Eso ya lo oí mañana

Nueva entrega de 'Palabras contra el Olvido' que deja, como cada lunes, Ágreda para TRIBUNA

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Eso ya lo oí mañana
Ágreda L.M.
Ágreda L.M.
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La pretensión del oyente es escucharse escuchando. En ese sentido, la música que se escucha esta noche en la Sala Sinfónica Jesús López Cobos en el CCMD no tiene la necesidad de resolver nada. Escuchar por primera vez con tiempo y gusto a Anatoli Liádov (1855-1914) y a Dmitri Kabalevski (1904-1987) con el intento de saber que dice su música, devuelve intacto el sentido de aquello que dejó escrito el poeta: la música detiene el tiempo.

El poder de la música de Anatoli Liádov, fueron 18 minutos deliciosos con Baba-Yaga, El lago encantado y Kikimora, op.63 y como se adentra, se adhiere en la conciencia del que escucha es sorprendente. Cuando tomamos conciencia de la música esta se convierte automáticamente en palabra. Aquí hay una necesidad imperiosa de escuchar al otro. Y no de escuchar lo que uno quiere oír sino otra cosa. La materia de la música eres tú mismo.

Luego llegó el carismático y genial violonchelista Steven Isserlis y nos despachó un Concierto para violonchelo y orquesta nº 2 de Dmitri Kabalevski maravilloso. Hay músicas, como hay lectura y personas que te ayudan a encontrar la felicidad. No es el tipo de felicidad convencional de la que se practica por ahí, no. La felicidad de la que hablo es la felicidad de la plenitud.

Esos sonidos que saca Isserlis de su violonchelo permiten que el oyente descubra un equilibrio, una tranquilidad, una paz que le permiten anular todas las citas que tiene con el médico durante todo el año. Porque esta música, este silencio define muy bien lo que yo entiendo por felicidad: encontrar el equilibrio entre lo que está pasando esta noche y disfrutarlo.

Descanso. La Sinfonía nº de Ludwig Van Beethoven nos ofrecieron los mejores momentos de Thierry Fischer como director titular de la OSCYL. La constante evolución de esta orquesta es obra de este "castellanizado" director. Una orquesta es una pequeña representación de la sociedad a pequeña escala. El director tiene que tener la capacidad de comprimir todas las visiones y fijar un objetivo común.

Está noche estamos viendo y escuchando un momento único. Esta noche Thierry Fischer siente la música y se la hace sentir a músicos y público. Se le ve como si estuviera poseído. Está dirigiendo a la OSCyL con cabeza y corazón. Su obsesión, su sobriedad y su meticulosidad está permitiendo que se escuche la segunda sinfonía de Beethoven como nunca se ha escuchado en esta sala.

Todos allí unidos en lo inesperado, escuchando al sublime Beethoven.

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