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Una guardia con los ángeles de la guarda

Tribuna Valladolid vive, a bordo de un coche Z de la Policía Nacional, un turno de noche patrullando la ciudad con agentes del grupo GAC

Una guardia con los ángeles de la guarda
José Ángel Gallego Vázquez
José Ángel Gallego Vázquez
Lectura estimada: 6 min.
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Es lo más parecido a una serie policiaca de Netflix, lo que ocurre que aquí no hay trampa ni cartón. Es tan real como la vida misma. Los malos no son actores y en las persecuciones no se usan dobles. El riesgo siempre sobrevuela su trabajo, pero no escatiman esfuerzos para que la película tenga un final feliz. Y llevan ya 200 años escribiendo un guion que a cada minuto puede sufrir un giro inesperado: es la Policía Nacional.

Tribuna Valladolid ha tenido la oportunidad de poder vivir desde dentro cómo es una noche de guardia con estos ángeles de la guarda que velan por la seguridad de los ciudadanos. Una cámara de este diario digital filma sus actuaciones en un turno "movidito" que comienza al filo de las nueve y media de la noche cuando la docena de agentes pertenecientes a la GAC (Grupo de Atención a los Ciudadanos) se reúnen en las dependencias de la comisaría de distrito de Delicias para recibir las indicaciones, equiparse correctamente y distribuirse en las diferentes radio patrullas.

Comúnmente conocidos como indicativos 'Z', son la punta de lanza para atender cualquier llamada de los ciudadanos a través del 091. Patrullan la ciudad noche y día, 24 horas, los siete días de la semana, los 365 días del año. No saben de domingos o festivos y solo la eterna vocación que sienten por su trabajo es el antídoto perfecto a la dureza de las situaciones a las que se enfrentan: peleas, robos, episodios de violencia de género, suicidios y todo tipo de episodios delictivos. De su coordinación y rapidez dependerá, en muchos casos, el éxito de la operación. Su labor puede centrarse en cuatro tareas principales: asistenciales, humanitarias, represivas y preventivas.

INSTRUCCIONES

Es una nueva jornada en la oficina. La decena de agentes que patrullarán la ciudad en cinco coches Z durante toda la noche llega a comisaría. Visten el uniforme reglamentario, además de un arma corta, defensa y grilletes. Reciben las órdenes concretas y una de las cinco zonas en las que dividen la ciudad. Deben estar muy atentos a algunas mujeres víctimas de violencia de género; harán la custodia de un preso de Villanubla ingresado en un hospital; tendrán que vigilar las habituales peleas de fin de semana y permanecer alerta a los robos con fuerza que se han incrementado en las últimas fechas, por ello deberán interceptar un vehículo de una determinada marca en la que al parecer viajan los cacos. Todo esto sobre el papel, claro. Porque la noche da mucho más de sí y en cualquier instante puede producirse un suceso en el que se hará imprescindible la intervención de los GAC.

El subinspector Francisco Antolín, que está esta noche de viernes al frente de la unidad, es claro: "ninguna dotación interviene en solitario, siempre estará apoyada por otra". El jefe alienta a sus chicos: "nos vemos en la calle". Poco a poco, los agentes recogen sus equipos de radiofrecuencia y un arma larga que viajará como dotación común en sus coches patrullas. Los policías, con el correspondiente permiso para usar las pistolas taser, comprueban su funcionalidad. Comienza el baile.

30 AÑOS EN LA CALLE

El operativo periodístico de Tribuna viaja en un vehículo de coordinación con el subinspector Antolín. Más de 30 años en la calle avalan su brillante expediente. El oficial Jesús Gonzalo será nuestro particular guía. Esta patrulla no tiene asignada una zona de la ciudad, sino que prestará apoyo al resto de dotaciones. Es noche de viernes. Hay mucha gente en el centro y este indicativo comienza a recorrer sus calles. Ponto comienza la fiesta. Entra un aviso: una discusión en el interior de un hogar y una llamada al 091. Sirena, rotativo y el vehículo acelera. La adrenalina está asegurada. Hay que agarrarse a los asientos y llegar lo antes posible. La capacidad de respuesta es una de las señas de identidad del grupo. Un minuto más tarde y el desenlace podría ser fatal. Antolín demuestra su pericia al volante. La velocidad es elevada. Ya no importan los semáforos, aunque en cada cruce se muestra en alerta por si algún vehículo no se percatase de sus maniobras.

Llegamos a la vivienda. El indicativo de la zona ya se encuentra en el interior. Están mediando en una fuerte discusión entre madre e hija que, afortunadamente, no llega a más por el momento. Es el pan de cada día. Discusiones, malos tratos, violencia en el seno familiar.

