Moro regenera la ilusión en Zorrilla

El Real Valladolid volvió a lo grande a la Primera División. Lo hizo con victoria y con tres puntos muy meritorios a costa de un Espanyol rácano e inofensivo que solo despertó cuando el partido así lo exigía porque parecía conformarse con el empate a cero desde el primer minuto de encuentro. Los blanquivioletas no podían desaprovechar esta oportunidad de oro para sumar la primera victoria de la temporada ante todo un rival directo, que estará, a priori y como él, inmerso en la lucha por la permanencia. 

DOMINIO SIN MORDIENTE

El Pucela de Paulo Pezzolano empezó el partido con ganas. Los locales eran conocedores de la importancia que tenía el partido, a pesar de estar solo en la primera jornada liguera. Sabía que había que ganar porque son puntos que luego, con el paso de las jornadas y, por desgracia, te acuerdas de ellos. De hecho, la primera ocasión del partido fue blanquivioleta. Un córner botado desde la derecha por Amallah le llegaba a Javi Sánchez que prolongaba al corazón del área donde, solo y sin oposición, Cömert remataba a placer.

Fue Alejo Véliz, uno de los fichajes pericos y el mejor de los suyos, el que sacaba el balón en la línea de gol porque el oro olímpico Joan García no llegó a despejar. El balón se fue, de nuevo, a saque de esquina, pero el Pucela merodeaba el tanto, que ya merecía. Cinco minutos después, Raúl Moro volvía a encarar a El Hilali, su pareja de baile, se iba de él y probaba a García desde lejos. Su disparo rebotó en Sergi Gómez y se coló directamente en la portería de García, que ya se había tirado (1-0).

Los aficionados pucelanos (más de 22.000 hoy) celebraban con orgullo que el primer tanto liguero llegara de las botas de un jugador que siempre ha tenido la intención de quedarse en la capital del Pisuerga. El Espanyol reaccionó, por obligación y no por convicción, al gol de Moro, pero lo hizo tímidamente. De hecho, el debutante Hein no tuvo trabajo en toda la primera mitad, salvo en acciones puntuales a balón parado que atrapó sin mayores problemas.

González Fuertes, que parecía pasar inadvertido, pitó el final de la primera mitad tras un cabezazo al larguero de Amath que podría haber sentenciado a un Espanyol... que seguía de vacaciones.

SUFRIMIENTO FINAL INNECESARIO

Al gran partido del Pucela le faltó un segundo tanto... el de la tranquilidad. Los de Pezzolano controlaron el encuentro en la reanudación, pero su falta de puntería pudo costarle caro ante los escasos arreones de su rival, que no generaba peligro. El debutante Manolo González, cabreado en la mayoría de los compases del partido, agitó la coctelera e introdujo un doble cambio, con la entrada de Král y Cardona, pero no era suficiente.

Aun así, las llegadas del Espanyol se multiplicaban por momentos. Los visitantes metieron el miedo en el cuerpo a los locales, que les faltó contundencia para 'matar' a su rival. Su esfuerzo podría haberse visto recompensado con un penalti no señalado de Fuertes, que ya, y no es noticia, estaba dejando mucho que desear. El árbitro no pitó penalti de Carlos Romero tras unas manos claras dentro del área del defensa perico. Y no fue solo esa la que se comió el colegiado.

Un agarrón continuado a Meseguer tampoco fue señalado cuando el mediocentro iba a rematar a bocajarro un buen centro de Iván Sánchez, que acababa de entrar. El '10' estaba muy bien acompañado por un excelso Lucas Rosa, que rindió a un nivel por encima de lo esperado. Pasaron los minutos y el encuentro afrontó su recta final con un resultado muy ajustado. Moro podría haber reinado con otro gol su redondo partido, pero se le fue el control cuando encaraba a García.

Solo una falta inventada por Fuertes le dio una oportunidad al Espanyol de sacar oro molido en un partido que el Pucela mereció ganar. De hecho, lo hizo de una manera tan ilusionante como convincente. 

[Fotos del encuentro: Sergio Borja]