El artista actuará el próximo 26 de abril en el parking del Estadio José Zorrilla
Las mil y una noche de la Pagés
La crítica cultural de Ágreda en TRIBUNA
Disfrutar de María Pagés en el Teatro Calderón es algo parecido a viajar en el tiempo. Nos conecta con músicas y danzas de hace más de 2.000 años. Realmente es como visitar un Museo. Artista de sólida formación, con gran talento y sensibilidad y convencida de la grandeza que el flamenco atesora de su potencial moderno dijo el Rey Felipe VI en la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias 2022.
Dijo que la premiada representa también a través del baile flamenco, el amor por la herencia artística, pero también el deseo constante de evolucionar y de expresar la belleza de un arte y una cultura milenarios, esencia además del patrimonio cultural español. Viendo su espectáculo De Scherezade uno no puede estar más de acuerdo con las palabras de S.M. el Rey. Aquí toda cuadra: dirección, la dramaturgia y la letra de El Arbi El Harti, la música y la iluminación. Cuando salía de la penumbra María Pagés, una quietud, una alegría y un pensamiento se desparramaba por la sala y nos hacía sentir vivos.
Siempre me ha fascinado ver bailar. María Pagés es una virtuosa. Su cuerpo, sus brazos, sus pies, sus manos entendidos como un instrumento de resonancia e intercambio que envía señales al patio de butacas que mira embelesado para que los sentidos se despierten a la velocidad de la luz. Esos movimientos que son como fogonazos de viento, agua, tierra y luz.
Movimientos que fijan la vida y la mirada creando instantes perpetuos, creando, si se me permite decirlo, una burbuja sin tiempo que transforma la mirada del espectador. La mezcla de la guitarra, el chelo, el violín y la percusión y las voces de Ana Ramón y Cristina Pedrosa emocionan y de qué manera. Mi texto es mi cuerpo, escribió Héléne Cixous. El baile es el motivo de la existencia de María Pagés. Enamorada del baile como un animal ciego, dibuja cada vez que sale al escenario su vivo autorretrato. De Scherezade tiene una frescura de cántaro. Sus manos, sus sombras nos cobijan y amparan en esta tarde lluviosa de domingo en Valladolid.
Agua, fuego y tierra, Su fragancia está en los cuerpos y las manos de las bailarinas. Solo tienen que mirarse en María Pagés. Mirarla como se mira un faro, como se frecuenta una playa, a una amante, a una montaña, una estación, una línea de ferrocarril...
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