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Laura y Carlos, el recuerdo de los dos vallisoletanos cuya vida fue arrebatada en el 11-M
Una mirada a las vidas truncadas de los dos jóvenes fallecidos en uno de los días más trágicos de la historia reciente de España
El 11 de marzo de 2004, España vivió uno de los días más trágicos de su historia reciente. A las 7.37 de la mañana, cuatro trenes de cercanías fueron atacados simultáneamente en Madrid, dejando 191 víctimas mortales y más de 2.000 heridos. Un atentado terrorista que marcó un antes y un después no solo para la capital española, sino también para miles de familias en todo el país, algunas de las cuales tenían sus raíces en diferentes puntos de la geografía española, incluida Valladolid.
En las dos décadas que han transcurrido desde aquella fatídica jornada, el recuerdo del 11-M sigue siendo una herida abierta para los familiares de las víctimas y para la sociedad en su conjunto. Valladolid vivió el impacto de este ataque con dos víctimas directas, Laura Laforga Bajón y Carlos Soto Arranz.
Laura Laforga Bajón
Laura, natural de Valladolid, tenía 28 años y trabajaba en Madrid impartiendo clases en un colegio de la capital. La joven llevaba menos de un año residiendo en la ciudad, y como cada mañana cogió ese tren para dirigirse a su puesto de trabajo.
Probablemente este iba a ser de los últimos viajes en aquel tren de la vallisoletana, ya que había alquilado un piso más cerca del colegio en el que trabajaba. Su familia trató de contactar con ella tras el atentado, al no recibir respuesta comenzaron a buscarla por los hospitales de la ciudad hasta que finalmente, doce horas después del atentados, sus padres identificaron su cadáver en IFEMA.
Laura tenía toda una vida por delante, y su muerte dejó un profundo vacío en su entorno, especialmente en su familia, que sigue guardando su memoria gran dolor.
Carlos Soto Arranz
Carlos, originario del municipio vallisoletano de Quintanilla de Onésimo, subió aquella mañana al cercanías después de una noche de trabajo. Se dirigía su domicilio en San Sebastián de los Reyes donde le esperaba su mujer, junto con su hija de un año y los dos hijos de su pareja.
A las 7.38 horas de aquel fatídico 11 de marzo del 2004, cuando el tren se encontraba a la altura de la estación de El Pozo dos bombas explotaron en dos de los vagones de aquel cercanías. La noticia de su muerte fue un golpe tremendo, no solo para su familia, sino para todos los que compartían su vida y su círculo social en el municipio vallisoletano.
El recuerdo de Laura y Carlos, como el de todas las víctimas del 11-M, sigue siendo un faro de luz en la lucha por la justicia y la paz. Aunque el tiempo haya pasado, su memoria continúa viva en los corazones de aquellos que los conocieron y en la de todos los que, como Valladolid, mantienen el compromiso de no olvidar.
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