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Pablo Vierci: "Esa sociedad que ellos crearon encendió una llama que mostró una forma de entender el ser humano completamente distinta"

El autor del libro de 'La Sociedad de la Nieve' describe a TRIBUNA la especial naturaleza de los 45 ocupantes del avión, lo que explica el vínculo que crearon en la montaña y que permitió sobrevivir a 16

Foto de portada: J.A. Bayona y Pablo Vierci, durante el rodaje. / Fotos cedidas por Pablo Vierci a Grupo Tribuna.
Rebeca Pasalodos Pérez
Rebeca Pasalodos Pérez
Lectura estimada: 11 min.
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Ya estaba contado, dicen muchos. Es cierto, la historia de 'La Sociedad de la nieve' o de 'Viven' o de 'La tragedia de los Andes' se ha contado. Estaba expuesto el relato de los hechos, ciertamente, pero aún faltaba la cercanía, el alma de lo vivido, el aporte personal que solo podía relatar quien, sin viajar en el avión, estaba pegado a la ventanilla. Pablo Vierci (Montevideo, 1955), creció con la mayoría de los 45 ocupantes de aquel avión de la Fuerza Aérea Uruguaya y es el autor del libro en el que se basa la película de J.A Bayona. Un relato que ha logrado meter al mundo entero en ese avión, dando forma al frío, al dolor, a la desesperación, pero también a esa sociedad increíblemente generosa e irrepetible que se creó en El Valle de las Lágrimas, de tal modo que hoy, sin miedo, se puede decir que "hay 16 vivos, porque hay 29 muertos".

PREGUNTA: Empezando por el principio: usted es uruguayo, acudía al colegio Stella Maris-Christian Brothers, donde estudiaron la mayoría de los 45 pasajeros, conocía a muchos de ellos. Me gustaría saber cómo vivió entonces todo lo sucedido: la noticia del accidente, la búsqueda, el fin de la búsqueda y la noticia de los supervivientes.

RESPUESTA: Imagina, yo tenía 22 años en esa época. Me crié en el barrio Carrasco, que en aquel momento era un barrio muy pequeño, un poquito alejado del centro de Montevideo. Todos los que organizaban el viaje íbamos al mismo colegio. Nos criamos, nos moldeamos juntos. Yo fui toda la primaria y la secundaria, pero yo seguí siendo amigo de ellos hasta el día de hoy. Imagina si a los 22 años se cae un avión con 45 personas, la mayoría de los cuales son con los que te moldeaste. Dos había de mi clase, muchos de la clase de abajo, muchos de la de arriba. Jugábamos al rugby con todos. ¿Cómo te sentís? El primer día del accidente y los días posteriores, la incredulidad, y, después, una sensación de limbo, porque yo tenía la convicción de que los chicos no estaban vivos, pero tampoco estaban muertos ya que en la búsqueda de los diez días que hacen los protocolos en los Andes, no encontraron restos. Los Andes, hay que conocerlos para ver lo gigantescos que son. La Fuerza Aérea y los que buscaban sabían dónde era la zona de cruce a Chile, pero nosotros, los amigos, conocíamos el coraje, la fortaleza de jóvenes como nosotros, criados junto al mar, en un colegio de hermanos irlandeses. Un colegio muy muy rudo, pero donde se predicaba la integridad por encima de todo, mucho más que lo académico.

P: Luego llega la noticia de que aparecen supervivientes.

R: Sí, lo primero que aparece es la ambigüedad, porque sabíamos que eran dos los que llegaban a Chile caminando y había 14 más. La gloria de 16 y el dolor y la tragedia de 29. Había más muertos que vivos. Cuando escuchaba la lista por la radio, lloraba y reía al mismo tiempo. La simbiosis entre la vida y la muerte.

P: La mayoría de la sociedad entendió la obligación a la que se vieron abocados los accidentados de alimentarse de sus compañeros para poder salir adelante. ¿Cómo fue para la familia de los fallecidos?

