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Las piezas del puzle

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Las piezas del puzle
Diego Jalón Barroso
Diego Jalón Barroso
Lectura estimada: 5 min.

A ritmo de paso y de salve, entre la devoción y el silencio, se nos fue la Semana Santa, el momento de la reconciliación y el perdón. Al menos para algunos, que otros anduvieron jodiendo con la Virgen del Rocío para compensar algún déficit neuronal. Antes se nos fue Sánchez a China, muy lejos para unos y no lo bastante para otros. Allí, en el país de Sun Tzu, quiso explicarle de qué va la guerra a Xi Jinping. A los chinos se les nota menos cuando se descojonan de risa y eso que se ahorró nuestro presidente a la hora de ponerse colorao. Entre negociación y negociación, almendras y caquis, les contó a los periodistas, en eso que llaman "los corrillos", que él es más de puzles que de jugar al go, y que su gran esperanza es que "todas las piezas acaben encajando".

En su maravillosa novela 'La vida instrucciones de uso', nos explica Georges Perec que "aisladamente, una pieza de un puzle no quiere decir nada; es tan sólo pregunta imposible, reto opaco; pero no bien logramos conectarla con una de sus vecinas, desaparece, deja de existir como pieza: la intensa dificultad que precedió aquel acercamiento no sólo no tiene ya razón de ser, sino que parece no haberla tenido nunca, hasta tal punto se ha hecho evidencia: las dos piezas milagrosamente reunidas ya sólo son una, a su vez fuente de error, de duda, de desazón y de espera".

Y un poco en eso está nuestro presidente, que ha juntado su pieza a la de Yolanda y ambas se han hecho una, pero sigue esperando a que encajen todas las demás. No va a ser fácil. Yolanda es esa señora del Partido Comunista, vicepresidenta y ministra de Trabajo, que presume de subidas del salario mínimo y de reducción del paro. Luego, cuando uno mira las cifras de cerca, resulta que por ejemplo en Baleares, en el mes de marzo, había un total de 78.688 personas cobrando prestaciones por desempleo, 57.454 de ellos la prestación contributiva. Y, sin embargo, oh milagro de Nuestra Señora de las Angustias, solo hay 33.731 parados registrados en las islas.

Viendo estas cosas, parece que lo de Yolanda es más restar que sumar. Y lo mismo que con los parados le pasa con Podemos, que no quiere sumarlos, sino restarlos o incluso eliminarlos de la ecuación, por precisar los términos matemáticos. Y a Podemos le pasa lo mismo. No quiere sumar con Sumar, no quiere ver a Yolanda ni en pintura y no traga a sus nuevos amigos, Íñigo Errejón y Mónica, médico y madre. Y además están, por decirlo finamente, más cabreados que una mona. No hay más que ver el vídeo que distribuyen estos días por las redes, en el que Podemos, además de regurgitar sus paranoias con Ferreras, Ana Rosa o la Cope, se quiere atribuir la pureza de la izquierda auténtica y la rebeldía frente a esa Yolanda muleta de un PSOE indistinguible de ese PP con el que "se da la mano" para reformar su gran logro legislativo, el despropósito del 'sólo sí es sí'.

Podemos invita en su vídeo a llenar mañana las calles de Zaragoza, en una gran manifestación con la que quiere demostrar su poder de convocatoria popular, frente a una Yolanda incapaz de reunir a más de dos mil amiguetes y aspirantes a cargos públicos en sus fiestuquis de Valencia o Madrid. Es una pelea a navajazos y Podemos está cada vez más en modo secta, dispuesto a luchar hasta el final e inmolarse por su líder como los davidianos de Texas. Dicen en su vídeo que "Podemos es más que dos ministras", por supuesto Irene y Ione. Yolanda, el petit Garçon y Subirats han sido borrados de la Historia y de la foto como hacía Stalin con Trotsky.

Así que, por ese lado del puzle, las fichas están lejos de encajar. Pero el mayor problema para Sánchez es que le faltan piezas. La que mejor explicó esto fue Teresa Rodríguez, la trotskista gaditana, ante una tesitura similar, hace casi un año, cuando antes de las andaluzas Yolanda quería reunir a toda la extrema izquierda en una papeleta: ?No tengo ningún interés en ponerme a sumar las habas contadas?. Se presentó por su cuenta y consiguió sus dos escaños, frente a los cinco que sumaron todos los demás. En 2018 habían sido 17 y claro, la suma no cuadra. Este es el asunto, que son habas contadas, aunque el "ilusionante" proyecto de las izquierdas extremas acabe condensado en Sumar.

El diseño estratégico del presidente y sus bolaños, eso a lo que él mismo llama el puzle, consiste en reeditar la actual mayoría parlamentaria. La gran diferencia respecto a hace cuatro años es que el Partido Socialista ya no aspira a ser el más votado, está muy lejos de ese objetivo. Y las esperanzas de Sánchez residen en una suma que se antoja imposible. Por el lado de ERC, de Bildu e incluso del PNV, cabe esperar poca mejoría en lo que se refiere a número de escaños. Así que todos los que pierda el PSOE respecto a las anteriores generales tendría que recuperarlos Sumar. Recordemos que en 2020 Sánchez fue investido con 166 votos a favor y 165 en contra. No le sobra ni un voto.

El plan de Sánchez es cambiar a Pablo por Yolanda, a Podemos por Sumar. Y poder contarles a quienes le votaron hace cuatro años que ha encontrado a su izquierda a un ser amable y luminoso, que no le quita el sueño, que sonríe y se lava la melena en vez de recogérsela con una goma, que es de fiar y no le quita el sueño. Y que, con ella, vivirá en armonía y paz para prolongar otros cuatro años este Gobierno progresista, feminista y ecologista con el que tanto bien está haciendo a la clase media y trabajadora, a las mujeres y al planeta, frente a la amenaza de las fuerzas oscuras, que quieren hacernos retroceder cientos de años y devolvernos al pasado en blanco y negro de Cuéntame.

Pero, aunque Sánchez no lo diga, muchos de sus antiguos votantes no olvidan que este Gobierno progresista tendrá que seguir pagando el chantaje a los indepes catalanes y a los vascos del hacha y la serpiente. Como indican las encuestas, mientras que la fidelidad de los votantes a los partidos de derecha supera el 80%, la de los partidos de izquierda apenas alcanza el 60%. Y esto indica no solo el descontento con la gestión y las amistades de este Gobierno, sino que será muy complicado, por no decir imposible, que Yolanda consiga votos del lado de la derecha, por muy bien que se peine y se vista.

Además, por mucho discurso y por mucho apoyo institucional, Yolanda y su espacio están muy lejos de representar la convulsión social y política que logró provocar Podemos en sus inicios, cuando consiguió esos 71 escaños en 2016. Sus apelaciones a la "sed de cambio" no dejan de sonar un tanto vacías en boca de quien lleva cuatro años en el Gobierno. Si es verdad que los españoles tienen esa sed, sería muy raro que la sacien en las urnas votando a los mismos que gobiernan ahora. Todo puede ser, pero lo más razonable es pensar que el mayor cambio que puede propiciar la candidatura de Yolanda es dividir en dos el voto de la extrema izquierda e incluso conseguir votos de Sánchez, en un ejercicio de suma cero o de resta a la andaluza. Al presidente le pasa como al Trífero de Ray Loriga: "Por más que agite el puzle, todas la piezas vuelven a encajar con demoledora exactitud en el mapa de mi fracaso".

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