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Narco-clothing

Análisis de estilo en 'De mal gusto'

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Miguel Ángel Fernández.
Miguel Ángel Fernández.
Lectura estimada: 2 min.
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El lujo y el dinero distan mucho de la elegancia y la clase y eso es algo que marca la diferencia entre los ricos de cuna y los nuevos ricos. Dejándome caer por algunas series de ficción y revistas de moda, he logrado entender que, a veces, el brillo y los excesos pueden tener su público. Y que no es malo querer aparentar un poco, de vez en cuando.

El vestuario de la serie de Netflix 'Narcos' creo una evidente tendencia de que "el más es más" y, además, trajo de vuelta las prendas de ropa que vistieron los narcotraficantes latinos en las décadas de los 80 y 90s.

Una moda que surge de los excesos de una época dorada y económicamente buena que combina el estilo de los hispanohablantes de la zona de América y una estética hortera y muy reconocible que mezcla el lujo y lo deportivo.

Si hubiese un referente de este estilo, sería, sin duda, un cantante de reggaetón que, con sus cadenas doradas y sus camisas estampadas, representa al máximo una estética tan vulgar como increíble en ciertos aspectos y que está basada en los delincuentes de épocas pasadas.

Para los miembros de los cartel colombianos o mejicanos, la moda era una forma más de mostrar su poder. Al igual que lo hacían con su extorsión y su violencia, lo demostraban con sus relojes, joyas y vestimentas.

Aires de superioridad con camisas desabrochadas que dejasen ver gruesas cadenas y colgantes de brillantes. Trajes de colores claros en tonos vainilla, camisas hawaianas y gafas de piloto con sus monturas doradas, etc.

Además, el mejor complemento siempre eran "sus muñecas", mujeres latinas que servían como trofeo en un mundo materialista y sexista que vestían con escotes y marcando sus curvas en apretados vestidos de animal print de Versace o Dolce Gabanna. El claro ejemplo de lo que fueron estas mujeres es la imagen que proyecta la actriz Sofía Vergara.

Nos encontramos en un momento de esnobismo inverso, donde el feísmo es tendencia y el consumidor no lo percibe como algo negativo, sino como una novedad sorprendente y diferente que le conecta con la modernidad. Eso mismo está sucediendo con la delincuencia y la moda.

Lo correcto, lo perfecto, lo proporcionado o lo positivo forman parte de los cánones hasta ahora establecidos y que, actualmente, cada día gustan menos. Y eso hace adoptar a la sociedad un gusto irrefrenable por la estética de lo ilegal para acercarse a ello.

Esta "narcomoda" ha influido en las marcas más prestigiosas de la industria que han querido nutrirse apostando por este estilo con camisas de seda y trajes de colores poco frecuentes.

El fenómeno llega a tal punto que hasta la camisa que vistió el Chapo Guzmán para su entrevista en la Rolling Stone se agotó en solo un par de horas. Algo impensable para una prenda visualmente complicada.

Y el hijo de Pablo Escobar siguió ese patrón para vender una colección de moda, a costa de la popularidad del traficante con camisetas con su cara estampada.

Así, las marcas aprovechan este descontento social para hacer caja a partir de figuras polémicas marcadas por delitos de gran calibre. Una moda que tiene el peligro de engrandecer a personas que no constituyen ningún tipo de ejemplo para la sociedad pero que siguen generando un interés desmedido.

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