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¿Qué duración se considera adecuada para una obra de teatro en los tiempos que corren? Los programadores piensan que una hora sabe a poco y el público puede protestar. Tres horas, no lo quiero ni pensar. Todos buscamos lo mismo: una experiencia que valga la pena. Prima Facie con Victoria Luengo esta noche en el LAVA nos tiene sujetos en la butaca más de cien minutos. Demasiados minutos me parecieron.
Victoria Luengo (Tess), por ceñirme al programa de mano, sufre un impactante acontecimiento que hará que su vida cambie par siempre. Y busca justicia. La fuerza narrativa y escénica que tiene Victoria Luego es impresionante, eso no es discutible. Pero hay pasajes durante los 100 minutos que muy a su pesar le falta verdad a su personaje. Y sin verdad, pocas cosas tienen valor. Otro, pero: también le falta profundidad, claridad y frescura.
Su personaje tiene amargura, tragedia y también, por qué no, algo de comedia. Y le falta y mucho esa mirada caleidoscópica que me enganche y que me deje ver más su lado oscuro. Porque su personaje va director al abismo, todos a estas alturas ya lo sabemos, pero no llego a captar sus accesos de rabia, de impotencia. De todos los peligros que la acechan.
Esa repugnancia moral que rezuma su agresor, esas ansias naturales de venganza, de desearle lo peor por haber destruido su vida tienen en Victoria Luengo un fingimiento que hace que no me acabe de creer su personaje. Su perfil psicológico durante toda la noche me resultó plano por mucho llanto, grito que soltara en escena. ¿Por qué no alcanza VL la complejidad del personaje creado por De Suzie Miller? Quizás el espacio donde se desarrolla la acción no es el más adecuado para explorar las sinuosidades de su alma.
Y si, hay ratos que Victoria Luengo es un prodigio de expresividad e imprime su encanto perverso y sensual, que tiene para regalar. Pero tiene otros, ¡ay! que es muy predecible y abusa un poco, solo un poco de la gesticulación subrayante: no le hace ninguna falta.
Volvamos al escenario. La escenografía evoca de forma melancólica un espacio teatral al uso: una mesa blanca de oficina, y unas estanterías minimalistas de Ikea que lo mismo valen para un roto que un descosido. En este lugar sucede todo. El vestuario de VL, susceptible de mejora. No es creíble que después de que pasen tres años o más aparezca en escena con el mismo pantalón con la que empieza su espectáculo. La vestimenta tiene que ver con la sustancia de personaje. A veces no está mal recordarlo.
El público, entusiasmado, al terminar la función regaló a VL una sonara ovación que se oyó en todos los rincones de Valladolid.
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