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El móvil de Stravinski

La crítica cultural de Ágreda en TRIBUNA

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El móvil de Stravinski
Ágreda L.M.
Ágreda L.M.
Lectura estimada: 2 min.

Hay que hacer muchas veces un esfuerzo titánico cuando llega uno a la Sala Sinfónica Jesús López Cobos del Centro Cultural Miguel Delibes y se dispone a escuchar el concierto que toque. De repente, un tipo empieza a chillar por la megafonía de la sala diciendo que apaguen lo móviles, pero esta noche se riza el rizo y aquello se convierte en una parodia insufrible, por decirlo rápido y corto. Cuatro minutos estuvo 'el pregonero' diciendo a modo de guasa que apagáramos el wasap, Instagram y no sé cuantas más formas de perder el tiempo. No sería más fácil decirlo como se dice por ahí... por favor apaguen sus móviles y no molesten a su vecino.  

Así que por lo menos tienen que pasar más de quince minutos para que uno recupere el resuello, se le pase el disgusto, restringa la ensalada de improperios que le pasan por la cabeza y se ponga "en modo concierto" que diría un cursi. Claro está, me salté a Anna Clyne y su This Midnight Hour (Esta medianoche); no podía por menos.

Menos mal que llegó el excepcional pianista Alexie Volodin para ejecutar el Concierto para piano nº 1 de Franz Liszt y aquello ya empezó cambiar de tono, de atmósfera y empezó uno a disfrutar de la música. La OSCyL, dirigida con guate de seda por Elim Chan se mimetizó de una manera natural con la música que salía del piano de Volodin y nos ofreció un Liszt sencillamente magnifico. La seriedad de Volodin dio al concierto transcendencia y profundidad que es lo que busca uno muchas veces en la música clásica fuera de ocurrencias que duran menos que "un caramelo a la puerta de una escuela".

Descanso. Bueno, aquí tengo que decir que más que un descanso de un concierto de música clásica, aquello parecía un descanso de un partido de fútbol.  Alrededor de la barra de la cafetería y en las mesas adyacentes, el personal sacó el bocadillo envuelto por supuesto en papel Albal y ¡ale! a darle a la mandíbula. Puff, ¡qué paciencia, Dios mío! ¿No se podía habilitar un cuarto para esta gente que trae bocadillo y se lo comiera allí, sin convertir el CCMD en una verbena?

El pájaro de fuego de Stravinski, vino a recordar lo que decían sus amigos del genio, que era tan inteligente que carecía de vanidad. ¿Qué hubiera pasado si mientras dirigiera Stravinski sonara un móvil? La última vez al señor que estaba delante de mí le sonó el móvil tres veces, ¡lo juro!, y eso si me apuran es lo de menos, lo demás es que sonaba el himno del Real Valladolid. El señor, contestó las tres veces diciendo... que estoy en un concierto, luego te llamo. Miró al que estaba al lado y le dijo... es mi hija.

No me quiero poner tremendo pero todo esto me recuerda a las películas de bucaneros y piratas que resolvían estas cuestiones de indisciplina con unos latigazos.  

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