OLFATO POLICIAL

Francisco Antolín conduce ahora su Z hasta barrios, a priori, más problemáticos. Es tan importante la experiencia y el olfato policial que un pequeño gesto, cualquier detalle insignificante en labores preventivas puede desbaratar una acción delictiva o lograr que un delincuente pueda acabar entre rejas. Patrullando por Pajarillos, el subinspector percibe una maniobra un tanto extraña del conductor de un vehículo cuando descubre la presencia policial. Allá vamos. Las dos patrullas interceptan el coche conducido por un joven. Revisión rutinaria de documentación y salta la alarma. Una viajera del vehículo incumple una orden de alejamiento. Es detenida.

La noche está resultando agitada y en medio de tanta actividad, hay que regresar a la base a realizar las pesquisas necesarias por la última detención. Un pequeño respiro mientras se complementa el papeleo necesario y, de nuevo, vuelta a la calle: "allí es donde están los malos". El coordinador viaja veloz por los diferentes distritos de la ciudad en los que están ubicadas las cinco patrullas. Las llamadas de emergencia al 091 entran en la sala y esta distribuye los avisos al operativo más cercano. En poco más de un minuto, a lo más tardar, una patrulla llegará al lugar requerido.

Francisco Antolín permanece concentrado, atento a cualquier movimiento, a cualquier circunstancia que pueda resultar extraña. Recorrido por la ciudad y por su trayectoria. Relata a los periodistas de Tribuna sus inicios y cómo su vocación se ha convertido en una forma de vida. "Yo disfruto con mi trabajo". Hay momentos buenos y otros no tanto, pero en su ADN siempre permanece el servicio a la ciudadanía y la ayuda al que, por cualquier circunstancia, lo necesite.

FALSA ALARMA

Un aviso interrumpe la conversación. Hay que acudir a la casa de una anciana que desde hace dos días no atiende las llamadas de sus familiares. Se acude junto al servicio de teleasistencia de Cruz Roja. Se teme lo peor, pero afortunadamente es tan solo una falsa alarma. La mujer duerme plácidamente. Los agentes sonríen. Es esa otra cara menos visible de la Policía Nacional, que noche y día vela por la seguridad de todos.

La noche avanza. Ya es madrugada. La labor preventiva siempre está ahí. Que los vecinos de los diferentes barrios de la ciudad vean un coche de la policía también ofrece sensación de seguridad. En fines de semana suelen entrar muchas llamadas por peleas en las zonas de ocio nocturno y también por exceso de ruido. Allí se personan los diferentes indicativos para intentar calmar los ánimos de denunciantes y denunciados o disolver una reyerta.

FINAL INESPERADO

La experiencia para los periodistas de Tribuna Valladolid está siendo tan enriquecedora como trepidante. Los diferentes agentes atienden las preguntas de los informadores y relatan cómo suelen ser sus guardias (mañana, tarde y noche); aunque dejan claro que "todos los días son muy diferentes".

La madrugada parece dar una tregua. Todo está más calmado, pero es en esos momentos cuando no hay que bajar la guardia. Para muestra un botón. Una llamada de una central de alarmas da el aviso. Las cámaras de vigilancia detectan a dos individuos en el interior de un bar cerrado por reforma en el barrio de La Pilarica. La patrulla más cercana se persona en pocos segundos.

El coche de coordinación de Antolín, en el que viajan las cámaras de Tribuna, está lejos del lugar. Giro de 180 grados en la avenida de Madrid y la destreza al volante del agente hace que el vehículo vuele hasta este establecimiento. Dos personas han forzado la puerta e intentan perpetra un robo en su interior. Los agentes les sorprenden in fraganti. Cacheo, grilletes y directos a los vehículos policiales que están habilitados para transportar detenidos.
Al llegar a comisaria comprueban que son dos viejos conocidos de la Policía, con abundantes antecedentes. A uno de ellos, incluso, le consta una orden de entrada a prisión. La verdad es que no parecen muy preocupados, ni siquiera el detenido que en una horas será trasladado hasta el centro penitenciario de Villanubla.

La noche, según resume el subinspector, ha sido "muy productiva". Una vez que todos los agentes regresan a base, les vuelve a reunir para hacer el cierre de la guardia. Son más de las seis y media de la madrugada y, a esa hora, otra unidad ya patrulla las calles de Valladolid. La docena de policías que han hecho que la noche en Valladolid sea más amable se despiden. Es momento del merecido descanso, aunque en unas horas volverán a verse las caras: les espera un nuevo turno de noche.

Son los ángeles de la guarda de los ciudadanos y siempre están en guardia.