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El Museo Patio Herreriano y Manolo Languillo presentan 'Valladolid. Aquí y ahora'

Se podrá ver en las salas 1 y 2 desde el sábado 23 de septiembre al domingo 4 de febrero

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El Museo Patio Herreriano y Manolo Languillo presentan 'Valladolid. Aquí y ahora'
Miguel Ángel  Fernández
Miguel Ángel Fernández
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'Valladolid. Aquí y ahora', es un proyecto fotográfico realizado por Manolo Laguillo con el que el Museo Patio Herreriano convoca nuevamente, a través de la fotografía, a la ciudad y al territorio como síntomas elementales de las transformaciones a las que infatigablemente se asoma nuestro presente.

En las más de 140 fotografías que el fotógrafo madrileño afincado en Barcelona ha tomado en Valladolid en tres fases diferentes del último año (otoño, invierno y primavera), Laguillo ha planteado un proceso de trabajo que ha bebido tanto de lo afectivo como de las fuentes de las que por lo general se nutre su quehacer. A la metodología precisa y rigurosa con la que aborda su práctica suma ahora el recuerdo de sus paseos infantiles -de niño visitó con frecuencia a su abuela, que vivía en nuestra ciudad- y los cambios que percibe en la ciudad le provocan tanto asombro como curiosidad por saber qué motiva lo que algunos expertos consideran uno de los casos de estudio más interesantes en el campo del urbanismo reciente en nuestro país.

La ciudad es el escenario en el que Manolo Laguillo ha realizado sus trabajos más conocidos, aunque también se ha asomado a otras tipologías de espacios de variada significación. Si bien ha acudido con cierta frecuencia al color, las fotografías en blanco y negro de contraste notable son la seña de identidad de una obra que tiene sus orígenes más reconocibles en los paseos por la Barcelona de los setenta tardíos, acompañando en muchos casos a Humberto Rivas, a quien tanto quisieron Laguillo y no pocos compañeros de generación. La Barcelona preolímpica pronto se constituiría en motivo predilecto como lo harían también espacios menores de ciudades no siempre necesariamente notorias por algo y conocidas más bien por cosas que no siempre despiertan la atención de nadie. 

A menudo, los lugares que suscitan el interés de Laguillo lo hacen en su calidad de espacios urbanos críticos. Así se ha desarrollado este repertorio vallisoletano, en el que han querido formularse preguntas sobre el crecimiento que, como muestran las fotografías, resulta de todo punto impar, pues delatan el desconcierto al que nos dirige toda expansión errática o a la indiferencia a la que nos aboca lo previsible.

Fracturas sociales insuperadas, vestigios históricos inexpugnables, veleidades arquitectónicas irresponsables (apilamientos incoherentes fruto de bochornosos oportunismos) o la obsolescencia de las estructuras determinan la morfología de las ciudades. De todo ello se hace eco Manolo Laguillo, quien, desde su lado de la cámara, atiende, al mismo tiempo, a las propiedades narrativas del todo y del fragmento, a su situación con respecto a la línea del horizonte, a la relación entre masa y vacío o a la dispersión de las líneas de fuga.

A veces un giro de cintura desencadena un relato, cuando no es un levísimo movimiento de muñeca el que alumbra una nueva tensión entre dos imágenes, quizá guiado por un fortuito destello de luz. Porque aquí, Laguillo ha eludido con frecuencia toda rigidez programática, sin salirse, claro, de su libretto. La experiencia en la ciudad ha deparado secuencias narrativas elásticas, maleables, que en ocasiones le ha alejado de los planteamientos previstos. Azar y rigor en tensión. Aquí reside, pensamos, la riqueza de este nuevo encuentro con Valladolid.

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