Cuando los problemas se enquistan, terminan explotando, también en la UE

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Cuando los problemas se enquistan, terminan explotando, también en la UE
Félix  de la Fuente
Félix de la Fuente
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El problema del fútbol femenino ¿ha surgido ahora con el beso del prepotente e indecente Rubiales? No es sólo que los organismos españoles, incluido el gobierno, hayan "actuado con excesiva lentitud" - son palabras de un miembro de gobierno-,  sino que no se han molestado ni en prevenir ni en resolver una situación anómala que viene de lejos. Ahora el problema les ha estallado en las manos. Y todo son lamentos por la imagen que está dando España. Pues, no señores. La imagen que damos los españoles es el triunfo del equipo femenino de fútbol, y el beso de Rubieles es la imagen que están dando desde hace ya varias décadas nuestros políticos.

Algo similar se puede decir de la situación en que se encuentre la UE, aunque en otro plano. Son varias los graves problemas que pueden hacer saltar por los aires la integración europea en cualquier momento: la primera y la más importante es el alejamiento que tienen los ciudadanos frente a este proyecto, en el que se sienten como invitados de piedra. Otras patatas calientes son el bloqueo del Consejo en la toma de decisiones importantes debido al voto por unanimidad, y, por último, aunque no la última, la falta de un espíritu común europeo.

No estoy exagerando. Los partidos antieuropeos son cada vez más fuertes. La frustración de los ciudadanos frente a los políticos se hace extensiva al proyecto europeo, que consideran un asunto exclusivo de la casta política. Si algún día llegara a debilitarse el eje franco-alemán, volveríamos a los nacionalismos, que, de todas formas, siguen aún tan rampantes en el ámbito regional.

¿Qué se puede hacer? Es voluntad política lo que falta, pues los políticos sí saben qué es lo que deberían hacer. En la próxima cumbre del Consejo Europeo, que se celebrará en Granada, espero que se empiece a hablar, como al parecer está previsto, del voto por mayoría cualificada. Si no es así, la próxima ampliación de la UDE a Ucrania y los países balcánicos, prevista para el año 2030 acabará ahogando el proyecto europeo. Treinta y cinco países y otras tantas lenguas, con su correspondiente derecho de veto, convierten en inmanejable la máquina europea

Ya sería un paso de gigante, si se suprimiera el voto a la unanimidad en el Consejo y en el Consejo Europeo.  Pero no es suficiente. Para que el ciudadano vea la integración europea como algo propio, debe jugar un papel mucho más importante, tanto en la elección de los miembros de todas las instituciones de la UE, como en la consulta y en la información constante. ¿Por qué no se somete a referéndum-un único referéndum para toda la Unión- la entrada de cualquier país en la UE?

Otra patata caliente es la falta de espíritu europeo. Lo poco que se ha logado en este campo se debe al programa Erasmus. Creo que deberíamos ser mucho más valientes en este campo, además de ampliar este programa a todos los ámbitos. Necesitamos, además, un idioma común en el que podamos entendernos todos. Mientras el ciudadano no pueda tener una conversación normal con todos los ciudadanos de la Unión, no se podrá sentir ciudadano de la Unión.  Además, la UE no puede seguir permitiéndose el lujo de unos gigantescos gastos en traducciones e interpretaciones, gastos que es el ciudadano el que los paga. Esto no es un ataque a ningún idioma nacional o  regional. Pero, mientras un español no pueda mantener una conversación con un finlandés, no podrá tratarlo de tú. El día que no podamos entendernos los españoles con un idioma común -y caminamos en esa dirección- , desaparecerá España como nación. Y mientras en la UE no tengamos un idioma común, no podemos hablar de Unión Europea.  Pero ¿cuál debería ser este idioma? (seguirá).

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