Su hijo fue agredido sin conocer de nada a los asaltantes y sin que estos mediaran palabra. Ahora teme salir de casa por miedo a represalias
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En los últimos meses, la ciudad de Valladolid se ha visto sacudida por una creciente ola de violencia juvenil, protagonizada por bandas de origen latino o de otras creadas a imitación de bandas latinas que operan con impunidad en sus calles. Los machetes y las navajas se han convertido en símbolos de una escalada de agresiones que en ocasiones se producen entre grupos rivales, pero que en otras tienen como víctimas a personas que eligen de forma aleatoria. Sin ir más lejos, el pasado sábado se produjo una agresión en la puerta del disco-bar Flamingo, con resultado de que el joven agredido perdió el conocimiento y tuvo que ser ingresado. La mayoría de las víctimas temen denunciar por miedo a represalias y quienes denuncian ven como sus asaltantes salen a la calle a las pocas horas aunque acumulen antecedentes graves.
En este contexto de inseguridad, la historia de una familia vallisoletana, cuyo hijo fue víctima hace un mes de un ataque brutal similar al de este fin de semana, pone de manifiesto la cruda realidad que se vive en la ciudad.
El 12 de enero, la vida de Alfredo (nombre ficticio), un joven de 17 años, cambió drásticamente. Esa madrugada, mientras se encontraba con unos amigos en la zona de la pista de skate de La Rosaleda esperando para entrar a una discoteca, fueron abordados por un grupo de jóvenes. Lo que comenzó como una simple interacción normal, en la que preguntaban por un chico, se convirtió rápidamente en una brutal agresión.
Según relata su madre, Andrea (nombre ficticio) en una entrevista concedida a TRIBUNA, todo ocurrió de manera repentina y muy rápida. Primero, uno de los agresores golpeó a un amigo de Alfredo. Después, sin mediar más palabras, otro atacante propinó a Alfredo un puñetazo en la sien que lo dejó aturdido. A continuación, un tercer individuo, empuñando una barra extensible metálica, comenzó a golpearlo repetidamente en la cabeza.
A pesar de intentar protegerse, uno de los golpes con la barra le rompió la nariz. La situación se agravó cuando aparecieron unos veinte jóvenes más, miembros de la misma banda, que persiguieron a Alfredo mientras él intentaba escapar. Tras una angustiosa huida, cayó al suelo, aunque, por suerte, fue rescatado por otros amigos que fueron quienes llamaron a una ambulancia.
En el hospital, tras realizarle una tomografía, se confirmó que no había hemorragia interna, aunque la nariz estaba destrozada y requería cirugía. Mientras Alfredo se recuperaba, sus padres descubrieron que los agresores pertenecían a una banda "al estilo de las bandas latinas", que, según les dijeron, se llamaba "370", un grupo en ascenso conocido por su violencia y que está formada por chicos españoles y de otros orígenes. De hecho, saben que quien agredió concretamente a Alfredo es español.
La Policía Nacional, que pudo detener a los agresores, informó a la familia sobre la peligrosidad de la banda y les recomendó denunciar para poder obtener una orden de alejamiento. Sin embargo, a pesar de la denuncia, uno de los agresores fue liberado y detenido nuevamente. A este respecto, la familia lamenta que, "a pesar de que la Policía hace su trabajo, todo queda en manos de la justicia" y ésta no siempre responde a las necesidades de las víctimas.
Tras esto, la familia, recurrió a un abogado penal, quien confirmó la existencia de estas bandas y su peligrosidad. Ellos mismos siguen las informaciones constantes que salen a la luz y también conocen de otras historias que nunca llegan a salir a la luz. En este punto, esta familia está planteándose mudarse fuera de la ciudad o incluso a otra provincia. "Los jueces no hacen nada", lamenta Andrea.
La agresión a Alfredo no es un caso aislado. En los últimos meses, Valladolid ha sido escenario de múltiples incidentes violentos protagonizados por bandas juveniles, que buscan replicar las dinámicas de grupos como los Dominican Don't Play y los Trinitarios.
Estas bandas, que operan con una estructura jerárquica, utilizan la violencia para controlar territorios y agredir a quienes consideran sus rivales. Según los datos disponibles, las agresiones con armas blancas, especialmente con machetes y cuchillos, son una práctica común entre ellos. Los incidentes suelen ocurrir en locales nocturnos, parques y en las proximidades de centros educativos, lo que está creando un clima de inseguridad entre los jóvenes.
La Policía Nacional ha respondido a esta escalada de violencia con una serie de operativos que han permitido detener a numerosos jóvenes implicados en estos grupos. Sin embargo, la falta de colaboración de las víctimas, a menudo paralizadas por el miedo a represalias, dificulta la labor policial y judicial.
Estos son algunos casos que han salido a la luz en los últimos meses, si bien muchas agresiones nunca se llegan a conocer públicamente, debido al miedo de las víctimas a denunciar:
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