¿Contra la banalización de la cultura? Sí

Nueva entrega de Juan González Posada M.

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¿Contra la banalización de la cultura? Sí
Juan González-Posada
Juan González-Posada
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Pocos meses antes de escribir la novela '1984', George Orwell analizó en algunos de sus escritos, cómo la decadencia, la degradación del lenguaje, la cultura y la política estaban interrelacionadas, y contribuían a una cultura superficial y deshonesta. Para Orwell, cuando las formas artísticas y culturales adoptan un lenguaje vacío y sin sustancia, se pierde la capacidad de provocar reflexión crítica y la profundidad, así como autenticidad. Se crean sociedades pasivas y conformistas que aceptan, sin cuestionar, la narrativa dominante. Ante esta situación, propone una cultura rica y critica.

Viene esta referencia a la preocupante banalización de la cultura en la sociedad contemporánea. A medida que avanzamos en la era digital y en este modelo de globalización, vemos cómo ciertos aspectos de la cultura se vuelven más superficiales y comercializados. Desde la música y el cine hasta la literatura y el arte, hay una tendencia hacia la simplificación y la homogeneización en lugar de la diversidad y la profundidad. Este fenómeno puede atribuirse en parte a la influencia de los medios de comunicación y las redes sociales, que favorecen la instantaneidad y la gratificación efímera sobre la reflexión y la apreciación genuina.

Esta situación que promueve la superficialidad y la estandarización afecta a la sociedad en general, incluyendo la forma en que las personas se relacionan entre sí, o cómo perciben el mundo que les rodea. Y en el sector cultural, algunos artistas y creadores, obligados por las circunstancias o por sus propias limitaciones, siguen fórmulas "culturales" predecibles y comerciales en lugar de explorar nuevas ideas y enfoques creativos.

La producción cultural está favoreciendo ciertos géneros, estilos o narrativas en detrimento de la verdadera y rica diversidad cultural, lo que lleva consigo lo comentado anteriormente -superficialidad de las expresiones culturales- y marginalización de otras voces y perspectivas diversas, limitando o anulando el espacio para acciones o temas importantes. Como decía Zygmunt Bauman en su libro 'Modernidad Liquida', esta situación que vivimos -con el silencio cómplice e ignorante de muchos políticos y técnicos-, es el resultado de una sociedad "que ha perdido de vista el valor de la creatividad, la originalidad y la introspección en favor de la conformidad y el consumo pasivo".

En este contexto, donde la política se ha vuelto cada vez más polarizada y anti-intelectual, surge un desprecio por el saber y el conocimiento en áreas como las humanidades y las ciencias sociales, lo que contribuye a una mediocre y cortoplacista visión de la importancia de la cultura, ya que socava el valor milenario de la reflexión crítica y la profundidad intelectual. Como apunta la profesora y escritora Susan Jacoby, "la profundidad es sacrificada en el altar de la trivialidad".

Las ciudades viven esta situación, y los ciudadanos lógicamente están sufriendo las consecuencias. Reconozcamos que en muchas ciudades, la cultura se ha transformado casi únicamente en una cadena anual de festivales -alejados de la realidad-, y banalidades, abandonando las administraciones e instituciones culturales su obligación constitucional, que podemos leer en los artículos 27 y 44. Se prioriza el entretenimiento y nada más, a costes altos y desproporcionados.

El gran actor y director escénico José Luis Gómez, con una larga experiencia europea, decía en 2016: "Hoy tenemos cultura popular, cultura gastronómica y cultura de todo. Falta la cultura. La verdadera cultura es crítica, diferenciadora e inquisitiva -no inquisidora-; construye y da instrumentos al hombre para armarse en la vida. (...) de esta manera, es muy difícil que puedan emerger conciencias públicas como la de Unamuno".

¿Qué estamos haciendo? ¿Qué hacen los responsables públicos, o los técnicos para frenar esta situación, tan grave como la progresiva privatización y abandono de la sanidad, los servicios asistenciales, o la educación?

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