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La moda salve a la reina

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La moda salve a la reina
Miguel Ángel Fernández.
Miguel Ángel Fernández.
Lectura estimada: 2 min.

Esta misma semana, se ha estrenado en Netflix la quinta temporada de la serie The Crown, después de más de un año de espera en el que los fanáticos hemos tenido que fantasear con cómo narraría la producción cinematográfica el capítulo menos popular de la reina de Inglaterra que casi le cuesta el trono.

El divorcio de Carlos y Diana supuso una crisis tremenda para la corona como jamás antes se había vivido y es que, como hemos podido comprobar hace muy poco, sea cual sea la noticia sobre los Windsor, quien interesa es Lady Di.

Para los británicos la Princesa de Gales era todo y la que, hasta ese momento, había sido su reina se convirtió en una villana. Recuerdo meterme a Twitter el pasado 8 de septiembre para disfrutar de los memes que surgieron de ese momento histórico y ver cómo media red social nombraba a la madre de William y Harry, casi tanto como a su abuela fallecida.

A pesar de eso, obviando que Diana fue un icono de moda, quiero romper una lanza a favor de Isabel II y reconocer la labor que, también ella, ejerció por el mundo de la moda, convirtiéndose en un referente muy relevante que pasó desapercibido durante décadas a pesar de vestirse con trajes de color Calippo.

El fallecimiento de la reina dejó sumido en un profundo dolor a Reino Unido por las mil razones que hacen que su pueblo la considere casi una segunda madre pero para el resto del mundo pasará a la historia por mantener toda su vida un estilo de vestir arrollador.

La imagen de todo un país es ella, con sus estilismos monocolor, sus pañuelos en la cabeza que ahora usa el mismísimo Maluma, los abrigos de piel, las gabardinas los conjuntos de dos piezas y el tweed.

Siempre conseguía ser el centro de todas las miradas con sus estilismos, por muy repetitivos que pareciesen. Se arriesgó con una identidad atemporal y dando siempre prioridad a los complementos, demostrando la elegancia británica que llevaba en la sangre.

A lo largo de su tan larga carrera política, la abuela postiza de Megan Markle no ha cometido ningún error estilístico, siempre con colores vivos y optimistas. Del mismo tono desde la cabeza a los pies, y con especial preferencia por el amarillo, dejando a una lado las supersticiones.

La reina se ha comunicado siempre a través de su ropa, a pesar de ser eclipsado en sus últimos años por las mujeres de sus nietos, lanzaba mensajes políticos y atendía a la perfección las normas de la etiqueta.

Es curioso que una persona que ha cambiado tan poco de forma de vestir pueda ser considerada un icono, pero eso es precisamente lo que le hace única. Durante todo su reinado, Isabel ha creado dos uniformes: uno de trabajo y otro de ocio. El primero siempre formado por un abrigo-vestido de color con bajo por debajo de la rodilla y como complemento un collar de perlas y un sombrero a juego. Y el segundo, un traje de campo que consistía en faldas escocesas, chaquetas Barbour, gabardinas y botas de agua para montar a caballo o cazar en sus retiros a Balmoral.

Un estilo único. La reina no necesitaba cambiar para estar al día, eran los tiempos los que se adaptaban a ella. Su sola presencia ha reforzado la casa Windsor y todas las monarquías europeas. Yo no quiero una reina simple, yo quiero una reina de la moda.

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