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La casa de Talavera, en Tordesillas: Hoy nada entre sus restos

El tiempo ha engullido totalmente la memoria de la vida que tuvo y dio la casa de Talavera, muy cerca del Duero

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La casa de Talavera, en Tordesillas: Hoy nada entre sus restos
Jesús  López Garañeda
Jesús López Garañeda
Lectura estimada: 1 min.

Una de estas tardes de verano por aquello de recordar los sitios, los lugares que en otro tiempo tuvieron su razón de existir me acerqué al pago del Molinillo, ese que tantos buenos ratos nos hizo pasar cuando aún andábamos dando vueltas, manos gallegas, ojeos y esperas con la escopeta al hombro no sólo a mí sino a la recordada cuadrilla que al abrigo de sus paredes parábamos en la Casa de Talavera a echar el cacho al coleto, descansar del trajín de la andada y reír con cuchufletas e historias de lo acaecido que, eso entre cazadores, siempre da mucho juego.

Hoy la Casa de Talavera, en donde vivió Reme una chica guapa, exuberante, agraciada, admirada y hermosa no es más que un montón de tierra y aire de nada, situada en el paso del Monte público cuyas piedras de hitos aún perviven y manejan mis recuerdos. Alrededor crecen escaramujos, tapaculos, hierbajos y tamujas de los pinos cercanos, marcando un cortafuegos hecho por la Red regional de conservación del monte público en su disputa por el suelo.

Crujiendo las pisadas con el resol de la tarde, llego a la pared derribada y miro y veo aquella cuadrilla que tan buenos momentos pasó por allí: Emilio Matisanz, recientemente fallecido; José 'pisto' su hermano; Julito Centeno; Kaito; Mariano Redondo; Papá Reló, José 'curato' y Luis José Gómez, tras meter un ojeo de calidad a los maíces cercanos para sacar las perdices que llamábamos barqueras porque las muy astutas se pasaban a la otra orilla del río dando un vuelo, compartiendo el pan, el vino, la tortilla y el chorizo.

El recuerdo se agolpa ante la contemplación de la nada y ver cómo después de casi medio siglo, el tiempo ha engullido totalmente la memoria de la vida que tuvo y dio la casa de Talavera, muy cerca de la orilla del Duero y a un tiro de piedra para cruzar al Monte de la Peña en barcaza hoy es un lugar de silencio, paz y belleza en lo agreste de su raíz misma tordesillana.

 

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