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Una zanja de riego de unos 260 metros longitudinales excavada de madrugada a toda prisa por dos máquinas destruyó hace justo un año una gran parte del importante yacimiento de Pintia (IV a.C), situado en Padilla del Duero. Este perteneció al singular pueblo prerromano de los vacceos, actualmente "irreparable e irrecuperable".
Viviendas, murallas, vías, menaje cerámico o los propios estratos arqueológicos son algunos de los tesoros que fueron arrollados de este Bien de Interés Cultural de 125 hectáreas, que alberga en su poblado y necrópolis la agitada historia de más de mil años de desarrollo de las tres grandes culturas que la poblaron. Estas fueron la vaccea, la romana y la visigoda.
Y, un año después del destrozo, el arqueólogo encargado de realizar el peritaje de los daños que sufrió el yacimiento, Aitor Labajo, detalla en una entrevista con EFE el alcance del "desastre". "Gran parte es irreparable e irrecuperable y estamos hablando de un yacimiento con 42 años de historia de estudios, solo equiparable a Atapuerca".
Así, aunque Labajo no puede pormenorizar en el contenido del informe pericial al estar aún en instrucción la causa judicial contra el autor del destrozo, el arqueólogo avanza que los daños acabarán pasando factura al yacimiento, tanto a nivel de recuperación de los vestigios, estudio, divulgación y turismo.
"Te fastidia, te enfada, tanto por su visión económica como la social, por toda esa gente que ya no podrá ir a verlo y disfrutar del pasado", lamenta Labajo.
Por el momento, la causa judicial se mantiene abierta y en fase de investigación, en un proceso en el que también está personada como parte perjudicada la Junta de Castilla y León y la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte que, como ha confirmado, ya ha trasladado al juzgado que lleva el caso el informe pericial de daños elaborado por Labajo.
Por su parte, el director del Centro de Estudios Vacceos Federico de Wattemberg (CEVFW), el arqueólogo Carlos Sanz, ha lamentado por su parte los "numerosos incidentes" que se produjeron el pasado junio durante los trabajos para el peritaje de los daños, hasta el punto que hubo que suspender parte de ellos hasta el mes de septiembre y cursar varias denuncias a la Guardia Civil y amparo a la Junta de Castilla y León "por la chulería del propio responsable de los daños ocasionados".
Así, tras este peritaje, desde el CEVFW de la Universidad de Valladolid tomaron la iniciativa de señalizar el yacimiento en color amarillo aprovechando arquetas, transformadores o casetas obsoletas de manera que ahora "no queda duda de qué parcelas están protegidas por su interés patrimonial con la consecuencia directa de no poderse arar a una profundidad superior a 35 cm o de tener que solicitar permisos específicos para plantar viñedo o cultivos arborícolas".
Por todo ello, ambos arqueólogos confían en que la justicia tenga la suficiente visión patrimonial como para imponer una sanción acorde al daño generado en un proceso que aún prevén largo, de al menos un año. "No hay que olvidarse del tema", apostilla Labajo, quien reconoce que, en ciertos momentos, se han sentido "desamparados" por parte de las administraciones.
Si por algo es identificado el pueblo prerromano de los vacceos es por su particular desarrollo urbano, uno de los más tempranos del interior peninsular, que ofrece un peculiar patrón de poblamiento con la aparición de las primeras 'ciudades' que pudieron albergar varios miles de habitantes, como el caso de Pintia, uno de los emblemas de este pueblo.
Eran estos unos núcleos urbanos regidos por una aristocracia guerrera que sustentaban una sociedad que basaba su economía en el campo, con una especial importancia del cultivo de cereales que proporcionó los excedentes necesarios para poder comerciar con otros territorios y obtener las materias primas como metales y piedras duras.
En apenas las veinte generaciones que transcurrieron entre el siglo IV a. C. y el cambio de Era, los vacceos imprimieron su sello particular a estas tierras de las actuales provincias de Valladolid y parte de las de Salamanca, Ávila, Burgos o Segovia. Dejaron el rastro de una arquitectura de adobe y una agricultura cerealista, de vino y banquete, así como una serie de aportaciones que han llegado hasta el presente.
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