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Maranatha, ¡Venga tu Reino!
Monseñor Luis Argüello García
Monseñor Luis Argüello García
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¡Venga tu reino! Está diciendo de nuestra Iglesia vallisoletana a lo largo del Año Jubilar. Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor! Dice cada comunidad de creyentes que se reúne a celebrar la Eucaristía en cualquier lugar del mundo, en cualquier rincón del tiempo. ¡Maranatha! Decían ya los anawim, los pobres de Yahvé. Y seguimos gimiendo nosotros ahora en Adviento, en el comienzo del año litúrgico. Advientus, Adventus... dirigirnos hacia el que viene, caminar hacia el que ya está viniendo para encontrarse con nosotros.

Adviento es, podríamos decir, como la marca de la Iglesia, su ADN más profundo, el código fuente que nos permite interpretar todo aquello que vivimos. Si el Señor resucitado está presente con nosotros, vive lo eterno y lo eterno abraza nuestra vida y nuestro tiempo, nuestra peregrinación. Y así, aunque el encuentro con Él se está produciendo de manera germinal, ese mismo encuentro aviva en nosotros el deseo del encuentro pleno y definitivo.

Por eso decimos Ven, Señor Jesús. Es un gemido que surge de tener la experiencia de una promesa que se hizo a los antiguos padres, una promesa ya cumplida en nuestro Señor Jesucristo pero el cumplimiento de esta promesa inaugura una nueva promesa: la promesa del reinado definitivo de nuestro Dios, la promesa de la plenitud de verdad, de justicia, de bien, de alegría, de reconciliación... A la que caminamos y que al mismo tiempo vamos acogiendo y sembrando en la historia.

Somos peregrinos de esperanza, vamos acogiendo en la presencia del Señor la comunión, la fraternidad, la justicia que brota de su entrega. Y, al tiempo, experimentamos la fragilidad, la limitación, lo que aparece incluso a veces como triunfo de la tiniebla o de la mentira. ¡Por eso este gemido Maranatha! Sí, Señor, ya estás, pero ven pronto.

El caminar en esperanza trata de salir al paso de dos tentaciones una, desentendernos del presente, poniendo solo los ojos en el futuro que esperamos en el objeto de nuestra esperanza, pensando que mientras tanto podemos desentendernos de lo que ocurre en el tiempo, de nuestras relaciones y de nuestro ser.

Vivir y actuar en el tiempo. Otra tentación sería pensar que podemos realizar proyectos acabados. Esta ha sido la tentación de las ideologías del tiempo moderno que han pensado que podían construir el paraíso en la tierra, que pueden, a través de medidas económicas, legislativas, políticas, hacer que desaparezcan los problemas y proponer la realización de un modelo de vida plena y acabada si responde a proyectos ideológicos.

No, estamos llamados a hincar nuestras manos en la espesura de la historia, sabiendo bien que la plenitud no es de este mundo. Que nuestra propia vida personal en el deseo de la santidad, sin embargo, en tantos aspectos es frágil, incompleta, limitada. Que la vida de la Iglesia, que la vida comunitaria, que la vida de acogida plena del Evangelio es también frágil, es también germinal, es también siempre en crecimiento y en esperanza.

Y lo que podemos colaborar con otros conciudadanos en la historia, en el camino de la verdad, de la justicia, de la paz, de la libertad, de la igualdad, es también limitado y germinal. ¡Comencemos este Adviento, amigos! Vivamos la esperanza. Hermanos de la Iglesia vallisoletana. Hagamos una propuesta intensificada en este Año Jubilar de decir ¡Venga tu Reino!. Escuchemos al Señor que nos dice Venid a mí para encontrarle dentro de unos días, en el pesebre de Belén, en el regazo de su madre María, la que se abre a la acción del Espíritu Santo.

Vivamos este coloquio entre el Maranatha y el Venid a mí para que el encuentro con el Señor en el tiempo avive nuestro deseo y nuestra esperanza de encontrarnos plenamente con Él en el Reino de los cielos.

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