R: Hubo algunos que los apoyaron de entrada. Por ejemplo, el padre de Arturo Nogueira, que es el antepenúltimo que muere, escribió una carta no solo aceptando, sino honrando a los sobrevivientes de que hicieron lo correcto. Y está la carta Gustavo Nicolich, que es uno de ellos que dice que si él muere, gustoso entregaría su cuerpo. Ahora, ahí tenés que hablar con cada familia y ver cómo lo vivió, porque es muy subjetivo. La aceptación de la sociedad yo creo que sí se dio. Fueron recibidos con amor. Eso habla de Uruguay. Es un país pequeño, muy equilibrado, muy igualitario. Yo lo hablaba mucho con Bayona, que la película tenía que reflejar Uruguay, porque no es que seamos mejores o peores, pero sus peculiaridades explican lo que pasó. Si no conoces cómo nos moldeamos como país, es difícil comprender la sociedad que ellos construyeron en la montaña.

P: Una vez llegan los supervivientes, enseguida se pusieron en contacto con usted para pedirle que escribiera la historia.

R: Sí. En ese colegio ese rudo solo de varones, un colegio irlandés... imagínate, a nadie le gustaba escribir. Era como una especie de hobby que no era tan bien visto, pero como yo jugaba al rugby me lo aceptaban. Era una excentricidad. Cuando llega Nando Parrado, que era mi compañero de clase, me pide que lo ayude. El libro iba a ser de él, pero eso no prosperó. Y ellos, los sobrevivientes, tuvieron que hacer un libro para acallar un montón de infundios que empezaron a aparecer, mentiras: que se habían matado... cualquier disparate empezaban a publicar. Entonces hubo que hacer una especie de libro oficial, que fue 'Viven'.

P: ¿Qué diferencia hay entre 'Viven' y 'La sociedad de la Nieve'?

R: 'Viven' fue un gran libro, pero fue publicado en abril del 74. Imagina una circunstancia como esta: se cae un avión, 29 mueren, 16 se salvan, tienen 20-22 años promedio, y un año y dos meses después sale el libro. La sensación que a mí me quedó es que la historia faltaba contarla desde adentro, desde la cercanía. Desde esa memoria compartida que solo la teníamos los que habíamos convivido desde los cinco años. Y yo no tenía sustituto, ¿quién otro los conocía para contarlo?

P: ¿Cómo se gesta todo el proceso para la publicación del libro?

R: Empecé al mes que llegaron, ayudando a Nando. A partir de ahí, cuando sale 'Viven', abordé el tema desde el lado periodístico. Empecé a trabajar en diarios e hice un informe: los entrevistaba a ellos, hice un artículo con pilotos sobre por qué ocurrió el accidente, un análisis antropológico sobre qué fue lo que ellos crearon allá arriba... Porque para mí era muy generoso, me daba cuenta de que habían creado algo completamente nuevo. Esa frase que Daniel Fernández Strauch dice hasta hoy: 'nunca fuimos mejores personas que en la montaña'. ¿Cómo puede decirse eso en una adversidad extrema? Me parecía que había una asignatura pendiente ahí de contar esta historia. Esa sociedad que ellos crearon en el 72 encendió una llama que mostró una forma de entender el ser humano completamente distinta de las ficciones apocalípticas que dicen que cuando el hombre está perdido, lo que surge es el hombre como el lobo del hombre, la jauría. Acá había una cosa completamente diferente que lo que surgía era la generosidad, empezando por el pacto de entrega mutua de decir 'si yo muero, usa mi cuerpo para seguir tú con la llama encendida, atraviesa la cordillera y llega a mi casa para decir qué fue lo que pasó'. Me parecía que eso que tenía que contarlo uno de cerca y al mismo tiempo, tenía claro que una obra no anulaba ni reemplazaba la anterior.

P: ¿En algún momento, escuchando el relato de los hechos, le llegó a afectar?

