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La vallisoletana que asegura ser presbítera y exorcista: dedicada a los demás desafiando convencionalismos

Dice ser la segunda mujer en España ordenada sacerdote a pesar de no ser reconocida por la Iglesia Católica y la primera que realiza exorcismos

La vallisoletana que asegura ser presbítera y exorcista: dedicada a los demás desafiando convencionalismos
Belén Repiso frente a imágenes religiosas que tiene en su tienda. Foto: Sergio Borja
Rebeca Pasalodos Pérez
Rebeca Pasalodos Pérez
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"¿Es una fe sincera la fe que no actúa?", se preguntaba el poeta francés Jean-Baptiste Racine en el siglo XVII. La fe llevó a la vocación a Belén Repiso (Valladolid, 1958) y su vocación la llevó a actuar. Belén asegura ser la segunda mujer ordenada sacerdote en España y la única en el mundo que ejerce también como exorcista. Su vida ha sido un camino de servicio a los demás, guiada por una profunda vocación religiosa y un deseo inquebrantable de ayudar a los más necesitados.

Desde muy joven, Repiso sintió la llamada de la fe: "Lo primero que llegó a mi vida, evidentemente, fue la vocación", confiesa. A los 14 años, educada por dos sacerdotes "muy famosos, muy revolucionarios" en Valladolid, anhelaba seguir su ejemplo y llevar a Cristo a todas las personas. Participó activamente en la Iglesia como catequista, pero la idea del sacerdocio le parecía imposible dentro de la Iglesia Católica, por lo que reprimió su vocación: "Era una llamada interior que tienes, pero que la aplacas porque ves que no es posible", recuerda. "Más que aplacarla, la reprimes y no es bueno reprimir nada en esta vida".

Sin embargo, su vida siempre estuvo marcada por la ayuda a los demás. Repiso, divorciada y con dos hijos, fundó el primer piso de ayuda a drogadictos en Valladolid, la primera asociación de madres solteras y posteriormente de separadas. Durante 35 años se dedicó a dar cursos de autoestima a mujeres y dirigió tres casas de acogida para víctimas de malos tratos. Siempre se preguntaba: "¿Quiénes son los más pobres?" y dirigía sus esfuerzos a ayudarles.

Su interés por el mundo de los exorcismos se despertó a los 13 años cuando vio la película 'El Exorcista': "Me impactó muchísimo", reconoce. La película la golpeó profundamente, despertando en ella una mezcla de fascinación y terror. Años después, con la tienda que regenta recién abierta, decidió afrontar sus miedos. Se dedicó durante año y medio a investigar sobre el tema: "Me comí las uñas de mitad del miedo que tenía, pero yo decía: 'Tengo que superar esto, no puede ser'". Llegó a contactar con un reconocido exorcista español, autor de numerosos libros sobre el tema, y éste le recomendó no adentrarse en ese mundo.

Las duras experiencias como exorcista

A pesar del consejo, la vida la puso frente a frente con el demonio. Dos meses después, una joven entró en su tienda buscando ayuda. Durante la conversación, la joven confesó que le pasaban "cosas raras". La chica estaba realmente consumida físicamente y Repiso la citó para que volviera a su tienda otro día. Durante la conversación, la ahora religiosa vallisoletana empezó a sospechar de una posible posesión, así que le ofreció una cruz de San Benito, momento en el que presenció cómo la joven cambiaba repentinamente "con los ojos en blanco y una voz de ultratumba, no se puede definir", que dijo "tú esta la dejas que es mía, ¿eh?".

Belén preguntó a esa voz "¿tú quién eres?", pero esta se negó a responder. Repiso siguió interpelando a esta entidad, a la que advirtió: "¿Tú sabes que no tienes que estar ahí?". A lo que la voz respondió amenazante: "Como no la dejes te mato". Con templanza, Belén Repiso contestó con firmeza: "Tú a mí no me puedes hacer nada porque Dios está conmigo". Fue en ese momento cuando la chica volvió en sí.

Esta experiencia marcó un antes y un después en la vida de Repiso. Tras consultar de nuevo con el afamado exorcista, comenzó un largo camino para intentar ayudar a esa joven. Repiso describe este primer encuentro con una posesión como una experiencia impactante: "En ese momento era una paz y una tranquilidad que yo sentí: esto es lo que he venido a hacer a este mundo".

En su búsqueda de ayuda para la joven, Belén se encontró con la negativa de la Iglesia Católica. Ningún sacerdote en Valladolid aceptó realizar un exorcismo. "Unos negaban la existencia del diablo, otros no tenían tiempo, otros tenían miedo, otros no querían ni hablar del tema. No encontré ni un solo sacerdote". Desilusionada, consideró unirse a la Iglesia Anglicana para poder ayudar a la joven y a otras personas que sufrían posesiones: "Dije: 'Vale, pues me voy con los anglicanos'. De hecho, estuve hablando con el obispo de Madrid. Dije: 'Me voy con los anglicanos, me hago sacerdote y exorcista para ayudar a esta chica, porque no solo es esta chica, toda la gente que tiene estos problemas ¿quién las atiende?'".

Con esta joven, consiguió que el importante exorcista español con el que tenía contacto llegara para tratar de ayudarla. Se inició un largo camino de exorcismos, que solo involucran rezos específicos, en el que se determinó que estaba poseída por cinco demonios. Se llegó a expulsar a cuatro de ellos, según relata.

