' escrita por el colaborador de TRIBUNA Ágreda

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La sombra del viento
Ágreda L.M.
Ágreda L.M.
Lectura estimada: 2 min.

Un concierto necesita un público cómplice. Dirige la OSCyL esta noche el maestro Pablo González. Un director que es puro magnetismo. Y brillante. Con cada movimiento de su batuta desparrama entre los músicos un pensamiento latente. Maneja la orquesta sin distorsiones, de manera sencilla, pero con intensidad.

¿Qué hay dentro del Concierto para flauta y orquesta, FS 119 de Carl Nielsen (1895-1931) que ejecuta con precisión de relojero el maravilloso flauta Emmanuel Pahud? Quién sabe. Lo que sí es cierto es que cuando sale Pahud en la Sala de Sinfónica Jesús López Cobos del CCMD se produce un silencio mágico. Se respira silencio. Y es entonces cuando empiezan a sonar el Allegro Moderato del Concierto de Carl Nielsen y se rompe el silencio con la música.

En el silencio es donde el oyente encuentra el placer. Dice Franz Kafka en una carta: "Un silencio como el que yo necesito no existe en este mundo". El silencio se necesita para crear y también para escuchar. Mientras disfrutas del concierto en silencio te aíslas del mundo exterior, de ese ruido permanente que nos acosa sin que nos demos cuenta.

Después del descanso llegó la Sinfonía n.º 4 de Robert Schumann con una explicación previa, con las palabras justas, exactas y bellísimas por parte de Pablo González. Comienzan los primeros compases y toda la energía de la OSCyL, la del público y la del director conforman un espectro sonoro donde solo cabe el gozo.

La sinfonía de Schumann acalla el alocado runrún del tiempo. Su música, por momentos se convierte en un susurro.  Y nos enseña, como no podría ser de otro modo,  a sortear las dificultades diarias y nos sumerge durante   30 minutos exactos en una felicidad intransferible.

Pureza, emoción e intensidad es la que nos está ofrecido esta noche la OSCyL y Pablo González a manos llenas. La música siempre ha sido una ventana para mirar el mundo de otra manera, para saber que la realidad es ambigua. La música satisface por sí misma.

Hay que dejarse llevar. Dejar que la música inunde tu cuerpo para que surjan pensamientos bellos. Dejarse llevar por los sonidos hacia una vida llena de sueños e ilusión. La música seguirá viva mientras el oyente siga buscando el misterio. 

Concierto superlativo el que hemos tenido la suerte de disfrutar esta noche. Ojalá siga la OSCyL, Emmanuel Pahud y Pablo González a este nivel altísimo durante muchos años.

 

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