R: Lo que hicieron ellos, en lo más mínimo. Me parecía de una generosidad y de una inteligencia absoluta. Lo que sí me afectaba siempre es la ambigüedad de los chicos que quedaron en la montaña. Yo soñaba con ellos, es como que estaban presentes y no me terminaba de convencer de que no estuvieran. Yo tengo amigos de la misma época que hoy, 51 años después, todavía no pueden hablar del tema. Imagínate que no es un accidente cualquiera y tampoco es una guerra, acá no hay enemigos, no tienes a quién echarle la culpa porque la montaña no es tu enemiga. Además, está esa cosa tan perversa de que tenían una radio, que escuchaban lo que les decían, pero no pudieron hacer funcionar la radio después, o sea, escuchaban pero no podían hablar. Entonces, ellos, abandonados, crearon esa sociedad. La consigna que tuvimos con Bayona cuando empezamos a trabajar, que no se podía haber dicho así hace 10 o 20 años: 'hay 16 vivos porque hay 29 muertos'. Esa idea que dice Roberto Canessa: 'permítanme vivir en representación de ustedes', yo creo que eso está representado. Por eso el narrador de la película es un chico que no volvió.

P: Decía Bayona que las noches que pasó en los Andes para empezar a preparar la película, perdió la noción de si era de mañana o de tarde, sin embargo, en 'La sociedad de la nieve' hay una cronología muy precisa de los hechos, ¿cómo llegaron a esa exactitud?

R: Tienes la ventaja de que hay 16 testigos que estaban vivos y algunos muy memoriosos y, además, hay tres cartas de personas que murieron, dos chicos y Liliana Navarro. Entonces, es un puzle. Yo hablé con cada uno por separado y ves que hay puntos en común: nadie tiene dudas de que hubo una expedición el día 4 para ver qué se veía a la distancia, no hay dudas de que el séptimo día empezaron a hablar del tema de la alimentación, no hay dudas de que al octavo día empezaron a alimentarse algunos, no hay dudas de que al décimo día se suspendió la búsqueda, no hay duda que el día 11 hicieron una expedición loca y que durmieron arriba, porque todos se acuerdan de eso, murieron dos de ellos, pero uno está vivo que es Gustavo Servino.

P: Sobre la película, ¿cuándo se pone en contacto Bayona usted?

R: El primer contacto fue en mayo de 2011, que él me mandó un correo y yo inmediatamente lo comparto con los sobrevivientes y nos llama la atención. Yo lo conocía a Jota Bayona porque había visto 'El Orfanato'. El mail que nos envía es extraordinariamente humano y nos deja vislumbrar que él también quiere sumergirse en el océano en busca de algo desconocido. Y en español, que es clave. Teníamos que ser honestos empezando por la lengua. En español de Uruguay. Donde no haya actores preponderantes que desbalancearan el equilibrio de una obra coral, con heroísmos compartidos, con diferentes tipos de heroísmos. Antonio Vizintín lo plantea claramente, que para él los héroes son los que dieron todo y no volvieron. Lo ves en la película, todos sufrieron lo mismo y al fin y al cabo uno se moría y otro no, muchas veces por azar. Como dice siempre Nando [Parrado], en el avión, los asientos no tenían número, una fila de asientos se murieron casi todos porque fueron los que se estrellaron contra la cabina. Yo creo que una cosa muy interesante es que la película permite que todos estemos en el avión, que hoy el mundo está hablando de la película, porque el mundo está dentro del avión y si estás adentro del avión, te haces las preguntas de ellos: ¿Qué hacemos?, ¿hasta cuándo?, ¿qué va a pasar mañana?, ¿quién se va a morir mañana? Y la pregunta que para mí es fundamental: ¿hasta cuándo quiero llegar?

P: Usted es, además, productor asociado de la película y ha intervenido en la creación del guion. Hay muchos detalles del libro que quedan fuera del filme.. ¿Qué es lo que ha determinado que una cosa entrara y otra no?

