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Recuerdos y olvidos
Diego Jalón Barroso
Diego Jalón Barroso
Lectura estimada: 5 min.
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Los diccionarios definen la memoria como la capacidad del ser humano para retener y recordar el pasado. Mi abuelo, que era un tipo socarrón y con gran sentido del humor, presumía, ya pasados los noventa, de su gran memoria. "Hasta los elefantes vienen a preguntarme cosas de las que no se acuerdan", me decía. Pero no tardaba en explicarme que su secreto era guardar sólo los recuerdos de las cosas buenas.

Y es que así funciona la memoria, que por mucho que se empeñen algunos, es individual, nunca colectiva, y es sobre todo muy selectiva, arbitraria y parcial. Yo, por ejemplo, recuerdo primero con alegría y luego con inmensa decepción aquel Mundial de fútbol de 1982 en España, en el que nuestra selección no rozó el ridículo, porque lo superó de lejos.

Ahora Sánchez, que es más de basket y de tirarse triples, ha dicho que considera "un orgullo la designación de España como sede del Mundial de 2030". Y Miquel Iceta, más de bailes de salón que de juegos de balón, nos ha explicado que "la reunión de Sánchez con Infantino fue el espaldarazo definitivo". El de Naranjito no fue para recordarlo. Pero este Mundial de España, muy plurinacional cómo le gusta todo ahora a Sánchez, que se jugará también en Portugal, Marruecos, Uruguay, Paraguay y Argentina, será inolvidable.

"Porque hay cosas que nunca se olvidan, por mucho tiempo que pase" que cantaban los Nikis en los 80. Yo por ejemplo recuerdo muy bien aquella breve intervención del Rey el 3 de octubre de 2017 en televisión, apenas tres minutos, un suspiro si lo comparamos con las inacabables de Sánchez o del ya olvidado Fernando Simón durante la pandemia, de las que no puedo recordar ni una palabra inteligente.

Dijo el Rey, por resumirlo aún más brevemente, que estábamos viviendo momentos muy graves para nuestra vida democrática y que "determinadas autoridades de Cataluña, de una manera reiterada, consciente y deliberada, han venido incumpliendo la Constitución y su Estatuto de Autonomía, que es la ley que reconoce, protege y ampara sus instituciones históricas y su autogobierno".

Añadió que "esas autoridades, de una manera clara y rotunda, se han situado totalmente al margen del derecho y de la democracia. Han pretendido quebrar la unidad de España y la soberanía nacional, que es el derecho de todos los españoles a decidir democráticamente su vida en común". Y terminó explicando que "vivimos en un Estado democrático que ofrece las vías constitucionales para que cualquier persona pueda defender sus ideas dentro del respeto a la ley. Porque, como todos sabemos, sin ese respeto no hay convivencia democrática posible en paz y libertad, ni en Cataluña, ni en el resto de España, ni en ningún lugar del mundo".

Creo que es difícil explicar mejor y en menos tiempo lo que ocurrió en Cataluña en aquellos días, pero algunos parecen haberlo olvidado completamente. Por ejemplo, Pedro Sánchez que, exactamente seis años después, se presentó en la Zarzuela para pedirle al Rey que le nombrase candidato y al salir dijo que "es la hora del compromiso con el país, es la hora del liderazgo".
Hasta ahí, todo perfecto. Lo malo vino cuando nos explicó cuál es su idea del compromiso con el país y del liderazgo. Porque lo que nos vino a decir es que lo mismo que sus socios de Sumar, Bildu, ERC y Junts creen que el Rey lo es por la gracia de Dios, y que por eso hay que echarlo a patadas, Sánchez quiere ser presidente por la gracia de Puigdemont, que a diferencia de la de Dios no es gratis, sino que hay que pagarla antes de que te la entreguen, como cuando compras una nevera en una tienda.

