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Una saga española

La opinión de Diego Jalón como cada viernes en TRIBUNA

Una saga española
Diego Jalón Barroso
Diego Jalón Barroso
Lectura estimada: 5 min.

Lo de España se va pareciendo cada día más a una telenovela, a una serie de Netflix con muchas temporadas o a una película franquicia de esas que están ahora de moda, tipo 'Dune' u 'Horizon: Una saga americana', que es lo último de Kevin Costner, un western por capítulos del que ya se ha estrenado la primera entrega.

No está claro quién fue el primero que dijo eso de que la naturaleza imita al arte, pero sí que fue Óscar Wilde en su ensayo 'La decadencia de la mentira', el primero en expresar esa idea, aunque no exactamente con esas palabras. Decía el genial irlandés, que atribuía a los pintores impresionistas las nieblas londinenses, que "la naturaleza no es esa gran madre que nos ha parido. Ella es creación nuestra".

Y así, como en la niebla londinense, transcurre el culebrón español. La realidad es sólo un guion y el productor es nuestro escritor de cabecera, el autor de esas cartas capaces de dejarnos días enteros en vilo a la espera del siguiente capítulo, empeñado en hacer buena la recomendación de Wilde de "intentar la renovación del antiguo arte de la Mentira, pues la Mentira es la más alta modalidad y el fin propio de todo arte".

Otra cosa es que hay quien pueda poner en duda el talento del artista que falsea el retrato de nuestra España, porque la verdad es que a veces, seguramente por la excesiva duración de las temporadas, los episodios se repiten o entran de lleno en el terreno del absurdo, un poco como las obras de Samuel Beckett. Así, por ejemplo, estamos hace semanas como Vladimir y Estragón, esperando a Godot, que no llegará hoy, sino mañana.

Y es que Puigdemont, que tuvo esos minutos de fama mundial de los que hablaba Warhol en ese breve rato entre la declaración de independencia y su suspensión, sigue esperando, siete años después, su nuevo gran momento. La vida parecía sonreírle tras las elecciones de julio y más aún con la aprobación de la ley de amnistía. Pero los resultados de las catalanas y ahora el Supremo le están aguando la fiesta. A pesar de todo, la gran esperanza del independentismo sigue viva. No vendrá hoy, pero mañana seguro que sí.

La verdad es que, si uno se mete en su piel, ya sé que no es sencillo si no se tiene experiencia en pasarse por el forro los derechos de los catalanes, es posible que comprenda que el personaje esté incómodo en su papel y piense que Sánchez le está engañando. Contaba el pobre Carles con pasar un verano tranquilo gracias a esa amnistía a cambio de hacerle presidente y ahora resulta que le toca seguir en busca y captura por malversación e investigado por terrorismo.

Es un giro en el guion que Puigdemont no tenía previsto. Con la de vueltas que le dieron Boye y Bolaños a la ley, que si la malversación buena y el terrorismo respetuoso con los derechos humanos, que si añadimos otra frase al texto, que si alargamos un poco más el preámbulo... Y al final todo para darse cuenta de que lo suyo es una sitcom. Y lleva siete años en el mismo plató y sin poder moverse ni rodar unos exteriores decentes, por ejemplo, entrando a caballo por la Diagonal en un paseo triunfal hacia el Palau de la Generalitat.

Producciones Sánchez tiene sus limitaciones, al fin y al cabo, es cine español. Y los jueces del Supremo, que son los que aplican la ley, han decidió que Junqueras y Puigdemont sí malversaron y no son amnistiables. Porque además eso era lo que dijo el actor secundario Bolaños en su día, que la ley era impecable y que la última palabra la iban a tener los jueces. Y cuando ha ocurrido precisamente eso, el argumento pierde consistencia y el culebrón entra en bucle.

Los espectadores empiezan a pensar que les toman por idiotas y que los diálogos no son congruentes. Cuando se conoció la decisión del Supremo, a la portavoz del PSOE, Esther Peña, cuyo papel es relativamente sencillo y consiste simplemente en escenificar todos los lunes un mitin contra el PP en Ferraz, misma localización, mismo argumento, resulta que no le habían pasado las frases y no las había podido memorizar. Le preguntaron qué opinaba y no supo responder.

Luego el PSOE publicó un comunicado que dice que "no entra a valorar las consideraciones políticas sorprendentes e innecesarias" del Supremo. Pues menos mal, si llega a valorarlas... Y cargan contra Feijóo por dudar de la imparcialidad del Constitucional, porque esto pone en riesgo el Estado de Derecho. Sí, lo dice el mismo partido que encabezaba en Cataluña las manifestaciones contra el Constitucional por lo del Estatut. El mismo Gobierno que aseguraba en 2022 que "el Tribunal Constitucional ha detenido la acción legislativa de los representantes legítimos del pueblo español. Algo que no ha sucedido nunca en los últimos 44 años y que afecta a los fundamentos de la separación de poderes y de nuestra democracia".

Vamos que si el Constitucional lo preside Pumpido es el garante de la separación de poderes y si lo preside otro, es una amenaza para esa separación. Por eso digo que el guion flojea. Porque en el fondo, no se tiene en cuenta la inteligencia de los espectadores. Todo obedece a los intereses del productor, todo está a su servicio. Y esto quiere decir que en su saga española Sánchez ha puesto a todos a sus órdenes, con el único objetivo de satisfacer sus intereses.

'Una saga española' es una producción que no repara en las audiencias y a la que no le preocupa nada, salvo lo que quiere el puto amo. Cuando el Partido Socialista le molestaba, le quitó el papel protagonista y le redujo a hacer los coros. Cuando necesitaba el voto de Teruel Existe, la España vaciada aparecía en pantalla. Cuando hacían falta los votos de ERC, se cambió el texto del Código Penal. Cuando Puigdemont, el 'Le Pen español', entró en la suma, se guionizó la amnistía. Cuando Illa aspira a presidente, se cambia el decorado de la financiación autonómica. Y si los tribunales y los medios molestan a su esposa, se les convierte en villanos. Dicen que la 'Saga americana' de Costner va a ser un fracaso. Pero se juega su dinero y sus propiedades. Sánchez en cambio, nos obliga a pasar a todos por taquilla.