Compañía Nacho Duato

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Compañía Nacho Duato
Ágreda L.M.
Ágreda L.M.
Lectura estimada: 2 min.

Nacho Duato es uno de los coreógrafos más importantes del panorama mundial.  Todo coreógrafo es su realidad.  Lo que vemos esta noche en el Teatro Calderón a cargo de La joven Compañía Nacho Duato entra por los ojos de los espectadores.  La obra que estamos viendo representa paso a paso su vida.  Todo parece sencillo para esta joven compañía, automático; como si fuera realizado de manera inconsciente.  

Se abre el espectáculo con Gnawa y una fuerza vital guía a los bailarines y bailarinas que pisan las tablas del Teatro Calderón.  Esa fuerza, ligada a la juventud, al impulso vital, a la sorpresa, sorprende. Esa manera de bailar, que más que una manera de bailar es una manera de vivir, cala en la retina de los espectadores que disfruta a tumba abierta viéndolos.

El público se alimenta viendo a estos jóvenes bailar. No hay actividad más lúdica en la vida que ver bailar. Luego llegó Liberté y el poder liberalizador de la música y del baile se hizo presente en el patio de butacas. Todos tenemos que tener una trastienda donde ocultarnos del mundo. Aquí, en la 'trastienda del Calderón' uno se siente vivo porque todo lo que pasa en el escenario genera una reacción de alegría, de bienestar. De felicidad, en definitiva. 

Con Duende, vino Debussy y la mirada del público se congeló. El brillo de este elenco artístico es de muchos kilates. Un brillo especial se esparció por el patio de butacas del teatro. El estremecimiento, la angustia y los temores hicieron acto de presencia impregnados de una carga telúrica descomunal. Una fuerza común que parecía emanar de lo más profundo de la tierra se fusionó con los bailarines y bailarinas y apareció la catarsis.

Cantus seduce por la honestidad que emana en el escenario. Con música de Karl Jenkins resultó una pieza hermosísima.  Que Nacho Duato es una fuerza de la naturaleza, pocos los dudan. Esa danza interior que lleva consigo provoca en sus bailarines y bailarinas el contagio.  La sensación que se tiene es que no se puede rehuir esa invitación que propone a sus artistas y al público a unirse a él.

Porque aquí esta noche viendo a La joven Compañía Nacho Duato se tiene la sensación de estar presenciando pequeños milagros que se suceden continuamente. Un magnetismo irradia por todos los rincones del teatro.  El   romanticismo pleno y esa sensibilidad subjetiva tan desbordante que impone Duato en todas sus obras permite una empatía con el público que solo está al alcance de unos pocos elegidos como el Gran Nacho Duato.

 

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