La danza en la cuerda
Como cada viernes, un nuevo artículo de opinión sobre la política nacional
Ya estamos oficialmente en campaña electoral, un estado en el que en realidad llevamos prácticamente toda la legislatura, ya que si por algo se caracteriza la política de Pedro Sánchez es por su deseo de mantenerse en la presidencia del Gobierno. Su principal objetivo nunca ha sido gobernar, ni gestionar razonablemente nada, sino convencernos de sus infinitas bondades. El dadaísmo fue un movimiento artístico que renegaba del arte y, de la misma manera, el sanchismo es una forma de hacer política que reniega de la política.
¿Parece absurdo? Lo es. Ese es el objetivo, destruir la lógica democrática a base de palabras, gestos y promesas aparentemente racionales pero carentes de cualquier coherencia, un juego lingüístico con el que anular todo esfuerzo cognitivo por comprender la realidad. Por ejemplo, ante la denuncia de Covite de que Bildu ha colocado a 44 condenados por su relación con ETA en las listas electorales, entre ellos siete asesinos convictos, Patxi López ha dicho que "no lo voy a valorar, no me gusta nada".
¿Qué quiere decir con esto? Porque la frase no puede ser más dadaísta. ¿No le gusta nada que haya asesinos en las listas? ¿No le gusta nada valorar? ¿No lo va a valorar? ¿Puede semejante indecencia tener algún valor? ¿Y qué más da Patxi, si en tu época de lendakari, gracias a los votos del PP, prestabas tu hombro para llevar los féretros de algunos de tus compañeros socialistas asesinados y ahora la presidenta del Congreso, de tu mismo partido, expulsa a diputados del hemiciclo por llamar "filoetarras" a estos de Bildu con los que tu presidente nunca iba a pactar, si quieres te lo repito veinte veces, y con los que habéis pactado los presupuestos de Navarra, los presupuestos del Estado, la ley de memoria histórica o la ley de vivienda?
Como ya le dijo hace años la madre de Joseba Pagazaurtundua, "Patxi harás muchas cosas que me helarán la sangre, llamando a las cosas por los nombres que no son". Las palabras, esas con las que juega Patxi, son las que no encontraban el miércoles, cuando se conoció la noticia, esas ministras a las que nunca les faltan, más bien todo lo contrario. Resultó un tanto cómico, si no fuera por lo dramático del asunto, ver a las dicharacheras y lenguaraces María Jesús Montero, Pilar Alegría o Isabel Rodríguez jugando al escondite con los periodistas por los pasillos del Congreso para no pronunciar palabra. ¿Y qué más da? Que diría Patxi. Total, si como ha explicado otra ministra, Irene Montero, "Bildu es un partido democrático que elige sus listas. Máximo respeto".
Palabras, léxico, juego lingüístico y dadaísmo político. El mismo que emplea Sánchez con las viviendas que se multiplican según se acercan las urnas, con los bonos y ayudas a esos jóvenes a los que va a poner a viajar en tren. Total, están casi todos en paro y tampoco tienen otra cosa que hacer. Y ahora, otra vuelta de tuerca al dadaísmo. El presidente que recorta el agua a los regantes del Tajo-Segura, el que no quiere llevar agua de la cuenca excedentaria del Tinto, Odiel y Piedras a Doñana, el que lleva cinco años sin licitar las infraestructuras para que el agua de la presa de Rules pueda ser utilizada, el que ha destruido 108 presas y azudes en una sola legislatura sin construir ni una infraestructura de agua, resulta que ahora, ale hop, tiene un plan para combatir la sequía.
Consiste, de nuevo, en anunciar subvenciones y ayudas a los agricultores y ganaderos. Como no tendrán agua, pronto dejarán de serlo y ya no habrá que seguir ayudándolos. Mientras tanto, se anuncian repartos de miles de millones y se les pide el voto. Pero que quede claro que los embalses son "anomalías en los ríos", como dice textualmente el Plan España 2050, que comer carne es malo, aunque a Sánchez le guste al punto, que los lobos no se tocan, que los bosques no se limpian y que eso de regar o de cazar es pecado. Pero nuestro presidente, que hasta ahora estaba con la clase media y trabajadora, ahora es el muy mejor amigo de los agricultores y los ganaderos, como Bubba de Forrest Gump.
El dadaísmo político no es patrimonio de Sánchez, al movimiento también se han apuntado con entusiasmo las de Ione Belarra, que van a montar una cadena nacional de supermercados de precio justo, seguramente con los consejos que Irene Montero les pueda dar, que para eso tiene experiencia laboral en el ramo. Más aún, Belarra quiere también montar empresas públicas en todos los sectores, como el INI de Franco, para que los españoles podamos disfrutar de los inmensos beneficios que nos reportará su demostrada capacidad de gestión.
Yo me iba a comprar un móvil, que el mío tiene ya muchos años, pero creo que voy a esperar a que Ione monte el Apple estatal. Seguro que me sale mejor y más barato. Eso si antes no me regala uno Sánchez, aunque por lo visto debo estar en una franja de edad y en un sector que no resulta electoralmente interesante al presidente. Hasta ahora no me ha tocado nada en la tómbola. Lo que sí me toca es aguantar todas las ocurrencias de estos políticos dadaístas convencidos de que todos vamos a vivir muy bien del Estado, aunque sea el Estado el que vive de todos nosotros.
No debería ser necesario explicar a estas alturas que en los países donde se han puesto en marcha estas cosas que tanto inspiran el arte político de Iones y Yolandas (por cierto, tampoco me van a tocar los 20.000 euros de herencia universal, ni a mi hijo, que ya ha está en la veintena) casi cualquiera de sus habitantes mataría por trabajar en un Mercadona con un sueldo de 1.400 euros y 14 pagas. Dicen que, en Cuba, desde que Fidel dijo eso de que "ningún cubano se acueste sin haber cenado" nadie se puede ir a dormir.
Eso es lo que traen siempre los intentos de colectivizar, estatalizar o municipalizar los recursos que se obtienen a partir del trabajo y el esfuerzo de las personas privadas. Ese constante afán de demonizar lo privado y alabar lo público, que históricamente ha sido y es sinónimo de derroche y mala gestión, pudo ser en su día una ideología. Pero seguir defendiéndolo hoy, tras la caída del muro y de la Unión Soviética por suspensión de pagos, con lo que ocurre en Nicaragua, en Cuba, en Venezuela o en Corea del Norte, no deja de ser puro dadaísmo político, juegos florales ajenos a la razón, a la percepción y a los sentidos más comunes.
La obra más representativa del dadaísmo es 'The rope dance', la danza en la cuerda, de Francis Picabia. Es un cuadro indudablemente visual, incluso deslumbrante. Pero no quiere decir nada. No hay cuerdas ni nadie que dance. Los que sí danzan en la cuerda son Sánchez y los suyos. Óscar Puente, que también gobierna con los adictos a vivir de lo público, más preocupado por los juegos lingüísticos en Twitter que por la realidad de la ciudad, danzará con él el 21 de mayo en Valladolid. Podremos ver en todo su esplendor sus habilidades políticas dadaístas. Será una danza en la cuerda floja, con serio riesgo de batacazo final.