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Querencia de Najarro

Palabras contra el olvido 636

Querencia de Najarro
Ágreda L.M.
Ágreda L.M.
Lectura estimada: 2 min.
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Qué descanso entrar en el Teatro Calderón y no soportar a los moteros que convierten durante todo el fin de semana a Valladolid en la ciudad mundial del ruido. Tiene buena pinta, esto. La gente, me dice la acomodadora, salió ayer viernes muy contenta del espectáculo. Se apagan las luces y comienza la función...

Posiblemente sea Antonio Najarro el coreografo e idealista de Querencia uno de los últimos puntales que alumbren el baile flamenco. Respetuoso con las formas: el vestuario, el escenario, la música, la coreografía, aquí, en su compañía bailan todos que da gusto verlos. Es un placer verlos en la primera pieza con la que se abre Querencia. Porque bailan muy despacio, con una estética muy depurada muy del gusto de los clásicos.

Que esta compañía de Najarro tiene un nivel altísimo, nadie lo discute. Pero ver bailar a Álvaro Madrid y a Lidia Gómez, especialmente es presenciar la esencia de lo apolíneo, la esencia de la escultura, con esa actitud y esa predisposición para que todo resulte de una belleza cautivadora.

En general todos los bailarines que aparecen en escena tienden a la sobriedad, y eso se agradece sobremanera en estos tiempos de experimentos fallidos y olvidables al cuarto de hora.  Bailan elegantemente como le gustaba al maestro Eduardo Serrano Iglesia, EL Güito, fallecido la pasada semana en Madrid. Con el adorno preciso, empaque y señorío, las señas de identidad de Najarro.

Querencia es un espectáculo que dura lo que tiene que durar, ni más ni menos.  Construye e impone su personalidad Najarro en cada baile, en cada compás, en cada compostura y el público lo absorbe a manos llenas y se relame en su asiento.

Una de las claves del éxito de Querencia hay que dárselo también a Pau Fullana que diseña con precisión de cirujano la iluminación. La buena iluminación es siempre comunicación. La luz en el escenario es un vehículo emocional que sale del escenario y llega al público. Esta iluminación envuelve a público y bailarines en una atmósfera extraordinaria, de embrujo. El diseño de vestuario de Yaiza Pinillos rozando la excelencia y el buen gusto.

Los 75 minutos que dura Querencia pasan en un suspiro. Y pasan en un suspiro por una sencilla razón: porque toca el corazón del espectador que agradece y reconoce la generosidad de todo el elenco tributándole al final el espectáculo una sonora ovación que sonó a verdadera.

Resultó curioso, una vez acabado el espectáculo, sufrimos el efecto "ángel exterminador" nadie se movió de sus asientos, nadie quería salir a la calle y "encontrarse con los bárbaros y a la ciudad más ruidosa del planeta" con lo ricamente que se estaba allí...