Puente asegura que "el objetivo es facilitar que las personas que tengan que coger un tren y no tengan otra posibilidad de pernoctar puedan hacerlo allí"
Cuando Valladolid te brinda una nueva oportunidad
Samba Sow, un joven de origen maliense, encontró trabajo en la ciudad vallisoletana después de dormir en la calle en su anterior destino, en Albacete
Si Valladolid era o no una ciudad de acogida. Ese fue el debate hace unos meses protagonizado por el actual equipo municipal que no dio el paso hacia adelante que se requería para albergar un centro de acogida en la zona del Hospital Río Hortega. La incertidumbre envolvía esta idea hasta el punto de que se celebró una charla informativa en la que se informaba de la llegada de este proyecto en el barrio de Las Delicias. El rechazo prácticamente unánime de los vecinos motivó al Ayuntamiento de Valladolid a no responder a la petición del Gobierno de España, que ya tenía planteado cómo iba a ser este centro y dónde iba a estar ubicado tras llegar a un acuerdo con el exalcalde Óscar Puente y la exedil de Servicios Sociales Rafi Romero. Quizás nuestro siguiente protagonista es el ejemplo perfecto de que la ciudad de Valladolid, en este sentido, tiene mucho que decir.
Él es Samba Sow, un joven maliense que llegó a España en el año 2018 a través de una patera, que él mismo tuvo que pagar de su bolsillo para formar parte de la misma. Entró a la península ibérica por la localidad gaditana de Algeciras, donde permaneció durante dos semanas hasta encontrar una solución con la estimable ayuda de Cruz Roja. Ante la 'avalancha' de personas que querían tener su plaza, el colectivo tuvo que decirle, por obligación y no por convicción, que se marchara. "Tenía que buscarme la vida", asegura Samba en declaraciones a TRIBUNA. De Algeciras, viajó a Albacete porque "allí tenía a alguien conocido". Sin embargo, no todo es oro lo que reluce. Cuando llegó a la capital manchega, su amigo, o eso es lo que parecía, le dijo que no tenía ningún sitio para que pudiera dormir.
Samba se pasó tres semanas durmiendo en la calle. Afortunadamente, conoció a un joven de Guinea Conakry, que es la persona que le recomendó que pidiera ayuda a la asociación Accem. Consciente de la dificultad del reto que iba a asumir, Samba solo buscaba la protección internacional para vivir en España con garantías después de salir de Mali por la guerra entre tuaregs, yihadistas y el Ejército que, a día de hoy, sigue dejando su huella. "Siempre me ha gustado España. En mi pueblo vinieron monjas, que nos ayudaron mucho cuando yo era pequeño. Tomé la decisión de salir de mi país en 2016. Antes de llegar a España, pasé por Argelia y Marruecos. Solo tenía 23 años", relata.
En el momento cuando parecía que lo tenía todo perdido en Albacete fue cuando surgió la posibilidad de venir a Valladolid gracias a Dios, como el mismo asegura, pero sobre todo a Accem. Samba estuvo los primeros cinco meses en la capital vallisoletana "aprendiendo el idioma" y "formando parte del programa de la asociación", que le ayudaba de la mejor manera posible a reintegrase. De hecho, para Samba, "lo más bonito fue conocer a buenas personas, formarse y poder trabajar".
Afortunadamente, no durmió en las calles de Valladolid, sino en el Centro de San Viator, aunque aún estuviera en la primera fase de su aprendizaje. Cuando aprendió el idioma, se fue a Madrid para seguir mejorando el español. "Salía todos los días de Villaverde a Callao", recuerda. Ocho meses después encontró trabajo en Valladolid, concretamente en los supermercados Día y, acto seguido, en Froiz. "Si tienes la oportunidad, tienes que trabajar, no siempre debes estar dependiendo del programa de la asociación", asegura orgulloso Samba.
Cuando se le acabó el contrato, Accem le volvió a acoger para que ayudara a los jóvenes africanos que llegaban a Valladolid y, de esta forma, ejercer de traductor entre estos últimos y los propios voluntarios de la asociación. "Hago caso a lo que me pidan ellos, que son los profesionales. Tengo la suerte de hablar varios idiomas, entre ellos el francés", explica Samba, al que ven "como ejemplo" tras su apasionante y valiente aventura que emprendió hace ya seis años. De hecho, no recomienda a nadie hacer lo mismo que él porque es "un riesgo coger la patera sin saber nadar", como fue su caso. "Te estás jugando la vida", apunta.
Su periplo continuó en Alcalá de Henares, donde encontró trabajo, pero cuando se le terminó el contrato, tuvo que marcharse a Zaratán, que es el lugar de Valladolid en el que vivió por primera vez sin tener que depender tanto de Accem. En estos momentos, y ya asentado en la capital, está buscando trabajo. Con la experiencia que atesora, no tiene preferencias en trabajar en uno u otro sitio, aunque a él lo que verdaderamente le hace feliz es "ayudar a la gente". "El trabajo que más me gusta está relacionado con el ámbito social. Sigo en contacto con Accem, ya de manera profesional, porque me necesitan de intérprete", sostiene.
Samba ha sabido gestionar sus ahorros hasta el punto de que está viviendo en un piso de la calle Pifano, cerca del Río Hortega, que él mismo está pagando con el apoyo de su pareja. "Estamos formando una vida juntos", comenta. El colectivo Accem, 'culpable' de lo sucedido, sigue prestando ayuda a más gente, como hizo en su día con Samba, y ya ha brindado acogida residencial a más de 300 personas en distintos dispositivos en lo que va de 2024, algo que no solo hay que valorar y agradecer, sino también aprender.
EPISODIOS DE RACISMO
Samba no ha vivido experiencias relacionadas con racismo, aunque considere que éste esté presente "en todos los lugares y en todos los países". El joven explica que él no sabía ni lo que era el racismo hasta que llegó a España, un país en el que, en ocasiones, la "falta de conocimiento" pueda afectar, como así fue.
"No he sufrido mucho racismo. En Madrid, sí que recuerdo que estaba en el Metro, justo en el acceso a una línea, y un ciudadano no llegó a tiempo para entrar. Cuando me vio que estaba en la puerta, aunque yo lo único que estuve haciendo fue dejar pasar a la gente, me insultó y me dijo de todo", afirma. Por fortuna, hubo gente que le defendió.
"Hubo personas que le contestaron y es ahí cuando pensé: 'Hay gente racista, pero otra que no lo quiere ser'. Por eso, pienso que el número de racistas es muy minoritario en España", aclara. No obstante, sufre cuando le pasan a otras personas porque "el racismo no tiene justificación". "Nunca he sentido que porque esa persona sea de color blanco tenga que ser más grande que yo. Él es blanco y yo soy negro. No hay más", concluye.
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