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Discursos y bulos y fango

Discursos y bulos y fango
Diego Jalón Barroso
Diego Jalón Barroso
Lectura estimada: 5 min.
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Se nos escapa ya este 2024, un año que seguramente recordaremos por esos cinco angustiosos días de abril en los que España estuvo en vilo y sufriendo por su amado líder. Un hombre abatido que se preguntaba si le merecía la pena seguir guiándonos por la senda del progresismo ante la avalancha de bulos y fango que la fachosfera vertía sobre él. Afortunadamente pudimos suspirar con alivio y reponernos del susto y el sofoco que nos generaba la sola idea de pensar cómo sería la vida sin Pedro.

Claro que, bien pensado y una vez conocido el desenlace, eso de hacer una declaración solemne para decirnos que tras las innumerables muestras de apoyo y cariño recibidas el dolor insoportable del miércoles se había vuelto perfectamente asumible el lunes siguiente, pues entenderá el presidente que alguno pudiera pensar que el fango y el bulo era en realidad que alguna vez hubiese pensado en irse.

También es cierto que a esta performance del presidente le faltó un tantito de conmoción masiva y otro poquito de movilización nacional. El shock de la sociedad ante su mesías acorralado por el fango no acabó de visualizarse del todo. No llegó el terremoto social ni las riadas de gente echándose a la calle para suplicarle a Pedro que no nos abandone. Ni hubo catarsis, ni fue el comienzo de una nueva era, ni siquiera un punto y aparte. Doce mil militantes en Ferraz y el resto de los españoles de finde como si tal cosa.

La verdad es que no es fácil entender semejante indiferencia ante el mayor líder de la izquierda mundial, el hombre que ha convertido España, que antes de él era un país de traca, en nada menos que un cohete. Así nos lo volvió a contar en ese discurso de resumen de fin de año en el que convirtió la rueda de prensa del día 23 tras el Consejo de ministros. Y nos explicó que el cohete español no sólo vuela alto, sino que estamos "a años luz" del resto de nuestros socios de la eurozona. Bueno, es una forma de verlo, otra es la de la Comisión Europea, a la que le ha entrado la manía de recordarnos eso de la pobreza energética, la pobreza infantil o el paro, que ya hay que tener mala baba.

Y al presidente pues le pasó un poco lo que le lleva pasando desde su derrota en las elecciones de hace un año y medio. Dedicó unos eternos 50 minutos a glosar sus éxitos, sus méritos y a subrayar el cumplimiento de todos sus compromisos, que para eso él es un hombre de palabra. Y luego, cuando llegó el turno de las preguntas de los periodistas, zas, el fango otra vez. Porque todas eran para indagar sobre asuntos judiciales, presuntos escándalos, casos de corrupción o imputaciones del fiscal general del Estado y de su familia.

Y ahí, pues Sánchez tira de su pasado como deportista y responde que él "compite al máximo nivel para ganar desde el minuto 1 al 90". Esta vez no llegó a eso de exigir que pidamos perdón la fiscal general por haber borrado sus mensajes, pero sí que volvió a defender su total inocencia. Vamos que lo de que el Supremo le investigue es como dice Óscar Puente "una actitud pueril de algunos jueces".

Y luego, pues llegó el discurso del Rey por eso de la Navidad, a la que Sánchez llama "fiestas", no vaya a dudar alguien de su impecable imparcialidad religiosa, aunque creo recordar que todos los años sí felicita el Ramadán. Y aunque Sánchez habló primero y quiso adelantarse al Rey, igual hubiera sido mejor esperarse un poco y hacer su discurso qué sé yo, el 28 de diciembre, por ejemplo.

Porque a veces las comparaciones son odiosas. Un Rey tranquilo y empático frente a la mandíbula rígida, la sonrisa falsa y la afectación. La mirada esquiva del presidente frente a sincera preocupación de Felipe VI, que hablaba de algo llamado "el bien común", que ya son ganas de mentarle la bicha a Sánchez. Bueno, algo así como ver al Joker y luego a Batman, salvando todas las distancias.

El Rey hizo un diagnóstico realista y cabal de los problemas de España, en un discurso solvente y sin concesiones a la demagogia. Muy centrado en esas víctimas de la DANA de las que él no salió huyendo y a las que nunca llamó ultras o fascistas. A diferencia del presidente y su señora, Felipe y Leticia sí han querido conocer de primera mano el sufrimiento. Además de hablar del bien común, recordó el Rey que la Constitución es nuestro gran pacto de concordia y alertó del peligro que entrañan el deterioro de la convivencia y las políticas disolventes que niegan "la existencia de un espacio compartido". Esos muros Pedro, esos muros...

El presidente nos trató como a niños tontos y el Rey como adultos responsables. Pero lo mejor del discurso del Rey no es el discurso en sí, sino las reacciones de los que se dan por aludidos. Dicen por ejemplo los del PNV que tiene "una visión idílica" de una Constitución que ellos no votaron. Eso también lo dijo Otegui hace un par de meses, que "Euskal Herria ya rechazó la Constitución". Claro el problema con estas cosas es que los datos del referéndum del 78 no son como los wasaps de García Ortiz, y no es posible borrarlos. Y resulta que no consta lo que votó "Euskal Herria" en diciembre de 1978, pero en las tres provincias vascas ganó abrumadoramente el sí. En total, el 69,1% votó a favor de la Constitución, frente a un 23,5% que votó en contra.

Y un poco lo mismo les pasa a esos otros socios de Sánchez, los de Junts y ERC, que viven en mundos paralelos, pero en el mundo real resulta que Cataluña votó la Constitución incluso con más entusiasmo que Madrid. El 90% de los catalanes votaron sí frente a un más modesto 86% de los madrileños. O eso que dice el delincuente amnistiado y aficionado a la Historia Oriol Junqueras, de que el Rey "aplaudió las palizas que la policía les dio a los votantes catalanes en 2017". Tampoco es nada nuevo, podríamos incluso decir que es uno de sus bulos predilectos. Pero tranquilo Oriol, que a ti no saldrá Bolaños a reprobarte ni a exigirte que no atentes "con falsedades contra el honor de las personas". Faltaría más.

Y luego están Sumar y Podemos, que reprochan al Rey que hable de vivienda "desde su enorme palacio". Hombre grande sí es, pero no es del Rey, sino de Patrimonio Nacional y por lo tanto de todos los españoles. Y así seguiremos el año que viene y hasta que quieran Sánchez y sus compis, escuchando discursos y bulos y fango.