Los trabajos de reparación han finalizado antes de lo prevista
"Un jefe debe actuar con la objetividad de un juez y con la generosidad de un líder", dice la psicóloga y experta en psicoterapia María Jesús Álava Reyes. Recojo esta cita para explicar todo lo que ha tenido que pasar Julia González para que, a día de hoy, sea la jefa de la Policía Municipal. Ella estudió Derecho, acabó la carrera, que era el objetivo de su padre porque se "mataban a trabajar" para poder pagárselo. En este sentido, sus ganas de llegar a ser policía pudieron con todo lo demás porque lo suyo era "vocacional". "Estaba haciendo Derecho sacando matrículas de honor, ahora ya lo puedo decir porque antes estaban los empollones mal vistos. A mí me encantaba estudiar. En verano, como veía que mis padres se mataban a trabajar para poder pagarme la carrera, le pregunté a mi padre dónde podía trabajar en todo este tiempo que no tenía clase. Estuve en un supermercado cuyo hombre que llevaba el pan era policía. De hecho, por las mañanas, se dedicaba a traer el pan a los distintos clientes y, ya por la tarde, ejercía de agente. Cuando me enteré, le decía: 'Qué pena más grande que no seais capaces de no dejar entrar a las mujeres a ser policías'. Un día, con la cesta del pan, me trajo el Boletín, y me dijo: 'Toma, a ver si ahora eres capaz'".
"En esa promoción, había 28 plazas para hombres y seis para mujeres. Quedé la tercera de las mujeres y no entré. Como tenía 18 años recién cumplidos, el carnet de conducir le tenía expedido 15 días... No cumplía ese requisito. Me llevé un mal trago y me frustré mucho. Era la ilusión de mi vida. Pero, no me rendí. En la segunda, no me pude presentar, pero en la tercera, ahí estuve. De 59 plazas, quedé la 22. Y de la Academia, fui la número uno. De hecho, a mi padre le di un disgusto cuando le dije que quería ser policía porque me decía que se estaban matando a trabajar para que acabara la carrera y que ahora lo quería dejar... Finalmente, acabé mis estudios de Derecho porque no lo dejé... en realidad, era una parada técnica. Por su parte, mi madre me decía que ella solo quería verme feliz. Ambos quedaron encantados", añade.
Con el paso de los años, González recuerda sus primeros pasos y sus primeras anécdotas como mujer policía: "Una mujer, que me vio por la calle en una parada de bus, me dijo: 'Qué vergüenza, mi hijo en el paro y tú, con ese uniforme'". Aunque su "sueño", realmente, era patrullar. "Entramos aquel día 13 mujeres, que era la mayor cantidad de una promoción hasta la fecha. La existencia de las mujeres del 1972 ayudó, aunque me tocó hacer un período de adaptación. Quería estar en las patrullas porque ese era mi sueño y el que mandaba me dijo que no entraban las mujeres ahí porque los compañeros pensaban que si había que utilizar la fuerza... Ese concepto existía", contextualiza.
Con todo y con ello, Julia destaca que fue en el año 1994 cuando cambió todo. "En ese año, empiezan a entrar más mujeres a patrulla, como paisano... Cuando ya me vieron, después de presentarme a diferentes pruebas, subida en la moto, ya comprendieron que las mujeres no queríamos estar solo en las oficinas como pensaban ellos", sostiene.
Por su parte, la inspectora Violeta Hoyos no es policía por vocación como Julia, ya que la idea es que fuera su hermano. "Mi padre tenía un amigo policía, que le dio el temario para dárselo a mi hermano. Cuando este lo vio... (entre risas). En cambio, cuando lo vi, sin ser policía de vocación, quería presentarme. Cuando entré, la situación había cambiado mucho. El entorno me preguntaba: 'Siendo mujer, ¿quieres ser policía? Qué extraño todo'. Pero bueno, luego me trataron como una más. Nosotros éramos 10, ocho hombres y dos mujeres. Es cierto que sigue habiendo ramalazos machistas en la sociedad, pero no me puedo quejar en ese sentido. No he tenido problemas con mis compañeros. Julia abrió esa puerta y, a partir de ahí... Es el trabajo de mi vida y estoy encantada", matiza.
Por último, la jefa de la Policía destaca que tiene a los "mejores compañeros" de su vida, a pesar de las "pirulas" que tuvo que sufrir al principio porque, aunque no la cogían "ni el transistor", todos son "estupendos".
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