El restaurante El Gallo Rojo cierra su cocina y cuelga el cartel de 'Se vende'

Después de casi cuatro décadas, Isabel y José Andrés ponen fin al restaurante de comida casera ubicado en la carretera Madrid (dirección Mojados)

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El restaurante El Gallo Rojo cierra su cocina y cuelga el cartel de 'Se vende'
Isabel y José Ángel, madre e hijo en su restaurante. Imágenes cedidas a TRIBUNA.
Lidia Alonso González
Lidia Alonso González
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Después de 35 años en los fogones y cocinando comida casera, el restaurante El Gallo Rojo (ubicado en la carretera Madrid, kilómetro 168, dirección Mojados) cerró el domingo 26 de mayo sus cocinas. Isabel, la dueña, con motivo de su jubilación con 66 años se ha visto obligada a poner el cartel de 'Se vende' en el conocido restaurante de carretera.

Todo comenzó cuando José García Jiménez "después de trabajar en FASA y con un pasado en la hostelería decidió meterse en este proyecto", señala su hijo José Ángel en declaraciones a TRIBUNA Valladolid. Tras el fallecimiento de José en 2011, fue su hijo quien decidió "echar una mano" a su madre "en la cocina, sobre todo en el rato de las comidas", pues tiene un trabajo ajeno a la hostelería.

"La relación calidad-precio, la comida casera y abundante y el trato cercano a sus clientes" es algo que destaca y diferencia al restaurante, quien era una opción segura en "el 95% de los clientes se encontraban como en casa", aunque fuese considera como un bar de paso, de carretera.

Esto se demostró en el día de clausura fue un día "ajetreado, la gente se unía a mesas de gente que conocía, las que eran de dos personas pasaban a ser de cuatro". Un domingo más que pusieron el cartel de completo, y en el que la gente "se despidió del restaurante", asegura José Andrés.

El negocio ha dado alegrías a la familia García, pero también pasaron por épocas de debilidad con la crisis de 2008, y aunque la pandemia significó "poner el cartel de cerrado durante tres meses" de ahí en adelante José Andrés asegura que han trabajado "muy bien, yendo a más cada día". En cuanto a las cosas memorables, el hijo asegura que "los 13 o 14 años" que ha estado ayudando a su madre le han dejado "gente nueva y clientes que repiten", además de numerables anécdotas con ellos.

El futuro del restaurante aún es incierto "en los próximos días nos dedicaremos a recoger y a poner el cartel de 'Se vende'", con esperanzas de que algún comprador se muestre interesado en el restaurante que lleva 50 años en el kilómetro 168.

Con esperanzas de que los clientes de El Gallo Rojo recuerden el restaurante como "un lugar donde se recibía a los clientes con los brazos abiertos", el mítico bar-restaurante cierra sus puertas, uniéndose a la larga lista de restaurantes míticos de Valladolid y alrededores que bajan sus verjas por jubilación, esperando y haciendo un llamamiento a un relevo generacional, también necesario en la hostelería.

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