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Antonio Serrano Quartet

Jazz del bueno en el LAVA con Antonio Serrano y José Luis Kaele (piano), Francisco Manuel Loque (contrabajo) y Daniel García (batería)

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 Antonio Serrano Quartet
Imagen de la actuación de Serrano con su banda. CHUCHI GUERRA
Ágreda L.M.
Ágreda L.M.
Lectura estimada: 2 min.

Llegó Antonio Serrano Quartet al LAVA y puso a todo el mundo de acuerdo. Hasta Philip Larkin (1922-1985), el famoso crítico de Jazz del The Daily Telegraph, levantaría la cabeza para dar su aprobación. Claro que esta noche en la Sala Concha Velasco (LAVA) hay mucho buen aficionado que todavía cuando llega a casa pone un disco Charlie Parker, John Coltrane, Louis Armstrong, Art Tatum o Oscar Peterson. Para oír, hay que haber oído.

Es curioso, pero oyendo tocar la armónica a Antonio Serrano uno tiene la sensación de estar escuchando muchos instrumentos al mismo tiempo. Este tío tiene mucho haunt. Tiene mucho tempo. Y tiene mucho down, Woman del callao... Tiene talento para dar y tomar. Todo su sonido está cargado de sentido y de ritmo.

Los pies del público, las manos, el cuer... no dejan de moverse durante el concierto, parece que a uno le han entrado el 'baile San Vito' y no, lo que siente es que la buena música siempre encuentra un sitio para olvidar lo que pasa fuera de la sala y concentrarse en lo que está pasando aquí.

Hasta el sonido que llega al patio de butacas llega de una forma más nítida que en otros conciertos. El sonido sabio, el aire sonoro, por así decirlo, que saca de su armónica Antonio Serrano, está lleno de vida y de alegría. ¿Acaso no es la música, al fin y al cabo, una mera colección de sonidos bellos?

Se presentó Antonio Serrano con José Luis Kaele, al piano; Francisco Manuel Loque al contrabajo y Daniel García a la batería. Que José Luis Kaele tiene algo 'que no se vende en el Corte Inglés' es evidente. Qué tío, no se dejó amilanar por la maestría de Serrano, y es más, 'pidió tira el penalti decisivo' y lo clavó por toda la escuadra. Porque la noche que nos ofreció al piano fue extraordinaria. Maneja el tempo de manera natural y saca un sonido de las 88 teclas del piano que convence y hace soñar.

El carácter que demostró y su manera de tocar dejó claro que es una promesa que hay que seguir por aire, tierra y mar. Esa manera de agrupar las notas no está al alcance de cualquiera.

Es lo que tiene tocar al lado de un maestro que entiende la melodía, y la armonía con el ritmo que se le antoje y es capaz de sacar de su armónica infinitas variaciones y de fundirse "con todas las músicas del mundo".

Sí, hay que decirlo bien alto: larga vida al Festival Jazz Valladolid.

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