Fue en este momento cuando Repiso tuvo una profunda reflexión. Se dio cuenta de que las personas que sufren posesiones demoníacas eran los "nuevos pobres", abandonados por la sociedad y la Iglesia, y decidió dedicar su vida a ayudarles. Recordando su vocación de ayudar a los más necesitados, desde los gitanos en las chabolas hasta las madres solteras y víctimas de maltrato, se dio cuenta de que estas personas eran ahora los más necesitados: "Ahora los pobres los más pobres ¿quiénes son? Y me di cuenta que son esta gente, porque esta gente no sabe dónde ir".

Repiso describe algunos de los exorcismos en los que ha participado, relatando fenómenos impactantes como haber presencia la aparición de letras en la piel, la fuerza sobrehumana de los poseídos y la capacidad de los demonios para conocer el interior de las personas: "He visto, por ejemplo, salir delante de mis ojos letras en el pecho que ponía Belcebú en la piel. He visto a una persona que pesa 40 kg tirar a seis personas". En uno de los exorcismos más impactantes, los demonios le revelaron que habían sido ellos quienes "empujaron el tren" que causó la muerte de su pareja años atrás: "Un demonio al que estabamos tratando exorcizar, me dijo: 'Fuimos nosotros los que empujamos el tren'. Y ese exorcismo es el que más me ha enseñado, porque aprendí hasta qué punto nos conocen y nos controlan y saben nuestros puntos débiles [...] hasta qué punto saben el resorte que tienen que dar para que tú pierdas el control".

El camino hacia el sacerdocio

La experiencia de Repiso como exorcista la llevó a cuestionar las estructuras de la Iglesia Católica. Se enfrentó a la negativa de la Iglesia a permitir que los laicos hablen durante los exorcismos, aunque en su caso se lo permitían por su capacidad para controlarlos: "A los laicos no nos permiten hablar con los demonios, pero a mí sí que me permitían porque me obedecían". Repiso relata cómo ha sido expulsada de iglesias por decir "la verdad del evangelio" y cómo ha desafiado las normas establecidas para ayudar a quienes lo necesitan: "Me han echado de las iglesias día sí y día también. Cogían de las orejas y me sacaban".

El deseo de servir a Dios a través de los sacramentos la llevó a retomar su antigua vocación sacerdotal: "Porque quiero celebrar la Eucaristía", le contestó a Cristina Moreira cuando le preguntó por qué quería ser sacerdote. A través de una amiga, contactó con Cristina, la primera mujer que asegura haber sido ordenada sacerdote en España, que pertenece a la Asociación de Mujeres Sacerdotes Romanas Católicas. Esta asociación, fundada en 2002 por siete mujeres, busca la ordenación de mujeres dentro de la Iglesia Católica y cuenta con el apoyo de algunos obispos y teólogos progresistas, especialmente alemanes.

Repiso inició el proceso de formación, presentando una solicitud, avales y sometiéndose a una evaluación psicológica: "Tenía que presentar un montón de documentación, un informe psicológico de que yo estaba bien de la cabeza". Tras un periodo de estudio teológico, asegura que fue ordenada diácono y tres días después presbítera en Roma, en un barco, al igual que las fundadoras de la asociación. Actualmente el derecho canónico no reconoce mujeres sacerdotes.

La ordenación de Repiso, aunque válida por la sucesión apostólica, no está reconocida por la Iglesia Católica. Ella es consciente de esta ambigüedad: "De cara a la Iglesia Católica oficial, ¿mi ordenación es válida? No. De cara a Cristo, mi ordenación es válida. Sí". Afirma que su obediencia es a Cristo y no a las normas de la Iglesia cuando estas se alejan del Evangelio: "Yo a quién tengo que obedecer, yo tengo que obedecer a Cristo siempre". Cree que el Papa Francisco está de acuerdo con la ordenación de mujeres, pero no puede expresarlo abiertamente por la presión del sector conservador: "El Papa está en dos sitios, dos sillas y mal sentado. Tenemos la línea teológica más progresista y tenemos la otra ultra conservadora. Entonces, el Papa mismo está en una diciéndonos a nosotras: 'Seguir haciendo ruido'; y por otra parte calmando a los demás para que no haya un cisma en la iglesia".

A pesar de las críticas y la oposición, Repiso sigue adelante con su labor pastoral: "Yo ya he celebrado eucaristía, he celebrado confesiones, tengo unos chicos que quieren casarse conmigo, tengo un niño que me está esperando para que le bautice. Antes de ayer fui a dar la extrema unción a un señor en el hospital". Su objetivo es "llevar a la gente a Dios", profundizando en la esencia de la fe y desafiando las estructuras rígidas que, en su opinión, se alejan del verdadero mensaje del evangelio: "Hay quien me ha pedido que las vuelva a bautizar, ya que cuando las bautizaron, no se enteraron de nada y no tenían ni idea de lo que era un sacramento. Y esa es mi idea, llevar a la gente a Dios".

La vida de Belén Repiso es un testimonio de valentía, compasión y compromiso con la fe. La fe que lleva a actuar y a estar con los necesitados. Su lucha por el reconocimiento de las mujeres en la Iglesia y su labor como exorcista la convierten en una figura inspiradora que desafía las normas establecidas y abre un camino para la inclusión y la justicia dentro de la Iglesia.