R: Al final del rollo en la película aparezco como desarrollo de guion con otro guionista, porque en los primeros años, 2016-2017, yo tenía toda la información, tenía a los sobrevivientes y a los familiares de los que murieron para apoyarme. En Uruguay yo trataba con ellos y luego iba a hablar con Bayona a España. En un momento determinado nos dimos cuenta de que yo, inconscientemente, defendía más a las personas que a la película. Hacía todos los malabarismos imaginables para que todos tuvieran cinco minutos, lo cual es un es un error desde un punto de vista de una obra artística. Yo acompañé todo el rodaje menos los Andes y teníamos el guión como una base. Era una exploración, porque estábamos sumergiéndonos en el océano para tratar de acercarnos a lo que vivieron. Eso que dice Canessa: 'cuando moría alguien yo sentía tristeza no por la persona que moría sino por mí, porque yo soy el próximo'. Cuando Nando Parrado cuenta lo que es el hambre, dice: 'El hambre, tú no podés vivir y saber lo que es el hambre desde el llano. Es una sensación y no es el dolor. Es saber que no tenés posibilidad de acceder a la comida'. Todo eso es muy difícil y lo que se trató con la película es que fuera inmersiva, que el espectador estuviera dentro del avión. Sobre qué quedó afuera, eso es una decisión puramente de J. Bayona. Había circunstancias, hechos o personajes que yo creía que no podían quedar afuera y a veces sí discutí para que se incluyeran. Esto sí, lo que quedó afuera era porque de alguna manera tácitamente ya estaba dicho. Por ejemplo, en la realidad fueron dos días de rescate, porque ellos por mal tiempo pararon en Mendoza, eso no está. Tenés que elegir para llegar a la esencia. Si llegas a la esencia, llegas a la verdad, si llegas a la verdad, es universal.

P: En la película hacen un cameo tres de los supervivientes. ¿De quién fue la idea?

R: De J. Bayona. En verdad hubo más cameos, pero no todos salen. Daniel Fernández es un cameo que está en la iglesia; Antonio Vizintín, que está en el aeropuerto; Nando Parrado que recibe a la familia Parrado; Canessa que recibe a Canessa actor en el hospital, y hay más. Creo que esos cameos son muy importantes. Jota lo que busca es el realismo para llegar a la verdad, pero no solo para el espectador, lo hacía para que los actores se dieran cuenta que estaban viviendo algo. Que no estaban interpretando, sino que eran ellos. Eso lo logra Bayona con su pasión, con su talento y con esos detalles. Yo era el puente con los sobrevivientes y con los familiares. Recuerdo que estábamos en el rodaje y de repente me pide: 'Pablo averigua, no sé, dónde ponían la mano todos'. Yo llamaba a todos: 'Si están tirados contra el fuselaje, qué haces con las manos'. O '¿qué se llevaron cada uno como recuerdo cuando se fueron?'. No aparece eso. Aparece la maleta que lleva Gustavo Servino, pero él necesita saberlo porque los actores se llevaron algo todos, aunque vos no lo veas en la película.

P: ¿Cree que la historia, tanto el libro como la película, ha servido para que se terminen de curar las heridas que podían quedar abiertas todavía?

R: Sí, yo creo que son ciclos que no se cierran del todo, es como la vida y la muerte, pero que se avanza, sí. No tengo duda porque lo dicen ellos. Los sobrevivientes lo dicen y fundamentalmente lo dicen los familiares de los que no volvieron. El primero de septiembre, hicimos una exhibición de la película en conjunto a 360 personas en Montevideo donde estaban los sobrevivientes y los familiares de los que no volvieron. Ninguno había leído el guion. Presentamos la película con el susto de si estábamos a la altura de las expectativas. Y fue una maravilla porque habíamos sido lo suficientemente puntillosos, respetuosos, honestos y creativos, al punto que todos se sintieron no reconfortados, se sintieron reconciliados con la vida. Eso es lo que logra la película y eso es sanador y universal.