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La sabiduría de Enrique Reche

Palabras contra el olvido 561

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La sabiduría de Enrique Reche
Ágreda L.M.
Ágreda L.M.
Lectura estimada: 2 min.

Está Enrique Reche en la Sala O del Patio Herreriano proponiendo un viaje al visitante. Un viaje auténtico. Mirar con tus ojos su propio universo. Un viaje hacia lo familiar, lo que vemos todos los días cuando se pasea por el parque o por la calle. Ese viaje de enfrentarse a lo auténtico, a la naturaleza, para mirar lo ya visto. Para aprender a mirar lo ya visto.

Pasea uno por la Sala O y te va dejando en el cuerpo, cada vez que miras un cuadro de Reche, un poso. Un poso convertido en acontecimiento. La mayoría de sus cuadros hacen sentir al que mira, nostálgico. Una especie de añoranza se apodera del visitante del Herreriano. Esa estética de la añoranza que practica Enrique Reche cala hasta los huesos.

Porque lo más importante de ÁRBOL, así se llama la exposición, es la contemplación. No basta con mirar. Hay que acercarse, pegar la nariz al cuadro para tener plena conciencia de la fugacidad de las cosas. Esta exposición de Reche es un antídoto contra lo efímero, contra la volatilidad.

Saber ver lo que te rodea, lo familiar, es un viaje apasionante. La sabiduría de Reche estimula y te recuerda, te devuelve a la memoria paisajes, paseos y jardines. Esta reconstrucción viva de árboles, troncos y ramas requiere hacer las cosas con mucha parsimonia. Y por supuesto invita a meditar.

La mirada de Enrique Reche tiene la cualidad de transpórtate a la belleza.  El arte existe porque cada uno hace lo que cree oportuno. Claro que en este artista destaca una técnica poderosísima, que salta a la vista. 

Tiene un talento especial Reche en situar sus figuras en el espacio. La perspectiva se altera en función de donde se sitúa el que mira; todo cambia continuamente. Y la belleza. Le preguntaron a Rafael Canogar que qué era la belleza y contestó que la trascendencia. Y eso es lo que pasa en esta estupenda exposición, que cuando miras, transciende la materia.

Porque una exposición como esta, es un viaje entre incertidumbres y certezas. Y por supuesto se tiene la oportunidad de desvelar lo que permanece oculto. El secreto siempre está en la mirada del artista. Conectar con lo que ha plasmado Reche supone una gratificación inmediata. De sus ojos, de sus manos, de su tiempo, de la naturaleza, de su mirar limpio y de su rigor está hecha esta exposición.

Porque Enrique Reche pinta para mostrarse, no para demostrar nada.

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