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Crónica SuperSóniça: Tu festival rural gratuito

Crónica SuperSóniça: Tu festival rural gratuito
Jesús Antonio Zalama Collantes
Jesús Antonio Zalama Collantes
Lectura estimada: 3 min.

En estos tiempos que vivimos, en los que los festivales afloran por doquier, uno se pregunta cuál es la rentabilidad de organizar un evento de este tipo. Hace ya unos años, Javier Ajenjo, director de Sonorama Ribera, nos comentó que, durante más de veinte años, este evento estuvo arrojando pérdidas. Parece increíble hablar de un saldo negativo en un festival de este tamaño e importancia, pero los comienzos en cualquier empresa son duros y no fue distinto en Aranda de Duero; la pasión por la música y por el proyecto y el trabajo de Art de Troya fueron los pilares que sustentaron el que las pérdidas no acabaran con ese sueño.

En el sur de León, concretamente en Valencia de Don Juan, se ha celebrado este fin de semana la segunda edición de otro sueño que comienza a andar: SuperSóniça. Con esa 'ce cedilla' tan particular, que nos recuerda que estamos en tierras de Coyança, los conciertos de Karavana, Sexy Zebras, Lisasinson, Inmir y varios más congregaron a más de dos mil personas (en una localidad de 5000 habitantes) completamente gratis. Repito: completamente gratis. En este espacio me he lamentado amargamente de la masificación de los festivales y de su comercialización total, así que es una obligación poner el acento en eventos como estos, en medio de la España despoblada, en un entorno rural.

Los motivos para desearle una larga vida al SuperSóniça no terminan aquí. La curiosidad de un servidor le lleva siempre a preguntar en estos eventos a uno de los eslabones más débiles en la enorme cadena humana que llevan aparejados; los camareros de este festival están mejor pagados que en cualquier otro al que haya acudido. Puede parecer un detalle sin importancia, pero la salud de un proyecto se mide por la fuerza y el cuidado de la base, de las personas que lo integran y trabajan en él, más que por el cabeza de cartel de turno.

SuperSóniça no deja de ser un pequeño milagro en medio de un entorno rural que te permite disfrutar del grupo de rock indie más en forma del panorama español y, después, ver a su cantante deambulando por el mismo garito en el que intentas mantenerte en pie. Para que este milagro continúe, como siempre, las instituciones necesitan aumentar su apoyo. Por mucho que derrochemos en la barra, un evento así, con esos nombres y esa organización tan medida, no se mantiene gratis sin un esfuerzo por parte de todos. También el propio pueblo debe continuar haciéndolo: desde el bar que sirve bocatas al vecino que tiene que aparcar el coche ese fin de semana 150 metros más lejos de su casa. Es un esfuerzo que merece la pena, y si no, que pregunten en Aranda de Duero.

Desgranando lo puramente musical, poco que añadir con semejante cartel. Pude ver por primera vez en directo a Lisasinson y me sorprendieron positivamente. Los pogos de Sexy Zebras y Karavana no fueron totalmente secundados por el público asistente, en un gesto de bisoñez que me recordó que todavía el festival caminaba por su segunda edición. Si la tercera depende del éxito de la recién terminada, a buen seguro tendrá lugar.

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