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La dignidad de Gisèle Pelicot al encarar a sus agresores y pedir que la vergüenza de la violencia machista cambie de bando ha estremecido al mundo en 2024. En España, donde crecen las denuncias por violación, el manto del silencio empieza a dejar de encubrir la violencia sexual ejercida incluso por los más poderosos.
Las denuncias de violencia sexual han implicado este año a grandes nombres de la política, de la cultura o del ecologismo, han evidenciado cómo las víctimas afrontan aún enormes dificultades para pedir ayuda y reparación a la justicia y han puesto de manifiesto la necesidad de que instituciones y organizaciones cuenten con protocolos para detectar estas conductas, publica EFE.
El político Íñigo Errejón, el realizador Carlos Vermut, el ecologista Santiago Martín Barajas o el dramaturgo Ramón Paso han sido acusados en 2024 de haber ejercido violencia sexual, de haber actuado sin consentimiento.
Las redes sociales y los medios de comunicación han sido los canales elegidos por algunas víctimas para denunciar comportamientos violentos de hombres poderosos.
Aunque las denuncias por violencia sexual ante la policía crecen año a año gracias a una mayor conciencia social (en el primer semestre se presentaron 55 cada día por agresión sexual y 13 por violación, una cada dos horas), este tipo de violencia machista registra altos niveles de infradenuncia.
El miedo a no ser creídas, el temor al agresor, la vergüenza, el cuestionamiento, restar importancia a la agresión, no querer pasar por un procedimiento judicial revictimizante, e incluso la culpa, son los motivos que frenan a las víctimas a la hora de denunciar estas agresiones.
Este marco de falta de credibilidad, sumado a que la violencia sexual es un ataque a la dignidad de la persona en uno de los ámbitos más íntimos, han perpetuado el silencio en torno a estos delitos.
Sin embargo, la magnitud de estos delitos (un 13,7 por ciento de las mujeres de 16 años o más ha sufrido violencia sexual en España según la última Macroencuesta de Violencia contra la Mujer) ha sido el germen del estallido de la cuarta ola feminista, en el que las redes sociales han sido claves.
Como relevantes han sido para la toma de conciencia el movimiento #metoo, que brotó como la pólvora en internet, la caída de Íñigo Errejón, el "hermana, yo sí te creo" tras la respuesta judicial a la violación grupal de los sanfermines y el #seacabó después del beso no consentido de Luis Rubiales a la ganadora del Mundial Jenni Hermoso.
La Fiscalía General del Estado reconocía en su última memoria anual que la repulsa social tras los casos mediáticos y las campañas de concienciación han contribuido a que hayan aflorado conductas que en otro momento hubieran quedado ocultas e impunes.
"También ha tenido influencia en cuanto al número de hechos denunciados la repercusión mediática y social de determinados casos que han fortalecido a las víctimas, quienes decidieron denunciar al sentirse apoyadas por las manifestaciones públicas de colectivos en repudia de estos delitos", subrayaba.
Algunas supervivientes han optado por compartir en redes sociales y de forma anónima la violencia sufrida, en busca de desahogo, de apoyo y comprensión de otras víctimas y de condena social.
El derecho a denunciar por la vía penal asiste a las víctimas, pero no es una obligación y solo puede dar ese paso la persona agredida, nadie puede hacerlo por ella.
El testimonio y la determinación de Gisèle Pelicot a cara descubierta han conmocionado al mundo, pero las expertas en violencia sexual advierten de que no se puede exigir a todas las víctimas.
Respetar que denuncien o no, el camino que eligen para ver reparado el daño sufrido, es un asunto pendiente de la sociedad.
La fiscal de sala delegada de violencia sobre la mujer, Teresa Peramato, denunciaba a EFE que el cuestionamiento social a las víctimas de violencia sexual es "absolutamente alarmante" y decía entender que haya mujeres que opten por denunciar las agresiones de forma anónima en redes sociales para compartir con otras víctimas su dolor y poder recuperarse.
"Tenemos que comprender que una agresión sexual coloca a la víctima en una situación muy delicada ante la sociedad. Si denuncia, se la va a estigmatizar, se la va a señalar, se va a poner en duda su versión, se van a buscar argumentos para intentar culpabilizarla: si iba de noche sola, si había bebido o múltiples circunstancias", indicaba.
"Tenemos que entender que las mujeres necesitan hablar de lo que han sufrido para recuperarse. Y por eso yo creo, y quiero entenderlas, (...) que acuden a las redes sociales para, de forma anónima, decir 'a mí también me ha pasado esto', porque además se encuentran con el apoyo de otras mujeres que también lo cuentan", señalaba.
La pregunta sobre si la denuncia social anónima daña la presunción de inocencia ha estado en el debate público tras casos como el de Errejón, pero expertos juristas como el magistrado Joaquim Bosch precisan que las denuncias anónimas en redes pueden hacerse si afectan a personas de relevancia pública, son cuestiones de "interés general" y los hechos denunciados son veraces.
La presunción de inocencia, detallaba Peramato, "solo se tiene que hacer valer en el procedimiento penal", no en el juicio social.
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