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La vida según Highlands

La crónica cultural de Ágreda de este jueves para Tribuna

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La vida según Highlands
Imagen de Nacho Carretero.
Ágreda L.M.
Ágreda L.M.
Lectura estimada: 2 min.
Última actualización: 

Highlands de la Cía. Mal Pelo en el LAVA espabiló a los despistados, cautivó a los indolentes, dotó de una verdad minuciosa a los incrédulos, gratificó a los intérpretes, hizo confiar a los desconfiados, reafirmó en sus creencias a los ateos, provocó paz y tranquilidad en los asientos pares y los impares y sobre todo hizo olvidar al público que había un mundo ahí fuera y que el próximo domingo hay que ir a votar.

La música de Bach. ¡Como no creer en Dios si existe Bach! (John Eliot Gardiner) La música siempre es un proceso de apertura al otro. En Highlands la música muestra un mundo y lo hace comprensible. Esta música y estas voces que escuchamos esta noche en la Sala Concha Velasco del LAVA llega al  oyente y se instala como un sello en su corazón. Porque Highlands funciona desde el primer momento en un atmósfera -la atmósfera lo es todo- musical y espiritual que deleita al público que sabe ver y escuchar. Para ver hay que haber visto y para escuchar, lo mismo.

Una de las mejores cosas que se puede decir de este espectáculo es que sugiere interrogantes que el público tiene que averiguar por sí mismo. El ritmo que tiene Highlands guía al espectador ? a poco que ponga de su parte- hacia el sueño de un mundo lleno historias, de paradojas, de violencia, pero también de paz. Toda la noche la Cía.  Mal Pelo se mostraron ante el espectador de manera desnuda y fueron capaces de envolverse y envolver al público en distintas atmósferas escénicas, musicales y dancísticas que se fueron sucediendo como la noche sucede al día y la mañana a la tarde, o viceversa.

En definitiva, la propuesta valió la pena. Sumergirse en el mundo de Highlands es entrar  en un mundo de contrastes, de sonidos y voces y gritos que salen de los cuerpos para invitar al público a compartir un laberinto de infinitas sombras y luces de colores que producen en el espectador un inmenso respeto por las cosas bien hechas.  La esencia de Highlands reside en los gestos y en la música. Ahí se encuentra la esencia de su poder. Y por eso llega al corazón del público.

Como dijo el filósofo, no veremos la belleza sino tenemos ojos para verla.  Y eso son ojos culturales. Esta gente de Mal Pelo tiene suficiente aliento humanístico, poético, artístico y narrativo que hacen, son capaces de hacer inteligible su mundo, el universo en el que se mueven.

Cuando Rilke escribió que lo bello no es sino el principio de lo terrible, estaba formulando en voz alta los axiomas por los que se rige Highlands. Este espectáculo, por finalizar, está lleno de talento y de sentido común y por supuesto de ganas de comunicar. Es una ventana a la vida, al cosmos entero.

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