La comparecencia de Sánchez me recordó a ese juego que consiste en que los demás adivinen una palabra que tú tienes que explicar, pero no puedes nombrarla. Habló de generosidad, convivencia, concordia, diálogo, valentía, de abrir una nueva etapa, de ser coherente con lo que ha hecho durante cuatro años... Y los periodistas allí presentes, avezados en el juego, acertaron enseguida: Amnistía.

Hay que reconocer que es un juego divertido. Pero como dijo el propio Sánchez, "esto no es una broma". Y desde luego no lo es. Porque de lo que se trata es de olvidarse del impecable discurso del Rey y con él de la democracia, del estado de derecho, de la soberanía del pueblo español y de la igualdad de todos ante la ley. Olvidarlo todo en nombre de la generosidad y la valentía. Y recordar que quienes no pensamos como él somos egoístas, avaros y cobardes de las praderas.
Pero la generosidad que reclama Sánchez no es la que él quiere tener con Puigdemont, que hasta hace nada era según él un "xenófobo", un "populista" y un "enemigo del diálogo" y ahora es el socio más deseado y necesario para un gobierno progresista. No, lo que pide el presidente para seguir siéndolo es generosidad a sus votantes y por extensión al pueblo español. Generosidad y valentía para acompañarle, en este nuevo giro del guion, por este nuevo camino que a él le conducirá a la Moncloa y a los demás al abismo.

Dice la RAE que la generosidad es "la propensión a anteponer el decoro a la utilidad y al interés". Pero Sánchez lo entiende al revés. Para él la generosidad es aceptar sin ningún decoro que por su propio interés nos la ha vuelto a meter doblada, que no nos pudo decir lo de la amnistía antes de las elecciones porque como somos gilipollas, no lo hubiésemos entendido. Y que, ahora, se trata es de avanzar para abrir una nueva etapa de progreso y bienestar social. Porque hay un clamor que recorre España exigiendo una amnistía y aunque nosotros no seamos capaces de oírlo, es tan atronador que él no puede ignorarlo.

Pero podemos estar tranquilos, porque lo que de ninguna manera habrá es un referéndum de autodeterminación: "No porque no solamente no lo contemple la Constitución, sino porque es contrario a lo que yo he defendido siempre, con mi palabra y con mi acción. No hay referéndum de autodeterminación posible". Y claro, ¿quién que no tenga memoria no se quedará tranquilo al escuchar estas palabras de Sánchez?

Porque es un hombre tan generoso, valiente y comprometido con nuestro país, que no tuvo más remedio que explicarnos también que "no se puede aspirar a gobernar España sin reconocer la pluralidad política de nuestro país, ni la diversidad territorial de nuestro país". Una diversidad territorial que para Sánchez es no olvidar a los independentistas de Cataluña y el País Vasco, pero no recordar al resto de los habitantes de estas dos regiones ni a los de las otras quince. Y una pluralidad política que se olvida de los votantes de aquellos partidos a los que no necesita para sumar 176 y que son la mitad de España.

3 Comentarios

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usuario anonimo 10/6/2023 - 10:06:26 PM
Entonces, socialistas, que yo me entere: el presidente les da la amnistía para acabar con el ambiente hostil y represor del resto de España (en realidad del ordenamiento jurídico español). Y los independentistas, qué entregan a cambio? 7 votos a Sánchez para que él gobierne? Y qué gana el resto de España?
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usuario anonimo 10/6/2023 - 10:59:48 AM
Si se aprueba la amnistía, será el reconocimiento por parte del Estado de un golpe contra la nación y que quienes actuaron para repeler ese acto se equivocaron: el rey, el presidente del gobierno (a la sazón Rajoy), los partidos que apoyaron al gobierno (el PSOE entre ellos), los cuerpos de seguridad del Estado (policía, guardia civil y mossos) y el ejército. No les hará falta volver a proclamar la república porque estará reconocida de facto.
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usuario anonimo 10/6/2023 - 10:12:18 AM
Completamente de acuerdo con este estupendo artículo. Tiene razón: Sánchez quiere ser presidente por la gracia de Puigdemont, que a diferencia de la de Dios no es gratis
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