El director del festival asegura que "no hay nada parecido a lo que nos provoca escuchar nuestra canción favorita en un concierto"
Concierto instrucciones de uso
La crónica cultural de Ágreda de este lunes para Tribuna
¿Es peligroso para la música el populismo de los directores de orquesta? Los directores populistas siempre tienen soluciones emocionales -y posturales- para todo. Siempre son capaces de llevar la música por donde más les interesa. ¿Es Roberto González-Monjas -dirige esta tarde a la OSCyL en el último abono de la temporada- un director populista? Creo que el debate se puede poner encima de la mesa.
Para empezar, no creo en los directores que se convierten en autores. El autor es el compositor, no el director, eso lo saben hasta en Chiclana de La Frontera. Lo cual no quiere decir que no ponga su criterio y su sello, faltaría más, pero lo que tienen que hacer es ejecutar la obra. La partitura tiene que reflejar la personalidad del compositor y contarnos una historia, pero con rigor y no querer suplantar al creador.
La música entra por los ojos. Choca a primera vista que el pianista Kirill Gerstein, que va a ejecutar el Concierto para piano n1 1 en Do mayor op. 15 de Beethoven aparezca en escena con un jersey de cuello alto y que los músicos de la OSCyL estén "despechugaos". Choca también que con la llegada del buen tiempo aparezcan por la Sala Sinfónica los de "la chancleta y la bermuda" pero ¿cómo se puede escuchar a Beethoven en esta sala sinfónica con ese atuendo de Benidorm?
Pero bueno, suenan los primeros compases del Concierto para piano n1 del genio de Bonn y por unos momentos uno cierra los ojos y se deja llevar, se deja llevar por una música que solo desparrama por la sala sinfónica gratitud. La música que compuso Beethoven es demasiado grande como para ser solamente una cosa. La música es indefinible. Su belleza, su genialidad radica precisamente en esa definición. Kirill Gerstein ilumina y esclarece e infla las velas de la partitura de Beethoven. De un Beethoven muy reconocible y eso se agradece. Vamos que se agradece.
Luego llegó la Sinfonía nº 1 en Re mayor, "Titán" de Gustav Mahler y ahí apareció la exuberancia de Roberto González-Monjas. Es un director generoso, nadie lo niega, y a veces brillante, pero que quieren que les diga, hay a veces que me resulta un poco cargante. Un poco de freno a la hora de dirigir no le vendría mal. Un poco de freno para poder escuchar a Mahler con más nitidez, sin tanta aparatosidad y dejar que la música tome vuelo por sí sola.
De todas las maneras, pocas veces había visto así la Sala Sinfónica Jesús López Cobos, empezando por los músicos, "todos con su medalla" y luego un público fuera de sí, puesto en pie, me recordó al de los toros... ¡bravo, bravo! ¡Ni que hubiera resucitado Ataúlfo Argenta!
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