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Año del Señor 2025

Carta Pastoral (1-15 de enero de 2025)

Año del Señor 2025
Luis Argüello
Lectura estimada: 4 min.
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Comenzamos el año del Señor 2025 desde el nacimiento de Jesús. La historia vive un antes y un después. Así lo reconoce la generación cristiana cuando a la hora de medir, de contar el tiempo, establece este criterio: antes y después de Cristo. Pero no solamente es una cuestión temporal de antes, después, sino que los años, desde que Jesús se encarna, se entrega por nosotros y resucita de entre los muertos, son años del Señor. Le reconocemos, así, como Señor del tiempo, como aquel que tiene la capacidad de abrazar nuestro pasado, presente y futuro. Quien, siendo camino, verdad y vida, acompaña nuestra peregrinación en el tiempo, en la historia.

Este año del Señor, 2025, es Año Santo. La Iglesia viene desde el año 1.300 conmemorando de forma jubilar el nacimiento del Salvador en estos años que tienen una denominación redonda, cada 100, cada 50, cada 25 años. Y, así, invita a todo el pueblo de Dios a caer en la cuenta de lo que significa este antes y después de Jesús, como Señor del tiempo que acompaña nuestro caminar hacia la plenitud del Reino.

En este año 2025, Año Santo, el Papa Francisco nos ha propuesto un lema: "Peregrinos de esperanza". En realidad, el lema nos hace caer en la cuenta de lo que somos. Somos peregrinos, y la peregrinación no tiene sentido si no tuviéramos la esperanza de llegar a algún sitio, de alcanzar la meta, de llegar al punto que supone en el deseo del corazón el arranque de nuestra peregrinación. Los años santos son, además, años jubilares que nos invitan a la alegría de experimentar el encuentro con el Señor y con su misericordia. Sí, la peregrinación que nos invita a mirar al futuro tiene en el Año Santo y su jubileo la característica de también ayudarnos a mirar al pasado y hacerlo con la mirada de la misericordia. La indulgencia, el perdón de los pecados, es esta mirada al pasado que cura las heridas, que descarga del corazón todo aquello que se nos ha pegado en el transitar por la historia, sobre todo, los golpes y las culpas, que van como paralizando el corazón y que son la causa de que nuestra esperanza decaiga.

¿Cuántas veces decimos "sí, sí", de nuevo voy a intentar esto con el fracaso que he tenido? O decimos "ya, ya", tú me dices que confíe, que ponga la otra mejilla, que comparta, que busque la reconciliación y el encuentro, pero "ya, ya", las experiencias vividas me hacen decir: "Más despacio". Por eso, el Señor del tiempo, que es peregrino con nosotros y camino de la misma peregrinación, sana nuestra memoria. La purifica y la redime para que, así, podamos estrenar una vivencia nueva de la esperanza. Incluso, cuando los territorios históricos de la esperanza son complicados.

Vivimos en época de guerras, de conflictos y violencias que nos hacen dudar de si es posible tener esperanza en la comunión y el encuentro. Vivimos situaciones de desigualdades e injusticias, que provocan que tantos y tantos tengan que salir de su propia tierra, que nos hacen dudar de si es posible la justicia que es contenido del Reino de Dios. Las mentiras antiguas y las nuevas, a través de tantos y tantos medios de comunicación social de esta hora, nos hacen también dudar de si es posible encontrarnos en la verdad y con la verdad. Por otra parte, la planificación tecnológica, las posibilidades de control social, de realización de planes de diseños tecnológicos, nos hacen dudar si es posible que acontezca algo verdaderamente nuevo.

Sí, la esperanza tiene que ver con la irrupción de lo nuevo, de la novedad en nuestra existencia. Somos peregrinos hacia la plenitud del Reino de Dios y, en el caminar en la historia, vamos descubriendo y sembrando gérmenes y diseños de la verdad plena que anhelamos. Ponemos mesas de comunión y de reconciliación cuando en la peregrinación levantamos una tienda de campaña, y también sembramos y descubrimos caminos de justicia, de reconciliación, de paz que esperamos encontrar y vivir plenamente en el Reino de Dios hacia el que caminamos.

Sí, la peregrinación solo es una anticipación. La peregrinación, en este abrazo que el Señor nos permite hacer del entero transcurso del tiempo, sana heridas, nos hace vivir de manera nueva el presente, mejor, descubrir la novedad de la irrupción de la presencia de Cristo, Señor Jesús, en el presente que aviva en nosotros el deseo de poder llegar a la meta del Reino. En él, desbordados el tiempo y el espacio, podremos vivir la alegría del encuentro con el esplendor de la verdad, la alegría desbordante de la fraternidad reconciliada en justicia y en paz, la alegría de saber que, quien es el camino, ha querido poner ante nosotros una mesa que él mismo quiere servir y que nos invita a servir para gozar plenamente de lo que ahora en la peregrinación solo vivimos en germen, en pequeños diseños que, ya vividos en la Fe, nos alientan a la esperanza y piden poner a prueba Fe y esperanza en la caridad concreta que seamos capaces de vivir personal y comunitariamente.

Queridos amigos, de nuevo, digámonos unos a otros "¡Feliz año 2025!". ¡Feliz Año del Señor, en el que la peregrinación de esperanza se hace jubileo y año singularmente santo para redimir la memoria y para acrecentar nuestro deseo de seguir peregrinando hasta que el Señor venga! Feliz Año Nuevo, 2025 AD.