La programación tendrá un coste de 437.551 euros que serán aportados por la Junta de Castilla y León, la Diputación de Valladolid y entidades locales
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Soy el castillo de Torrelobatón.
Mi icónica estampa en un altozano domina el valle del Hornija. En mis piedras se escribe la historia de algunos de los acontecimientos que marcarían el destino de la Corona de Castilla desde principios de la Edad Moderna. Pertenecí a la familia de los Enríquez, Almirantes de Castilla, hasta comienzos del siglo XVIII. Alfonso Enríquez –el iniciador del linaje- compró la villa y construyó una primera fortaleza, sobre la que me asiento.
Sería su hijo, Fadrique Enríquez, mi señor, el que promovió mi edificación entre los años 1455 y 1473, siguiendo los cánones de la llamada Escuela de Valladolid, con planta cuadrada y una gran torre del homenaje, rematada por una corona con seis cubos volantes. Tres torreones cilíndricos en las esquinas y patio de armas completan mi férrea arquitectura defensiva.
1521 fue una fecha clave en mi devenir histórico. La revuelta comunera, que luchaba contra las tropas realistas de Carlos I, sitió mi población y, para evitar males mayores, tuve que rendir armas. Aquí pasaron la que sería su última noche Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, líderes de la rebelión. El 23 de abril partían desde Torrelobatón con destino a Toro, aunque el ejército imperial cortaba su paso en la campa de Villalar donde se libró la batalla que acabó con la ejecución de los cabecillas, que bien podrían haber cambiado la historia de España.
Es precisamente este acontecer lo que hoy, quinientos años después, se puede visitar en mis tres plantas de la torre del homenaje, además de los cubos y adarves, mediante recursos audiovisuales, maquetas y elementos gráficos. Desde 2007 albergo el Centro de Interpretación del Movimiento Comunero que cada año visitan miles de personas.
Pero prosigamos con mi historia. La familia de los Enríquez, en 1538, decidió reconstruir todos los daños que causó la revuelta comunera, especialmente en mi torre de lo homenaje. Una obra encargada al cantero Diego de la Ranza. Las malogradas almenas se sustituyeron por los parapetos actuales.
Y siguiendo el sabio refranero castellano que dice aquello de 'Días de mucho, vísperas de nada', tras el lance de 1521, ya no fui protagonista de mayores hazañas. Seguí vinculado a los Almirantes de Castilla, cuyo señorío se encontraba en Medina de Rioseco, hasta el siglo XVIII. Con su desaparición, pasé a la corona y, más tarde, a la casa de Alba.
Como muchos otros castillos, a mediados del siglo XX, reconvirtieron mi patio de armas en silo para almacenar el cereal, con la construcción de grandes paneras. Ahora pertenezco a la Junta de Castilla y León, aunque me cedió en 2003 al Ayuntamiento de la localidad. Mi uso en estos días se reparte entre el turismo y las actividades culturales, sin olvidar mis jornadas comuneras que rememoran lo que aquí sucedió hace cinco siglos.
¿Y cómo olvidar la fecha de 1961? Aquel año daba el salto a la gran pantalla gracias a la película El Cid, de Anthony Mann y protagonizada por los inolvidables Charlton Heston y Sofía Loren. El rodaje fue un todo un acontecimiento en Torrelobatón, algo que, cincuenta años después, se relata en el documental de Pedro Estepa Menéndez 'Bienvenido Mr. Heston'.
No es por presumir, pero que razón tiene el hijo del recordado actor: Soy un gran castillo. A pesar de mi buena apariencia, algunas grietas han hecho que ayuntamiento y vecinos lancen una llamada de auxilio para que se intervenga urgentemente y pueda conservar mi señorial porte.
Y a ti, querido espectador de 'Castillos que hablan', estoy deseando que me visites. Seguro que te llevas una grata sorpresa. Solo por las singulares vistas desde mi torre del homenaje ya merezco la pena. Soy el castillo de los comuneros y también el de Charlton Heston.
Soy el castillo de Torrelobatón.
La programación tendrá un coste de 437.551 euros que serán aportados por la Junta de Castilla y León, la Diputación de Valladolid y entidades locales
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