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Abogados Cristianos

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Abogados Cristianos
Guillermo Delgado
Guillermo Delgado
Lectura estimada: 2 min.

Creyendo que el jabalí estaba muerto, el perro se acercó y recibió dos puntazos de colmillo.

El dueño del animal, nos recomendó volvernos y sonaron dos disparos de cartucho. Uno para cada uno de ellos. El dueño del perro de caza, ya no se quedó a la comida. Le cubrió con una manta y lo cargó en el Jeep. Por el móvil dejó un mensaje doloroso, sentido. No podía verle con ese sufrimiento escuchando los ladridos de dolor.

Ya nunca volví a acompañar a mi padre, aunque yo solo iba por comer las alubias con liebre y el café de puchero con rosquillas caseras.

El hombre que mató a su perro era abogado. Hace tantos años de esa escena que no tengo ni idea de la moral religiosa del amigo de mi padre.

Una joven que en el intento de suicidio quedó tetrapléjica ha pedido a la jueza que la autorizase la eutanasia.

El informe de todos los médicos y psicólogos ha sido favorable a la decisión de la mujer.

Los dolores son insoportables, la medicación no es suficiente y la evolución carece de futuro.
La Jueza declaró que la decisión de la joven estaba admitida por la reglamentación vigente.

Pero el padre y una asociación han interpuesto una demanda para llevarla a una instancia superior.

Ellos argumentan que la vida de la joven depende solo del designio de Dios. El verdadero creador de vida, que la concede y marca cuando debe terminar.

Su Dios es el mismo que ampara y permite la muerte de decenas de niños en Gaza y de jóvenes que mueren en pateras cuando el oleaje cubre lanchas neumáticas de todo a cien.

Estoy seguro de que todos los miembros de esa ssociación son abogados, de misa diaria y fervor místico. Inhumanos vestidos con toga, miserables que defienden una religión que desconocen. Les reto a leer conmigo pasajes de los evangelios. Les invito a que pasen conmigo una noche en un cajero automático con el cobijo de una manta o que hagan cola en el Banco de Alimentos, donde su Dios administra la leche, los huevos y el pan.

Su Dios es mi Dios. Pero a diferencia de su criterio el mío no admite el sufrimiento. el dolor, la pobreza  ni las guerras. Los hombres provocan esas catástrofes, el odio y la venganza, el sufrimiento y el rencor.

Cuando una mujer en plenas condiciones decide que ya no puede más, que la angustia, el dolor, la impotencia y el sufrimiento la impiden considerarse persona y quiere abandonar para finalmente descansar, este mundo, hay que respetarla y aceptarla.

Me imagino a los abogados en la cacería escuchando los ladridos del perro, mientras la sangre le corría por el lomo y le inundaba el collar, esperando que  su Dios le llevara con él, que para eso es el creador de la vida y decide el momento de la muerte.

Tengo muy claro el destino que tendrán cuando les llegue su hora y les reciba el Dios creador.

Lo van a pasar muy mal abajo, los Abogados Cristianos.

 

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