En tiempos de incertidumbre, las instituciones públicas no deben limitarse a la mera gestión cotidiana. Su responsabilidad es también ofrecer un marco de reflexión y sentido colectivo. La televisión pública debería ser un espacio ideal para ello. Sin embargo, lejos de cumplir esta función, ha optado por imitar las fórmulas superficiales del mercado, buscando la popularidad a costa de su capacidad para abordar los temas esenciales.
Un ejemplo claro de esta deriva es 'La Revuelta', un programa de RTVE que intenta atraer a un público joven con un humor supuestamente irreverente y una estructura ligera. Este formato, marcado por dinámicas superficiales, como los tipos de invitados, las preguntas triviales, "el bombo" o "la mesa desordenada", refleja una renuncia a la profundidad. Al ocupar un horario privilegiado y aspirar a convertirse en referente, el programa establece un modelo cultural que celebra lo anecdótico y lo banal. 'La Revuelta' no es solo un programa más; es un referente que crea tendencias y refuerza una narrativa cultural que normaliza la ligereza como valor social, especialmente entre las generaciones más jóvenes. Este modelo, además, se replica en otras televisiones públicas o semipúblicas, como la nuestra.
La televisión pública debe funcionar como una plataforma para el diálogo racional, un espacio donde se construya una esfera pública que fomente el intercambio de ideas y la deliberación democrática. En este sentido, la deriva de programas como 'La Revuelta' no solo representa un fracaso conceptual, sino también una traición a la misión de los medios públicos.
Esta elección editorial de RTVE plantea interrogantes sobre el rumbo de la televisión pública: ¿por qué una institución financiada por todos los ciudadanos sigue estrategias comerciales? ¿Debe competir con la trivialidad o liderar con contenidos que respondan a los desafíos de una sociedad cada vez más polarizada y en crisis?
El contraste con otras televisiones públicas europeas es revelador. La NRK de Noruega, por ejemplo, produjo "Skam", una serie que abordó temas complejos de la juventud contemporánea. En Alemania, programas como 'Terra X' de ZDF y el canal francoalemán ARTE exploran cuestiones como la sostenibilidad y la ciencia, manteniendo un equilibrio entre creatividad y rigor. Italia, a través de la RAI, sigue apostando por la educación cultural con programas como 'Ulisse', que transforma temas complejos en experiencias cercanas y significativas. Estos ejemplos demuestran que la televisión pública puede conectar con las audiencias sin subestimarlas, siendo educativa y relevante al mismo tiempo.
Enrique Bustamante, uno de los analistas más lúcidos de la comunicación en España, advirtió sobre los riesgos de adoptar estrategias comerciales en los medios públicos. En su obra 'La televisión económica', subraya que la televisión pública debe ser un espacio de cohesión, pensamiento crítico y formación ética. Adoptar fórmulas comerciales no solo traiciona esta misión, sino que empobrece el debate público. Esta advertencia sigue siendo válida: cuando la televisión pública abandona su deber formativo y cultural, no solo pierde relevancia, sino que contribuye a la banalización del espacio público.
Decía el profesor Bustamante: "La calidad no se mide por la cantidad de espectadores, sino por el impacto transformador que tiene en ellos". 'La Revuelta', con su tono superficial y festivo, no busca transformar, sino simplemente entretener de forma vacía y consolidar un modelo de sociedad que resulta inadecuado, especialmente en el contexto actual. Este modelo, como muchos otros en la parrilla pública, no puede prevalecer en un momento en que las democracias requieren más reflexión y cohesión que nunca.
Las televisiones públicas deben convertirse en espacios que combatan la trivialización y actúen como motores de progreso social y cultural. Como señalaba el sociólogo Manuel Castells, en una sociedad interconectada, los medios públicos pueden y deben actuar como nodos de confianza y cohesión, ofreciendo narrativas alternativas que desafíen la superficialidad dominante.
¿Qué pasaría si RTVE recuperara su ambición de liderar un cambio cultural, como lo han hecho otras televisiones públicas en Europa? Si, en lugar de perpetuar formatos banales, adoptara una programación que eduque e inspire, podría convertirse en un verdadero referente cultural. Como la NRK, ARTE o ZDF, RTVE tiene el potencial de transformar la manera en que la sociedad española reflexiona sobre sí misma y enfrenta sus desafíos.
El peligro no reside solo en lo que se emite, sino en lo que se deja de emitir: las voces que no se escuchan, los debates que no se plantean y las oportunidades que se pierden. La televisión pública debe ser más que un reflejo de los tiempos; debe ser un agente activo en la construcción de un futuro mejor. En palabras de Umberto Eco: "La televisión puede ser el lugar donde la cultura se haga visible, accesible, útil". RTVE aún está a tiempo de cumplir con esta misión, pero para ello debe recuperar su vocación de servicio público y su compromiso con la sociedad a la que sirve.
La opinión de Diego Jalón, como cada viernes, en TRIBUNA
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