Ya resuena por las calles de Valladolid el soneto que pregona que a medio día la Plaza Mayor acogerá el tradicional Sermón de las Siete Palabras, por segunda vez en su historia pronunciado por Luis Argüello, desde hace 10 meses arzobispo de Valladolid y que ya tuvo ese honor en 2005.

Ante unos doscientos fieles y en un ambiente de profundo respeto, el propio Argüello acaba de entregar el pregón con el que son convocados al Sermón posterior todos los habitantes y visitantes de la ciudad, que cada año renueva este madrugador ritual desde 1944.

En una mañana fría pero luminosa, el hermano Álvaro Gimeno, cubierto con su habitual capucha roja y acompañado por un grupo de caballistas cofrades, ha recogido en la sede episcopal el pergamino en el que se ha plasmado el soneto anunciador, obra en esta edición de Enrique Gutiérrez.

Se da la circunstancia de que este año Argüello ejercerá de arzobispo para entregar el pregón a los caballistas y posteriormente tomará la palabra para pronunciar el Sermón, dado que es costumbre que la Cofradía de las Siete Palabras encomiende al nuevo prelado esta responsabilidad, ya ejercida por él mismo cuando era vicario de la Archidiócesis y rector de su Seminario en 2005.

Desde el momento de la entrega del soneto, los caballistas recorrerán trece localizaciones diferentes de la ciudad, entre ellas algunas emblemáticas de la Semana Santa vallisoletana como la Catedral, la Academia de Caballería o la Plaza de San Pablo.

Tras un toque de corneta, medio centenar de fieles y curiosos madrugadores han podido escuchar por primera vez este Viernes Santo los catorce versos en la puerta de Arzobispado: "Adorad el tronco con vinagre ungido, retorcido de dolor y por amor resquebrajado. Y aunque yace en él el ser vencido, se derrama el perdón por su costal ajado. Dura lid y en proster aliento, cuando todo se rebela consumado, por su boca moribunda se nos legan siete pétalos de rosa perfumados. Acudid hoy al son de las cornetas Plaza Mayor, que troten los caballos, la fe nos iluminará la senda, la palabra obrará en cien milagros y al llegar a la plaza verás al cristo en un templo de amor acurrucado".

Esta tradición se remonta al 7 de abril de 1944, cuando un grupo de cofrades de las Siete Palabras convocaron a caballo el Sermón, al estilo de las llamadas a los sermones que se celebraban en los siglos XVI y XVII, aunque un año antes ya fue pronunciado el primer sermón.

Tras la penúltima parada, cercana a la Iglesia de Santiago Apóstol, los jinetes y el resto de cofrades comenzarán un desfile procesional con los siete pasos correspondientes a las siete frases, "palabras" en el lenguaje religioso, que Cristo pronunció en la cruz y que concluirá con el Sermón a mediodía en la Plaza Mayor de Valladolid.

El Santísimo Cristo de las Mercedes, titular de la cofradía, presidirá el Sermón de las Siete Palabras y estará acompañado a la vez por los dos ladrones que murieron en la cruz junto a Jesús.

Junto a este paso principal, también estarán expuestos para las enseñanzas evangélicas del ponente el resto de pasos procesionales, muchos de ellos obra de Gregorio Fernández, que esta cofradía saca a las calles vallisoletanas en esta cita del Sermón y en la Procesión General de la Pasión del Redentor.

Son los grupos escultóricos ?Padre, perdónales porque no saben lo que hacen? (Cristo de Gregorio Fernández, h. 1610. Sayones, taller de Gregorio Fernández, S.XVII); "Hoy estarás conmigo en el Paraíso" (Francisco del Rincón, h. 1606); "Madre, ahí tienes a tu Hijo" (Cristo, Virgen y San Juan de Gregorio Fernández, S.XVII); "Dios mío, Dios mío, porqué me has abandonado" (anónimo, segundo cuarto S.XVI); "Sed tengo" (Gregorio Fernández, 1612-1616) y "Todo está consumado" (Cristo anónimo S.XVII; Virgen, San Juan y Magdalena, seguidores de Gregorio Fernández, h. 1650) además del mencionado de "Sed tengo" (Gregorio Fernández, 1612-1616).

En esta procesión, además, participan una veintena de cofradías en el día más multitudinario de la Semana Santa de Valladolid, ya que por la tarde tiene lugar la procesión general, que a partir de las siete y media convierte las calles de la ciudad en un gran museo de arte sacro, con algunas de las mejores obras de la imaginería española.